Para Ricky Zehrer es importante subrayar que el autismo “no es un trastorno del desarrollo”. “Uno nace con autismo. El cerebro funciona un poco diferente que en el caso de una persona no autista. Desde mi punto de vista, se trata sobre todo de una cuestión de la percepción y de cómo un autista filtra las impresiones”, explica con motivo del Día Mundial de la Concienciación sobre el Autismo.
Nuestro cerebro procesa unos once millones de impresiones por segundo, pero solo percibimos conscientemente cerca de 40. Puesto que nuestro cerebro no puede clasificar y procesar toda la información que le llega a diario, la selecciona y filtra.
Autistas, como Zehrer, carecen de este tipo de filtro o filtran en menor grado: “Prácticamente todo lo que veo, siento o vivo me es servido sin haber sido diluido previamente, y yo tengo que arreglármelas”, dice a DW. Este exceso de estímulos sensoriales es un estrés permanente.
Autistas intentan evitar “excesos”
Los estímulos que pueden causar problemas a un autista varían de persona en persona. Zehrer señala que la primera medida importante para superar el día a día consiste en evitar un exceso de estímulos.
“Yo solo salgo con lentes de sol. En el auto uso vidrios polarizados”, cuenta Zehrer, que es extremadamente sensible a la luz. Y prosigue: “Otras personas con autismo no tienen problemas en pararse delante de un faro. Algunas no soportan el contacto visual, y otras miran fijamente a las personas”.
Estímulos controlados
Asimismo, muchos autistas reaccionan de forma extrema a los sonidos, y buscan protegerse de un exceso de estímulos auditivos para evitar que se produzca un caos en su cerebro.
Algunos usan auriculares con cancelación de ruido, apunta Zehrer, y agrega que otros practican el comportamiento autoestimulatorio: la repetición de movimientos o sonidos, como balancearse, saltar, contar o chasquear con los dedos. Así, un estímulo controlado se sobrepone a uno molesto.
Cuando salir se convierte en un problema
Ricky Zehrer explica por qué muchas personas con su condición también tienen grandes problemas para socializar con otros: “Cada estímulo es como agua que se vierte en un lavabo. Puede tratarse de un dedal lleno de agua, de una tasa o de una cubeta. En el caso de una persona no autista puedo verter una gran cantidad de agua en el lavabo, porque ésta se va por el desagüe. En el caso del autista, en cambio, el desagüe se atasca”. Y el nivel de estrés sigue aumentando.
Mirar a los ojos
A algunos autistas, cuenta Zehrer, les cuesta soportar la mirada de otras personas. De ahí que la joven goce de la compañía de una amiga ciega, puesto que no tiene que mirarle a los ojos.
“Esa parte de la cara se mueve constantemente, veo cada movimiento, contracción, parpadeo. Es demasiado, y no me puedo concentrar en nada”, aclara.
Autistas y sentimientos
Los autistas suelen ser personas frías, creen muchos. Zehrer explica que, por lo general, no carecen de sentimientos, sino que experimentan demasiados sentimientos: “También los sentimientos son estímulos. Algunos autistas ni siquiera saben lo que sienten en un determinado momento”. Falta el tiempo para clasificar y ordenar el caos sentimental, agrega.
La hiperconcentración
Puesto que los autistas intentan reducir los estímulos exteriores lo más posible, también son capaces de concentrarse en una sola cosa.
La llamada hiperconcentración puede tener consecuencias negativas para las personas con esta condición, por ejemplo, porque no sienten hambre o sed, independientemente de si hace calor o frío.
Sin embargo, la hiperconcentración también les sirve, por ejemplo, para solucionar complicados cálculos matemáticos o desarrollar un software. De ahí que, hoy día, muchas empresas de alta tecnología contraten a autistas.
Ricky Zehrer llega a la conclusión de que no existen las condiciones ideales para las personas con autismo. No obstante, recomienda el uso de un reloj que mida la presión y el pulso, importantes indicadores del nivel de estrés.
(vt/elm)