Las olas de calor que se han producido en Japón y otros lugares de Asia, en Europa y en América del Norte (donde en Canadá, por ejemplo, se cancelaron actividades públicas en el verano debido a las temperaturas extremas) llegaron para quedarse, según una investigación del Instituto de Estudios Ambientales de Amsterdam. Esas zonas se ven directamente afectadas por un fenómeno especial dentro del cambio climático: el calentamiento del Ártico.
El ascenso de las temperaturas en el mundo ha reducido la circulación de las corrientes en chorro, como se llama a los flujos de aire rápido y otros grandes vientos. Eso afecta la presión de la atmósfera y, en consecuencia, la capacidad reguladora del clima, según el texto publicado en Nature. Así se verán fenómenos extremos cada vez más seguidos, e incluso “extremos muy extremos”, advirtieron Dim Coumou y sus colegas.
Los días soleados del verano serán cada vez más seguido olas de calor; el clima reseco dará lugar a incendios forestales; las lluvias traerán inundaciones. Como lo que se observó este verano, dijo Coumou a The Guardian.
“Continuarán las olas de calor, y eso es muy preocupante en particular en las latitudes medias: Europa, Estados Unidos, Rusa y China. Las olas de calor breves son agradables, pero las de largo plazo afectarán a las sociedades. Afectarán la producción agrícola. Ya este año las cosechas de muchos productos fueron menores. Las olas de calor también tienen un efecto devastador en la salud humana“, agregó.
En comparación con el resto del planeta, esas zonas sufrirán más visiblemente el calentamiento del Ártico, advirtió el estudio. A diferencia de otras investigaciones, que consideran el año entero o en particular los inviernos, la del instituto holandés se centró en el verano: “El impacto futuro del clima extremo probablemente sea más pronunciado en verano, ya que la mayor parte de la actividad ecológica y la producción agrícola sucede en esta estación”, señaló el texto.
En el verano, la sinergia entre los factores que llevan al clima extremo apunta en la dirección de hacerlo cada vez más extremo. Por ejemplo, hay mucha evidencia de que los sistemas planetarios de vientos están perdiendo su capacidad de regular la temperatura en verano.
Debido a las emisiones de gases del efecto invernadero, se reduce la desigualdad entre las temperaturas en el Ártico y en el Ecuador: según el trabajo, “el norte de la Tierra se calienta entre dos y cuatro veces más rápidamente que el promedio global”.
Los vientos intentan acumular energía y fuerza para empujar los sistemas de presión, por lo cual llega menos alivio en aire húmedo y templado del mar cuando las temperaturas suben en la tierra. Y menos alivio en la tierra cuando las temperaturas suben en el agua, como sucedió con el huracán Harvey: estacionado largamente en la costa, cobró fuerza y tuvo un efecto devastador en el interior de Texas, en lugar de debilitarse sin más.