Una de las primeras felicitaciones públicas que recibió Sebastián Piñera, presidente de Chile, tras desmarcarse del Pacto Mundial sobre Inmigración de Naciones Unidas fue la del ultraderechista José Antonio Kast, cuarto candidato más votado en las elecciones presidenciales chilenas de 2017. Era justo el mensaje que viene repitiendo él desde hace años: la inmigración es “un grave peligro para la nación”. Se cerraba así una improvisada pero ni mucho menos imprevisible alianza en el continente americano encargada de sembrar miedo, intransigencia y odio.
“Queremos tener una política de inmigración que cierre las puertas de nuestro país a quienes vienen a causarnos daño”, explicaba Piñera, atemorizando a la población, “como por ejemplo, los que vienen a cometer delitos, los narcotraficantes, los que hacen tratas con personas o el crimen organizado”.
A Piñera le succiona Kast desde su derecha, y eso esclarece que esta ruta de la alianza antimigratoria de Estados Unidos, Chile y Brasil se apoye en la buena sintonía entre los líderes de extrema derecha suramericanos. Han ido abriendo camino para seguir el discurso de Trump contra los inmigrantes.
Además, la alianza viene marcada también por la huella de los Chicago Boys, aquel equipo de economistas santiaguinos moldeados en Illinois cuando el gigante estadounidense decidió que en Suramérica había que cambiar el paradigma.
En Brasil, Jair Bolsonaro reconfirmó al secretario de estado de los Estados Unidos, Mike Pompeo –que asistió a la toma de posesión– que la alianza antimigratoria es solemne.
A lo largo de los últimos meses, el nuevo presidente ha demostrado en numerosas ocasiones sus opiniones acerca de los migrantes. Respecto a la crisis migratoria venezolana, que ya ha llevado a cruzar la frontera del estado de Roraima a decenas de miles de personas, el nuevo presidente Brasileño ha declarado que se podría sopesar la creación de campos de refugiados.
“Y hacer un rígido control”, remarcó durante la transición gubernamental, una vez que había ganado las elecciones. “Hay gente huyendo del hambre y la dictadura, y también hay gente que no queremos aquí en Brasil”.