Este verano, tan caluroso y sofocante, se parece mucho al futuro que nos habían advertido los científicos en la era del cambio climático. Esta situación ha revelado que buena parte de los pobladores del mundo aún no están preparados para la vida en un planeta más caliente.
Las perturbaciones a la vida diaria han tenido un largo alcance y han sido devastadoras. En California, los bomberos intentan controlar lo que se ha convertido en el incendio más grande en la historia del estado. Se espera que las cosechas de granos esenciales como el trigo y el maíz disminuyan este año —en algunos casos de forma muy pronunciada— en países tan distintos como Suecia y El Salvador.
En Europa, las plantas de energía nuclear han tenido que dejar de funcionar porque el agua de los ríos que deben enfriar los reactores está demasiado tibia. Olas de calor en cuatro continentes han provocado que colapsen las redes eléctricas.
Este verano se registraron en Japón decenas de fallecimientos relacionados con el calor lo que demuestra que, como ya habían advertido los investigadores, la mortalidad por el calor extremo podría incrementarse. Un estudio publicado el mes pasado en la revista PLOS Medicine pronosticó para 2080 un aumento de cinco veces en Estados Unidos. La predicción para otros países es peor: en Filipinas los expertos prevén un incremento de doce veces en la tasa de fallecimientos.
A nivel global, 2018 promete ser el cuarto año más caluroso que se haya registrado. Los otros más calurosos han sido los tres años anteriores. Esta cadena de récords es parte de un aumento acelerado en la temperatura desde el inicio de la era industrial, lo cual según los científicos es una clara evidencia del cambio climático ocasionado por las emisiones de gases de efecto invernadero.
“Ya no se trata de una llamada de atención”, dijo Cynthia Rosenzweig, quien dirige el grupo de impactos climáticos en el Instituto Goddard para Estudios Espaciales de la NASA. “Ahora es un hecho para millones de personas en todo el mundo”.
Pero hay que tener cuidado con identificarlo como una nueva normalidad.
Las temperaturas siguen aumentando y, hasta el momento, los esfuerzos para combatir el calor han fracasado. Los científicos concluyen que las olas de calor van a volverse más intensas y más frecuentes a medida que se eleven las emisiones. En el horizonte se vislumbra un futuro de fallas en los sistemas que amenazarán el suministro de necesidades básicas como los alimentos y la electricidad.
Para muchos científicos, este es el año en el que empezaron a vivir el cambio climático en vez de solo estudiarlo. Katherine Mach, climatóloga de la Universidad de Stanford, afirmó que algo ha cambiado para ella.
“Hace algunas décadas, cuando el problema del clima comenzó a estudiarse, el impacto se veía como algo que afectaría a otros, es decir, a las generaciones futuras o quizá a comunidades que ya batallaban con eso”, explicó, y añadió que la ciencia ahora puede relacionar sucesos climatológicos específicos con el cambio climático.
“Dentro de nuestra creciente incomodidad causada por la humedad y el esmog, ahora es una rutina científica determinar con precisión cómo los gases que atrapan el calor han aumentado los riesgos”, dijo. “Se trata de un cambio que estamos viviendo juntos”.
A nivel mundial, el récord del año más caluroso lo obtuvo el 2016. No fue algo completamente inesperado, pues ese año se presentó El Niño, el fenómeno climático del Pacífico que por lo general incrementa el calor.
Lo sorprendente fue que 2017, un año en el que no se presentó ese fenómeno, fue casi igual de caluroso. Según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), ese fue el tercer año más caluroso que se ha registrado; de acuerdo a la NASA, ha sido el segundo más caluroso.
Durante la primera mitad de 2018 tampoco hubo presencia de El Niño, pero fue el cuarto año más caluroso que se ha registrado, según la NOAA.
CYNTHIA ROSENZWEIG, DIRECTORA DEL GRUPO DE IMPACTOS CLIMÁTICOS EN EL INSTITUTO GODDARD PARA ESTUDIOS ESPACIALES DE LA NASA
¿Qué significa todo esto? Para Daniel Swain, climatólogo de la Universidad de California en Los Ángeles, este fenómeno comprueba la precisión de los modelos matemáticos de la comunidad científica, aunque no necesariamente brinda tranquilidad.
“Vivimos en un mundo que no solo es más caliente de lo que solía ser, sino que aún no alcanza su nueva normalidad”, advirtió Swain. “Esto no es una estabilización”.
En este contexto, las emisiones industriales de dióxido de carbono crecieron hasta alcanzar niveles históricos en 2017, luego de mantenerse estables los tres años anteriores. Se descubrió que la presencia de carbono en la atmósfera alcanzó sus niveles más altos en 800.000 años.
A pesar de que hace dos años se firmó el Acuerdo de París para reducir las emisiones de gases que causan el efecto invernadero, la mayoría de los países que más contaminan en el mundo (incluido Estados Unidos, el único país del mundo que se ha salido del acuerdo) no cumplen con los objetivos de reducción de emisiones. Los países ricos tampoco están contribuyendo económicamente para ayudar a las naciones pobres a combatir las calamidades del cambio climático, aunque es un compromiso estipulado en el Acuerdo de París.
Los científicos señalan que con reducciones significativas en la emisión de gases que provocan el efecto invernadero y cambios en nuestro estilo de vida (como reducir el desperdicio de alimentos, por ejemplo) es posible controlar el calentamiento.
Algunos gobiernos, nacionales y locales, están actuando. En un esfuerzo por evitar los fallecimientos relacionados con el calor, los funcionarios están prometiendo plantar más árboles en Melbourne, Australia, y cubrir los techos con pintura blanca reflejante en Ahmedabad, India. Los agrónomos tratan de desarrollar semillas que tengan más probabilidades de sobrevivir al calor y la sequía. Suiza busca evitar que las vías ferroviarias se deformen con el calor extremo pintándolas de blanco.
Los climatólogos también están tratando de responder más rápido y mejor. El equipo de Rosenzweig en la NASA intenta predecir la duración de las olas de calor, y no solo determinar cuándo podrían producirse, con el fin de ayudar a los líderes de las ciudades a prepararse.
También se están haciendo esfuerzos similares para prever la distribución de precipitaciones extremas con el objetivo de ayudar a los agricultores; además, investigadores de Atribución Climática Mundial trabajan para perfeccionar sus modelos y hacerlos más precisos.