El 1 de junio, gracias a una enorme inversión y a la colaboración de los grandes laboratorios, Estados Unidos alcanzaba el 40% de población totalmente vacunada contra el coronavirus.
Tal vez la cifra ahora se nos quede corta, pero en su momento destacaba por encima de la mayoría de los demás países occidentales: Reino Unido andaba por el 38%, Canadá apenas superaba el 5% y España alcanzaba un 20,71% que nos sonaba a agua bendita justo antes de un verano prometedor que se acabó complicando.
En el mundo, solo Israel, con casi un 60% de la población vacunada, podía presumir de mayor eficacia… aunque con una población muchísimo menor y, por lo tanto, más accesible.
¿Cuál es la situación tres meses y medio después? Bueno, como sabemos, España ha superado el 75%, lo cual, sin duda, nos ha ahorrado un buen montón de muertes durante la ola de verano.
Tanto Reino Unido como Canadá se han instalado ampliamente por encima del 65%, su objetivo de partida. En general, todo el planeta sigue vacunando a buen ritmo, sin apenas pausa.
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Las razones son varias: desconfianza ante una recomendación estatal, creencias religiosas, miedo puro y duro ante supuestos efectos secundarios de las distintas vacunas…
El caso es que, por mucho que se volcara el propio presidente Joe Biden en la campaña de vacunación, esta ha resultado un fracaso como tal: se ha vacunado en seguida a todos aquellos que confiaban desde el inicio en el medicamento… y no se ha convencido a prácticamente nadie más.
Hasta 18 estados de la unión están aún a las puertas del 50% de vacunados, casi todos en el centro y el sur del país, precisamente donde más duro está golpeando la variante delta.
La buena noticia para Estados Unidos es que su ola de verano parece ir remitiendo. Tras más de dos meses y medio de subidas en el número de contagios diarios, pasando de los 12.000 del 19 de junio a los 165.637 del 1 de septiembre (hablamos de medias semanales), los casos parecen haberse estancado en torno a los 150.000 diarios.
No es un estancamiento homogéneo, pues en Montana, Ohio, Virginia Occidental, Dakota del Norte, Idaho y otros cuatro estados, el crecimiento sigue superando el 40% cada dos semanas. Destaco estos cinco porque coinciden en no haber vacunado al 50% de su población. En Idaho, de hecho, acaban de llegar al 40%. El riesgo de que los síntomas se agraven, como sabemos, son mucho mayores.
Con todo, hay 11 estados que superan todavía los mil casos por cien mil habitantes cada catorce días. Solo en tres de ellos, los datos están empezando a mejorar. Las hospitalizaciones, que en España tan lejos quedaron respecto a otras olas, en Estados Unidos se han quedado muy cerca de lo que vimos el pasado invierno, superando con mucho los datos de la primera oleada de marzo de 2020.
De hecho, aún hay casi cien mil hospitalizados en todo el país. Sólo entre Texas y Florida -una población conjunta muy similar a la de España- ocupan una cama de hospital más de 26.000 personas. El récord en nuestro país durante esta quinta ola estuvo en los poco más de diez mil que se alcanzaron a principios de agosto.
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Lo que más preocupa, lógicamente, es el número de muertos que se pueda alcanzar. Ya sabemos, porque lo hemos vivido en nuestras carnes, que hay un intervalo importante entre los máximos de cada uno de los parámetros… y que el de fallecidos es el que más tarda en alcanzarse.
Que la vacunación se haya estancado en torno al 55% es una pésima noticia, pero no deja de indicar que la mitad de los habitantes de Estados Unidos presentan alguna protección contra la Covid-19. Eso se nota en las estadísticas de fallecidos, aunque no tanto como en España, donde han muerto aproximadamente cinco mil personas en esta ola… después de más de un millón de casos.
En Estados Unidos son 682.000 los fallecidos desde el inicio de la pandemia por complicaciones derivadas del coronavirus -110.000 entre Florida y Texas, de nuevo, cifras similares a las españolas si los españoles hubiéramos contado todo desde el principio-.
Actualmente, la media diaria de fallecidos está en 1.888, según el CDC. Es aproximadamente la mitad de lo que vimos en enero, pero siete veces más de los 255 con los que empezamos el mes de julio. Un crecimiento que se sigue apreciando en varios estados, generalmente los menos vacunados.
Excepto Florida, donde el virus se ha cebado con una población envejecida, en los otros quince estados con mayor mortalidad por habitante, la vacunación no ha llegado al 50%. Si volvemos a la unión con Texas, entre los dos estados suman ahora mismo unos 610 fallecidos al día. En España, no llegan a cien, cifra que también se alcanza en California con menos de la mitad de población.
Por el contrario, de los once estados que superan el 60% de vacunados -prácticamente todos ubicados en la costa este-, seis están entre los diez que menos mortalidad registran actualmente.
Como se puede ver en el gráfico superior, lo de este verano en Florida ha sido muy grave, con récords de casos, hospitalizados y fallecidos en un estado ya golpeado anteriormente por la enfermedad.
Si se observa una bajada radical en los últimos días es simplemente porque aún no están fechadas las defunciones correspondientes a esos días. Si esto pasa en un estado con una vacunación media (55%), ¿qué no pasará en los estados de mayoría negacionista?
Mientras la mitad de americanos sigan decididos a no vacunarse, la pesadilla de la Covid-19 continuará en su país durante meses y años. No hay inmunidad de grupo posible con esos porcentajes y la mayoría de los estados más afectados no aplican medidas de seguridad básicas como el uso de mascarillas en interiores.
Dada la importancia de Estados Unidos en las comunicaciones internacionales, estos datos no dejan de preocuparnos.
Se repite que no habrá fin de la pandemia hasta que el tercer mundo acceda a las vacunas, pero, a corto plazo, esto nos afecta aún más. Sin vacunas y sin medidas, es complicado que el virus desaparezca por arte de magia o que las nuevas variantes no provoquen nuevos estallidos.
Se diría aquello de “a la fuerza se aprende”, pero si tras casi setecientos mil muertos, seguimos en estas, es difícil ver cambios de importancia en el futuro más cercano.