El hidrógeno como fuente de energía es una de las alternativas para liberarnos del uso de combustibles fósiles como el petróleo o el gas natural y sus demoledores efectos medioambientales y económicos. Pero es necesario que su obtención sea limpia, esté disponible y el coste sea asumible. Cuatro empresas europeas (una alemana, una danesa y dos españolas) han abierto la puerta para que sea una realidad. Las entidades, cada una especializada en una fase del proceso de producción y distribución del hidrógeno, trabajan ya en el abastecimiento de este elemento químico, generado a partir de energías renovables, a la flota de autobuses de la ciudad alemana de Rennerod, situada al norte de Frankfurt, o a poblaciones de Escocia.

La clave para ver en nuestras ciudades coches de hidrógeno, el elemento más abundante en el universo, con mayor potencial energético, incoloro, inodoro, no tóxico, el más ligero de todos y que aporta a la atmósfera vapor de agua, en vez de dióxido de carbono, es desligarlo de los otros a los que se encuentra asociado (como el oxígeno en el caso del agua) para usarlo y mover los motores eléctricos de forma eficaz y económica.

El hidrógeno llama a la puerta

Para la obtención de hidrógeno de la molécula de agua se utiliza el calor (termolisis), electricidad (electrólisis), ambos o reacciones químicas. La fuente de energía para el proceso de producción se genera, principalmente (en más del 90%), a partir de combustibles fósiles, por lo que la dependencia de fuentes contaminantes no está resuelta. Además, se genera en las mismas instalaciones que lo consumen, por lo que no hay una red de distribución como la de la gasolina o la electricidad.

Grandes empresas como Siemens se han lanzado a desarrollar sistemas (Silyzer 200) para obtener hidrógeno a partir del excedente de la energía renovable de parques eólicos y solares y conseguir reducir emisiones de CO2, almacenar grandes cantidades y regular la distribución para hacerla constante. La Universidad de Columbia estudia la producción de hidrógeno a partir de agua salada mediante la energía solar fotovoltaica, una alternativa para las actuales plataformas petrolíferas en el mar.

A esta apuesta de los grandes se han sumado otras empresas con los mismos objetivos pero enfocado a una demanda cercana y de diversas dimensiones. Es el caso del Grupo Industrial Calvera (Zaragoza), Clantech (Sevilla), la danesa GreenHydrogen y la alemana GFW. Las cuatro entidades, especialistas en cada una de las fases de generación, almacenamiento y distribución, se han unido para desarrollar un sistema que genera hidrógeno a partir de la energía que sobra de las plantas eólicas del entorno de Rennrod y ponerlo a disposición de la flota de autobuses urbanos o de poblaciones alejadas de la red energética convencional en Escocia.

Unidad

Francisco Montalbán, creador de Clantech, ya ha montado dos hidrogeneras en España y una en Alemania. Se considera un soñador convencido de que va a convertir en realidad sus deseos y ahora lo ve claro con el proyecto de Rennrod. La clave de esta unión de empresas es que adaptan su tecnología a la dimensión del proyecto, a la demanda del cliente. “Juntos, si queremos, sale todo”, afirma.

Y la demanda del cliente crece porque ya es posible y asumible económicamente. Un grupo de localidades isleñas de Escocia han recurrido a este equipo para aprovechar el viento y las mareas para generar electricidad y, cuando esta sobra, hidrógeno que almacenan para dar combustible a una flota de vehículos compartidos.

Francisco Montalbán, creador de Clantech.
Francisco Montalbán, creador de Clantech.

El problema de las energías alternativas es qué hacer cuando esta sobra o cuando falta. Ellos aportan la solución, generar hidrógeno con el excedente y almacenarlo y distribuirlo cuando ni el viento ni las mareas son suficientes. Este gas puede ser utilizado directamente (en los vehículos) o como fuente para generar energía eléctrica.

La adecuación de su sistema a demandas particulares es el paso fundamental para un futuro próximo en el que alguien pueda no solo conducir un coche que no genera emisiones contaminantes sino también en el que se pueda abastecer de su propia electricidad, utilizando su propio vehículo de hidrógeno como central eléctrica o con un generador particular a partir de este gas embotellado en casa.

Montalbán tiene claro que este es el futuro. Y pone como ejemplo a Japón, que ha declarado como Estado que su fuente de energía principal será el hidrógeno, Dinamarca, que ha adelantado los plazos para eliminar su dependencia de combustibles fósiles, o Noruega, cuya principal empresa petrolera es la mayor inversora europea en hidrógeno.

Los precios empiezan a ser competitivos. Un kilo de hidrógeno, según relata Montalbán, puede llegar a costar lo mismo que un litro de gasolina y una pila de combustible cargada es suficiente para recorrer 500 kilómetros. La globalización de esta tecnología irá abaratando los procesos de producción y aumentando su disponibilidad, con el consiguiente beneficio medioambiental. “En cinco años, veremos ya puntos de hidrógeno en las gasolineras”, vaticina este químico. “Me gustaría poder decirle a mis hijos que contribuí a hacer un mundo mejor”, concluye.