Hace 252 millones de años, faltó poco para que la Tierra muriera.
En los océanos, se extinguió el 96 por ciento de todas las especies. Es más difícil determinar cuántas especies terrestres desaparecieron, pero la pérdida fue similar.
Esta extinción masiva al final del Pérmico fue la peor en la historia de este planeta y sucedió, cuando mucho, a lo largo de unos cuantos miles de años, en un abrir y cerrar de ojos en términos geológicos.
El 6 de diciembre, un grupo de científicos proporcionó un recuento detallado de la forma en que la vida marina fue eliminada durante la extinción masiva del Pérmico-Triásico. Los científicos afirman que el calentamiento global le quitó el oxígeno a los océanos y colocó a muchas especies bajo tanta presión que estas comenzaron a morir.
Además, los científicos advierten que tal vez estamos repitiendo el proceso. Si es así, entonces el cambio climático está “firmemente ubicado en la categoría de los eventos catastróficos de extinción”, señaló Curtis Deutsch, científico especialista en Ciencias de la Tierra de la Universidad de Washington y coautor de este nuevo estudio, publicado en la revista Science.
Los investigadores conocen desde hace mucho tiempo los sucesos generales del cataclismo del Pérmico-Triásico. Justo antes de las extinciones, los volcanes de lo que ahora es Siberia hicieron erupción a gran escala. El magma y la lava que arrojaron produjeron enormes cantidades de dióxido de carbono.
Ya que estaba en la atmósfera, el gas retuvo calor. Los investigadores calculan que la superficie del océano se calentó al menos 8 grados Celsius. Algunos investigadores sostienen que el calor por sí solo acabó con muchas especies.
Otros creen que el calentamiento redujo el oxígeno del océano y asfixió a las especies que vivían ahí. Al parecer se formaron rocas durante la extinción masiva cuando le faltó oxígeno al menos a una parte del océano.
En investigaciones anteriores, Deutsch ha analizado la forma en que los animales vivos se adaptan a los niveles de temperatura y oxígeno del mar. Por ejemplo, los animales que poseen un metabolismo rápido necesitan mucho oxígeno, entonces no pueden vivir en las partes del océano donde el oxígeno desciende por debajo de un límite determinado.
El agua cálida dificulta todavía más este reto. Cuando el agua es más cálida, no puede retener tanto oxígeno disuelto como el agua fría. Y aun peor: el agua cálida también puede aumentar el metabolismo de los animales, lo que significa que requieren de más oxígeno para mantenerse vivos.
Por ejemplo, el bacalao no se encuentra debajo de una latitud que va más o menos desde Nueva Inglaterra hasta España. Al sur de esa línea, el calor y el bajo nivel de oxígeno generan demasiada presión para esa especie.
Deutsch y Justin Penn, un estudiante de posgrado, hicieron una recreación del mundo al final del Pérmico con una simulación de computadora a gran escala, que completaron con una atmósfera que retiene el calor y un océano que fluye.
Cuando los volcanes de Siberia colmaron la atmósfera virtual con dióxido de carbono, la atmósfera se calentó. El océano también se calentó y, según el modelo, empezó a perder oxígeno.
Algunas partes perdieron más oxígeno que otras. Por ejemplo, en la superficie, las algas fotosintéticas producían oxígeno fresco. Este modelo demostró que a medida que el océano se calentaba, sus corrientes de circulación también eran más lentas.
El agua que tenía poco oxígeno se fue al fondo de los océanos y, poco después, las profundidades estaban sofocadas.
Seguramente el aumento de las temperaturas y el descenso del oxígeno hicieron inhabitables enormes franjas de los océanos. Algunas especies sobrevivieron aquí y allá, pero la mayor parte desapareció por completo.
“Todos estaban perdiendo gran parte de su hábitat, lo que generaba el riesgo de su extinción”, comentó Deutsch. “Pero el riesgo era en realidad mayor en los lugares fríos; eso fue un poco sorprendente”.
Uno podría esperar que los animales cerca del ecuador estuvieran en mayor riesgo debido a que el agua era cálida desde un inicio. Sin embargo, el modelo de Deutsch propuso un tipo de apocalipsis muy diferente.
Los animales que vivían en agua fría con mucho oxígeno no pudieron soportar el descenso repentino del oxígeno, mientras que los que vivían en aguas tropicales ya estaban adaptados al poco oxígeno. Y las especies de agua fría no encontraron refugio en ningún otro lugar.
Para poner a prueba su simulación, los investigadores colaboraron con Jonathan Payne y Erik Sperling, paleontólogos en la Universidad de Stanford. Revisaron una enorme base de datos de fósiles en internet para graficar los riesgos de extinción en diferentes latitudes durante la catástrofe.
Cuando terminaron su análisis, enviaron su gráfica a Seattle. Deutsch y Penn la compararon con la predicción de su modelo de computadora.
Estas coincidieron. “Fue el momento más emocionante de mi vida como científico”, recordó Deutsch.
Michael Benton, paleontólogo en la Universidad de Bristol, Inglaterra, quien no participó en el estudio, afirmó que esto aclaró el papel del calor y el oxígeno como causas de la extinción masiva. “Este es un claro ejemplo de que, evidentemente, tienen una relación”, comentó.
El nuevo estudio plantea una alerta importante para los seres humanos en los siglos por venir.
A la larga, los volcanes de Siberia arrojaron mucho más dióxido de carbono a la atmósfera que el que jamás emitiremos al quemar combustibles fósiles. No obstante, nuestra tasa anual de emisiones de carbono es, de hecho, más alta.
El carbono que hemos emitido durante los dos últimos siglos ya ha calentado la atmósfera, y el océano ha absorbido gran parte de ese calor. Además, ahora, al igual que durante la extinción del Pérmico-Triásico, el océano está perdiendo oxígeno. Durante los últimos cincuenta años, los niveles de oxígeno han disminuido en un dos por ciento.
“La forma en que el sistema de la Tierra está respondiendo ahora a la acumulación de CO2 es exactamente la misma que hemos visto anteriormente”, señaló Lee Kump, geocientífico en la Universidad Estatal de Pensilvania.
Depende de nosotros qué tanto más se calentará el planeta. Se necesitará un enorme esfuerzo internacional para que este aumento se mantenga por debajo de los menos 15 grados Celsius, aproximadamente.
Si seguimos usando todos los combustibles fósiles en la Tierra, esta podría calentarse hasta 8 grados Celsius para el año 2300.
Conforme se caliente el océano, sus niveles de oxígeno seguirán bajando. Si algo nos puede enseñar la historia antigua, es que las consecuencias para la vida —en especial la vida marina en las partes más frías del océano— serán desastrosas.
“Si no lo controlamos, el calentamiento global pondrá nuestro futuro en la misma dimensión que algunos de los peores eventos de la historia geológica”, afirmó Deutsch.