¿Se han preguntado por qué el coronavirus está afectando de manera tan desigual a unos países y a otros? ¿Por qué, por ejemplo, Alemania, Singapur o Corea del Sur han podido contener la primera oleada? ¿Y por qué, en el otro extremo, Estados Unidos, Rusia y Brasil son ahora los tres países donde más se extiende la epidemia?
Si se detienen a pensarlo, verán que hay patrones comunes en los dos grupos. A los países que mejor han parado el golpe, el coronavirus no les pilló desprevenidos. Todos lo trataron desde el principio como una amenaza potencialmente grave.
El virus de la Covid-19 se aprovecha de quienes lo subestiman para propagarse sin obstáculos
Singapur y Corea lo esperaban desde hacía años, porque habían sufrido brotes graves del SARS y del MERS y sabían que antes o después llegaría otro coronavirus. En Alemania, el hoy famoso Christian Drosten, uno de los máximos expertos mundiales en este tipo de virus, vio venir la tormenta y desarrolló a mediados de enero el primer test del mundo de detección del SARS-CoV-2. España, que sacrificó su sistema de investigación en nombre de la austeridad, no tuvo la misma capacidad de reacción.
¿Pero qué tienen en común los países donde el coronavirus más se ha extendido? Un analfabetismo del riesgo, eso es lo que les une. La incapacidad de valorar el riesgo correctamente. En España y en Italia estábamos convencidos a principios de febrero que aquí no habría ningún Wuhan. Que, si llegaba algún caso aislado, nuestro sistema sanitario, tan elogiado en los discursos y tan recortado en los presupuestos, lo controlaría. En aquel momento aún no sabíamos que quienes contraen la infección pueden contagiar a otros antes de tener síntomas. Pensábamos que el nuevo coronavirus se comportaría como el del SARS, que sólo se transmite después de que hayan aparecido los síntomas. Pero no pongamos excusas. Nos equivocamos. Aprendimos la lección por la vía dura.
Otros países se resisten aún a aprenderla. ¿Qué tienen en común Rusia, Brasil y EE.UU. para haberse convertido ahora en grandes campos de expansión de la Covid-19? El negacionismo de sus líderes. Vladímir Putin rectificó tarde, porque quería celebrar las elecciones del 26 de abril que debían cronificarle en el poder; cuando se dio cuenta de que debía suspenderlas, el virus ya había tomado Moscú. Donald Trump y Jair Bolsonaro no han rectificado. Y del mismo modo que negar el cambio climático lo agrava, porque impide tomar medidas para combatirlo, negar la gravedad del coronavirus favorece su propagación.
No sólo en Estados Unidos y en Brasil. También aquí. En cualquier lugar donde haya un líder político que subestime el coronavirus, que quiera precipitarse en la desescalada en nombre de la economía, lo estará ayudando a encontrar nuevas víctimas. Porque, si algo hemos aprendido de este virus, es que ataca a traición. No es un orco como el virus del ébola, que viene de frente mostrando toda su agresividad. El coronavirus es un Gollum. Ataca a quienes lo subestiman.