A Federico y Henry Hedman les persiguen para que se dejen tomar una selfie. Su magnetismo con otros aficionados mexicanos a la Fórmula 1 reside en la máscara rosada que traen puesta. Es una simulación del casco que usa el piloto Sergio Checo Pérez. Ellos la mandaron a hacer con un artesano de su barrio en Houston (EE UU) y, de paso, pidieron que les hiciesen una capa de superhéroe con la bandera de México. Con dificultades pueden respirar y caminar por el autódromo Hermanos Rodríguez porque una malla azul se los impide. Pero eso poco importa: están envueltos en el manto de la Fórmula 1 y lo disfruta como si estuviese en un jolgorio familiar, el mismo que ha enamorado al automovilismo en los últimos cinco años.
Lewis Hamilton ganó la carrera mexicana, pero eso no fue suficiente para conocerse por sexta ocasión como campeón mundial. Tendrá que esperar al GP en EE UU. Los últimos dos años, entre el confeti, celebró dos de sus títulos en el asfalto mexicano, en su camino por igualar a Michael Schumacher.
El Gran Premio de México es el pretexto ideal para resaltar las vestiduras mexicanas. Por los recovecos del circuito deambulan los grandes sombreros de charro, las máscaras de lucha libre, trajes típicos del Estado de Oaxaca, penachos, cabezas de caballo que simulan el logotipo de Ferrari, mohicanos tricolores. La competencia mexicana también regala escenas jocosas como ver al piloto de Red Bull, Max Verstappen, preparando unos tacos de pastor o ver al campeón vigente Lewis Hamilton entrenando con el exboxeador Julio César Chávez y el ya retirado futbolista Rafael Márquez. “Lo más valioso del GP no solo es la cultura mexicana, es también la gentileza del pueblo para abrirle las puertas a cualquier extranjero. Hacerlo sentir en casa”, comenta Henry Hedman, un mexicoamericano de 51 años que vive en Estados Unidos desde los 10.
En distintos sitios del autódromo mexicano se combinan las pistas de DJ Tiësto y México lindo y querido de José Alfredo Jiménez. El penetrante olor a cerveza choca con la humedad de la pista mexicana. “A pesar de que se vende mucho alcohol no pasa como en el fútbol donde se están peleando a cada rato”, comenta Montserrat Castillo, estudiante de 23 años.
El de México es un Gran Premio sin incidentes en las tribunas y tampoco en su organización. En los últimos cuatro años, la Federación Internacional del Automóvil (FIA) ha condecorado a la carrera mexicana como el mejor evento. El Gobierno de Ciudad de México colabora con un plan de movilidad y de seguridad, con más de 5.000 elementos, para blindar al evento deportivo más importante en el país norteamericano.