Las gomitas Fit se parecen a los comestibles de marihuana habituales: cuadrados anaranjados con una capa de azúcar, que se venden en un envase que es una mezcla de los colores brillantes de una bolsa de caramelos y la esterilidad de un frasco de analgésicos.
Sin embargo, estos comestibles prometen algo diferente: no te drogarán, sino que te ayudarán a seguir una dieta. O, como dice la empresa que los fabrica, “te ayudarán a interrumpir los hábitos alimentarios poco recomendables y te devolverán el control de tu alimentación”. Pero la ciencia que hay detrás de estas nuevas gomitas es turbia.
Las gomitas Fit que vende Wana Brands, una empresa de comestibles bien establecida, solo están disponibles en Colorado, el estado natal de Wana (por ahora). Uno de los ingredientes es la tetrahidrocannabivarina, conocida como THCV, que podría ser la próxima gran novedad del cannabis.
La THCV es uno de los compuestos que se encuentran en la planta de la marihuana, pero no parece tener efectos psicoactivos. Algunos estudios han demostrado que la THCV puede tener un efecto sobre el apetito y la diabetes.
El cannabis se asocia desde hace mucho tiempo con el apetito por los “antojos”, por lo que resulta sorprendente que se venda una forma del mismo como ayuda para la dieta. Pero las gomitas Fit son menos anómalas de lo que parecen. A medida que más estados han legalizado el cannabis en Estados Unidos, las empresas que lo venden han desarrollado una gama cada vez más amplia de productos, muchos de los cuales responden al deseo de superación de la sociedad moderna.
En la actualidad, las promesas de los comercializadores de marihuana son múltiples: el cannabis puede ayudar a conciliar el sueño, con la libido, con la concentración o con la sociabilidad; puede servir para empezar el día, terminarlo o prolongarlo.
Los materiales publicitarios de Wana afirman que los beneficios del producto para el control de peso están probados por un ensayo clínico de 2021 que fue encargado por su socio en el desarrollo de la gomita, ECS Brands, y apoyado por los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por su sigla en inglés). Según el sitio web de Wana, “el ensayo clínico de 90 días en humanos, finalizado hace poco y apoyado por los NIH, reveló que cien de los cien participantes en el estudio perdieron peso sin hacer ejercicio ni cambiar los valores del gasto calórico diario”.
La hoja informativa de ECS Brands sobre el ensayo dice que se realizó bajo la dirección de la Clínica Mayo.
Tanto los NIH como la Clínica Mayo declararon que no tenían constancia del ensayo, ni está registrado en ClinicalTrials.gov. Arthur Jaffee, fundador y director general de ECS Brands, insistió en que los NIH participaron en el proceso y atribuyó la discrepancia a un “problema de papeleo” y afirmó: “Confiamos plenamente en que todo lo que hicimos es correcto y verdadero”.
Los resultados del ensayo no se han publicado en una revista científica ni han sido revisados por expertos.
“A pesar de la falta de ensayos controlados aleatorios, considerados el ‘estándar de oro’ para los productos farmacéuticos, existe una gran demanda de los consumidores de productos de cannabis que aprovechan los innumerables beneficios potenciales que la planta puede proporcionar”, escribió en una declaración enviada por correo electrónico Mike Hennesy, vicepresidente de innovación de Wana Brands.
En la industria de la marihuana, “la ciencia está muy rezagada con respecto a la mercadotecnia y el consumo público”, opinó Margaret Haney, directora del Laboratorio de Investigación de Cannabis y codirectora del Centro de Investigación de Uso de Sustancias en el Centro Médico de la Universidad de Columbia. “Las empresas se han precipitado a hacer todo tipo de afirmaciones”.
Innovación en los productos
A medida que el mercado de la marihuana se expande —36 estados han legalizado las ventas médicas de la droga y 18 lo han hecho para las ventas recreativas—, las empresas están ideando nuevas formas de atraer clientes.
Donde fumar un porro antes significaba renunciar al control y realizar el equivalente psicológico de tirar espaguetis a la pared, hoy la experiencia puede ser mucho más mesurada y, según muchas empresas de cannabis, incluso dirigida.
Dosist, en California, vende productos con nombres simples como “dormir”, “felicidad”, “despertar” y “calma”.
La idea, según Anne-Marie Dacyshyn, presidenta de la empresa, es que el producto Dosist pueda ayudar al usuario a “funcionar a un nivel aún mejor”.
“Estos son productos que lo ayudan a desempeñarse y a mantenerse activo y elevado en sus rutinas diarias”, explicó Dacyshyn en una llamada de Zoom.
Jason DeLand, presidente ejecutivo de Dosist, dijo que ve a otras empresas del rubro de la compañía igual que a otros negocios de estilo de vida y bienestar, como Peloton, la compañía de equipos de ejercicio, o Hims and Hers, la compañía de telesalud.
A pesar del lenguaje de marca que presenta palabras como “control”, “fórmula” y “preciso”, DeLand no pretende ser científico. “No voy a trabajar con universidades y tratar de obtener ciencia arbitrada”, agregó. “No estamos trabajando en un carácter de investigación farmacéutica con la FDA”.
En cambio, la empresa recopila datos a partir de encuestas a los usuarios, haciendo preguntas como: ¿A qué sabía el producto? ¿Cómo has dormido? Esa retroalimentación de los consumidores se convierte en uno de los factores en la forma en que Dosist categoriza los productos.
El uso del cannabis para tratar una serie de dolencias se remonta a mucho antes de su reciente legalización. Durante miles de años, la gente lo ha consumido para tratar enfermedades como la epilepsia, el glaucoma, el insomnio, las náuseas y el dolor, entre otras.
Según un resumen de Marc-Antoine Crocq, que estudia la historia de la psiquiatría y la psicofarmacología en la Universidad de la Alta Alsacia en Mulhouse, Francia, las menciones al cannabis aparecen en textos antiguos de la India, Egipto y el Imperio Romano. Crocq escribe que la reina Victoria tomaba cannabis para los dolores menstruales, y la emperatriz Sisi de Austria descubrió que le aliviaba la tos.
En los últimos años, los partidarios de la legalización de la marihuana han aprovechado la narrativa medicinal de la droga para promover su causa. Y su legalización no se ha limitado a los estados de tendencia liberal; Florida, Arizona y Utah permiten la venta de marihuana medicinal.
Pero a pesar de que se comercializa ampliamente como medicina, el cannabis ha logrado pocos avances con la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por su sigla en inglés). El estatus de la marihuana como droga ilegal a nivel federal ha dificultado las pruebas de las aplicaciones médicas de la planta. La FDA también ha dicho que la regularidad —en calidad y en dosis— es un reto con el cannabis.
La planta de cannabis está formada por diferentes compuestos, incluidos los cannabinoides, de los que se han identificado al menos 125. Uno de ellos es el tetrahidrocannabinol, o THC, que se descubrió en la década de 1960 y es responsable de los efectos psicoactivos de la marihuana. Otro es el cannabidiol, o CBD, un producto estrella de la industria del bienestar que se ha incorporado a alimentos, bebidas, golosinas para perros, supositorios y productos para el cuidado de la piel y maquillaje.
Hasta ahora, la FDA solo ha aprobado un medicamento que contiene CBD: Epidiolex, un producto que trata trastornos convulsivos poco comunes. El THC natural no tiene ningún uso aprobado.
Eso no ha impedido que las empresas que venden cannabis prometan que sus productos reducirán la ansiedad, la depresión, la inflamación, el dolor y el insomnio (y en el caso del CBD, todo ello sin que el consumidor se drogue). Pero la investigación no avanza a la misma velocidad que estas promesas.
Como droga de clasificación 1, la Administración de Control de Drogas (DEA, por su sigla en inglés) considera que la marihuana tiene un alto potencial de abuso. La DEA clasifica las drogas en cinco grupos “según el uso médico aceptable de la droga y el potencial de abuso o dependencia de la misma”, y la marihuana está en una categoría de mayor riesgo que la oxicodona, el fentanilo y el Adderall (anfetamina y dextroanfetamina).
Para estudiar la droga, los investigadores tienen que obtener una licencia de clasificación 1 de la DEA.
“Hay una sala a la que entro con mi huella digital”, señaló Haney sobre el lugar donde se almacena la marihuana que utiliza en los experimentos. “Cuando la gente fuma, tengo que guardar los cogollos. No puedo dejar que desaparezca un solo trozo de cannabis”.
Otro de los retos a los que se enfrenta a la hora de realizar estudios es el abastecimiento. Antes de los cambios que entraron en vigor en mayo, solo un lugar podía suministrar la marihuana para los experimentos aprobados por el gobierno: la Universidad de Misisipi, a la que el gobierno paga por cultivar y almacenar la marihuana.
“No es la que está usando el consumidor; es cannabis cultivado por el gobierno que nadie consume”, afirmó Ariana Nelson, profesora asociada de Anestesiología y Medicina del Dolor en la Universidad de California, campus Irvine. “No refleja con exactitud los beneficios o perjuicios del cannabis que se emplea en los estados donde se ha legalizado”.
Nelson, que trabaja en una universidad financiada por el estado, dijo que le sería casi imposible conseguir la aprobación para un estudio sobre el cannabis que no fuera epidemiológico o centrado en la seguridad debido a las preocupaciones de responsabilidad.
“Las empresas tendrían que gastar mucho dinero para proporcionarle a la FDA todo lo que necesita”, dijo Haney. “Parece que no necesitan hacerlo. Pueden lanzarse, decir lo que quieran y ganar dinero a manos llenas”.
A pesar de la falta de pruebas acerca de los poderes curativos del THC y el CBD, los clientes han acudido en masa a comprar los productos que contienen cannabinoides. El mercado mundial del cannabis fue valuado en 22.000 millones de dólares en 2020, según la empresa de investigación Mordor Intelligence.
Sin duda, una parte de ese mercado está formada por consumidores que quieren drogarse por diversión. Pero muchos clientes también buscan resolver dolencias médicas, dormir mejor, aumentar su libido, equilibrar los cambios de ánimo o controlar el dolor.
Algunos de ellos pueden recurrir al cannabis debido a los precios prohibitivos de ciertos medicamentos, a la falta de acceso a los mismos o a la desconfianza en la industria farmacéutica, dijo Lucas Richert, historiador de las drogas y los medicamentos en la Facultad de Farmacia de la Universidad de Wisconsin-Madison y editor de Cannabis: Global Histories.
“Quieren utilizar lo que perciben como productos más naturales u orgánicos que no provienen de lo que perciben como la industria farmacéutica o la medicina convencional”, dijo Richert.
Aunque hay estudios que demuestran que el cannabis puede ayudar con ciertas condiciones médicas, las evidencias científicas son limitadas. Por ejemplo, el cannabis se comercializa a menudo como analgésico, y algunas empresas llegan a afirmar que puede sustituir a los opioides. Pero la eficacia del fármaco en el tratamiento del dolor es incierta.
“Especialmente con el cannabis más potente, hay pruebas de que con mayores cantidades de THC, los pacientes realmente experimentan su dolor de una manera más disfórica”, dijo Nelson. “Hay un efecto dependiente de la dosis. Hay un punto ideal que disminuye el dolor, pero el THC también puede aumentar la experiencia del dolor”.
Algún día, los investigadores y los médicos esperan que la ciencia se ponga a la altura de la demanda y los consumidores puedan comprar cannabis sabiendo exactamente cuánto consumir y qué efecto tendrá.
“¿Existe un futuro en el que la gente podrá comprar productos de cannabis dirigidos a necesidades específicas?”, se preguntó Nelson. “Definitivamente. Ya lo tendríamos si el cannabis se reclasificara. Pueden citarme. No me importa si la policía federal viene por mí. Es ridículo”.
La investigación
Las gomitas Fit de Wana Brands afirman dirigirse a un tipo de receptor del cuerpo humano llamado CB1, que forma parte del sistema endocannabinoide.
Este sistema se descubrió a principios de la década de 1990. Los receptores de la red están influenciados por los cannabinoides que se encuentran tanto en el cuerpo como fuera de él (como el THC y la THCV). En general, el sistema está implicado en el procesamiento emocional, el sueño, el control del dolor y la alimentación.
Debido a que el sistema es un descubrimiento reciente, todavía hay mucho que aprender sobre él. “Hasta qué punto el sistema endocannabinoide puede aliviar las afecciones físicas o psiquiátricas es algo que aún no se conoce bien”, afirmó Amir Englund, psicofarmacólogo especializado en cannabinoides del King’s College de Londres. “Si se interfiere con el sistema endocannabinoide, se puede interferir con otros sistemas. No sabemos hasta qué punto y depende del individuo”.
El cannabinoide THCV fue descubierto por los científicos en 1970. “La THCV parece ser un antagonista neutro”, explicó Roger Pertwee, uno de los científicos que descubrió la THCV y el sistema endocannabinoide, y profesor emérito del Instituto de Ciencias Médicas de la Universidad de Aberdeen, en Escocia. Esto significa que la THCV bloquea el receptor CB1 e impide que otros cannabinoides se unan a él, pero no desactiva la actividad de fondo del propio receptor.
Pertwee dijo que existen pruebas en experimentos con animales de que el bloqueo del CB1 podría ser eficaz para reducir la obesidad y el apetito.
Pero se han realizado pocas pruebas clínicas para comprobar esta teoría.
“Lo que es muy importante, y no estoy seguro de que se hagan lo suficientemente bien, es que se realicen ensayos clínicos con cualquier producto concreto para evaluar sus beneficios y sus riesgos, y entonces se podría decir si se permite o no”, comentó Pertwee. “Que se hagan experimentos en ratones y ratas es una cosa. Pero hay que hacerlo con humanos”.
No es la primera vez que una empresa intenta crear un producto para el control de peso actuando sobre el receptor CB1. El rimonabant, un fármaco sintético aprobado en Europa en 2006, fue efectivo para provocar la pérdida de peso y controlar los niveles de glucosa en sangre. También provocó efectos secundarios como náuseas, infecciones de las vías respiratorias superiores, depresión e ideas suicidas, y fue retirado del mercado en 2008.
Hennesy, de Wana Brands, dijo que las gomitas Fit no causan los mismos efectos secundarios que el rimonabant.
Wana y ECS Brands facilitaron a The New York Times un informe de investigación para respaldar sus afirmaciones. Los autores que figuran en él son Jason Hastings, director científico de ECS Brands, y Alex Buettner, consultor especializado en datos, tecnología y análisis estadístico. (ECS Brands proporcionó a Wana Brands el concentrado de cannabinoides que se utiliza en la gomita Fit).
ECS Brands dijo que Melanie Montgomery y una empresa llamada Clinical Studies US realizaron el ensayo. Los NIH no tienen constancia de ninguna de las dos.
Una persona llamada Melonie Montgomery registró el sitio web de Clinical Studies US en 2016. El sitio dice que la compañía ha proporcionado “conocimientos expertos sobre la hidratación intracelular al equipo ganador del Premio Nobel”.
El Times intentó ponerse en contacto con Montgomery por teléfono y por correo electrónico para verificar la información dada por ECS. Un correo electrónico sin firma devuelto por una persona que se identificaba como asistente de Montgomery decía que Montgomery no estaba disponible y que “no trabajamos con los NIH”.
El correo electrónico también decía que Montgomery “no tiene ninguna afiliación con la Clínica Mayo”. Cuando se le pidió que proporcionara otro ejemplo de trabajo realizado por Clinical Trials US, el remitente del correo electrónico escribió: “No somos propietarios de ninguno de los estudios que realizamos, por lo que no tenemos los derechos para proporcionárselos”.
Los expertos entrevistados para este artículo, entre los que se encontraban investigadores y clínicos especializados en cannabis y farmacología, detectaron varias señales de alarma en el documento. Por un lado, el documento afirma que su estudio fue patrocinado por los Institutos Nacionales de Salud, algo que los NIH negaron. El documento no menciona la supervisión ética y no parece haber sido aprobado por una junta de revisión institucional, un tipo de grupo que revisa los ensayos clínicos con el fin de proteger a los sujetos de la investigación humana.
ECS Brands dijo en una llamada telefónica que el estudio fue aprobado por una junta de revisión, pero no quiso dar más detalles ni confirmar esa información por escrito.
Los expertos también señalaron que el documento no indica dónde se realizó el ensayo ni cómo se reclutaron los participantes.
Y, según ellos, las cifras parecen demasiado buenas para ser ciertas.
En los materiales publicitarios, ECS Brands afirma que cien de los cien participantes que tomaron su producto perdieron peso.
“He visto muy pocos estudios en los que algo funcione el cien por ciento de las veces”, aseguró Englund.
El material de marketing de ECS Brands también dice que su producto condujo a una reducción del 61 por ciento en el hambre; una reducción del 52 por ciento en la ansiedad; un aumento del 18 por ciento en la felicidad; una disminución del 39 por ciento en el apetito; un 40 por ciento menos de antojos de alimentos; un 50 por ciento menos de deseo frecuente de medicamentos para el dolor de venta libre como Advil, Tylenol, ibuprofeno; una disminución del 39 por ciento en el deseo de alimentos dulces; y una disminución del 39 por ciento en el deseo de alimentos salados.
“El estudio se formateó intencionadamente para cubrir una amplia gama de efectos”, dijo Jaffee, de ECS Brands. “Queríamos aprender lo máximo posible para prepararnos para estudios posteriores”.
Los científicos del campo del cannabis ven mucho potencial para la planta, y para la THCV en particular. Pero por ahora, según muchos expertos médicos y científicos, la mercadotecnia va muy por delante de la investigación, lo que significa que las empresas hacen promesas sobre sus productos con pocas pruebas.
Las gomitas Fit de Wana no son diferentes, según los expertos consultados para este artículo. “Esto es contorsionar la ciencia para ganar dinero”, dijo Haney. “Si funciona, haz el estudio adecuado y publica los datos. Deja que tus colegas revisen los hallazgos. Podría descubrirse algo realmente interesante, pero no me creo esta historia”.