Los militares estadounidenses declararon haber encontrado el problema —una tubería de combustible— y comenzaron la inspección de todos los aviones en caso de que corran el riesgo de sufrir un fallo parecido al del F-35B siniestrado.
Sin embargo, este fallo no es ni el primero ni el único para la familia de los cazas de quinta generación, el proyecto bélico más caro de la historia, dado que los aviones tienen problemas con el interfaz en el casco, los neumáticos que se desgastan rápidamente, el suministro de oxígeno para el piloto y muchos otros.
Desde el punto de vista del Pentágono, todo lo que está pasando con los F-35 forma parte del período de pruebas, ya que los aviones no tienen estatuto de proyecto finalizado.
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No obstante, según varios expertos en el tema de la aviación militar, los problemas van más allá de un diseño no perfeccionado o el intento de combinar en un avión tres funciones diferentes.
El sistema falla
Entre ellos se destaca Pierre Sprey, asistente especial para el Secretario de Defensa y analista militar, críticodel concepto de los F-35 y partidario de una filosofía de diseño aeronáutico diferente. Sprey destacó a Sputnik que los problemas actuales del sector militar estadounidense se deben más a la “corrupción inherente” de la industria bélica del país.
El experto, conocido por su considerable influencia en el diseño de dos exitosos aviones estadounidenses —el F-16 y el A-10—, considera que los problemas actuales con los F-35, y también con otros proyectos armamentistas costosos, son “una consecuencia de cómo funciona el sistema de adquisición de los componentes”.
“El problema fundamental es muy simple: [en EEUU] permitimos que los generales de todas las ramas de las fuerzas armadas continúen sus carreras en las empresas contratistas de la Defensa una vez acabadas sus carreras”, explicó.
Básicamente, se permite que las personas responsables de adquisiciones de armas y con influencia sobre qué y cuánto comprar se conviertan en empleados de las empresas que fabrican estas mismas armas.
Según Sprey, hasta un 90% de los generales estadounidenses vinculados con las adquisiciones aeronáuticas acaban trabajando para un contratista de defensa. Mientras existan incentivos de este tipo en un área llena de dinero, “será imposible para la nación hacerse con una fuerza aérea decente y eficaz”, sostuvo el analista.
Pero es solo un lado del problema. Otra cuestión es la influencia política sobre los congresistas estadounidenses. Sprey subrayó que las empresas de la industria militar suelen contratar líneas de producción de los componentes “por todo el país” en vez de fomentar un tipo de centralización razonable.
Eso se usa para incentivar a que los congresistas apoyen decisiones que beneficien al sector militar, dado que participar en grandes proyectos armamentistas conlleva más dinero, empleo e impuestos para el distrito de los congresistas.
Como resultado, muchos subcontratistas con inferiores niveles de experiencia y calidad se encargan de la fabricación de piezas sofisticadas. Si eso sucede con muchos componentes, el riesgo de recibir partes defectuosas crece, sin que el contratista general o el Pentágono puedan controlar lo que pasa.
“En general, acabas perdiendo el control sobre el proceso de producción porque introdujiste la política en el proceso de selección de proveedores”, resumió Sprey.
El interlocutor de Sputnik citó como ejemplo los problemas surgidos en la producción de los F-22 Raptor, los antecesores más sofisticados de los F-35 de hoy.
Según el analista, para cumplir con los planes de fabricación con los suministros defectuosos, los ingenieros de Lockheed armaron una línea de unión para “poder usar piezas más o menos buenas” manualmente.
Hoy en día, esta práctica va a perjudicar a la nueva generación de técnicos, dado que “un joven ingeniero de 19 años en el frente deberá pedir una pieza de recambio que será diferente a una colocada con un calce de hace unas décadas”.
Problemas con la propia aeronave
Después de criticar los procedimientos de adquisición adoptados en EEUU, Sprey reiteró sus principales críticas contra el concepto original de los F-35.
“La idea de una ‘navaja suiza voladora’ es como combinar un destornillador, una sierra y un martillo en una herramienta. Es obvio que no va hacer muy bien ninguna de las tres tareas”, sostuvo.
Ideado como un avión furtivo polivalente con un enfoque hacia ataques a tierra, el F-35 “es inferior” al veterano A-10 para esta tarea, señaló el experto.
Sprey explicó que para apoyar las tropas terrestres, un avión de esta clase debe poder lanzarse en medio del combate para atacar los enemigos. Si un F-35 lo hace, su ‘invisibilidad’ será nula y algún sistema de defensa aérea cercana va a abatirlo.
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Así, se ve obligado a confiar en sus sensores y cámaras para realizar ataques de alta precisión desde distancias enormes. Es un método imperfecto que “causará la muerte de los soldados estadounidenses”, advirtió.
Las capacidades furtivas limitan también la carga útil del avión, así que su rol como bombardero táctico también está reducido. Y si lleva su arsenal entero, pues, ya no es tan ‘invisible’ para los radares enemigos.
Finalmente, “un avión polivalente va pilotado por un piloto polivalente”, que se entrena para una multitud de misiones, del apoyo aéreo cercano a los bombardeos a las interceptaciones de los aviones hostiles.
“Como el avión no es apto para hacer múltiples tareas muy bien, su piloto tampoco será un maestro de ninguna de ellas”, concluyó.