Su reputación interna ha sobrevivido a una guerra contra las drogas brutal que se ha cobrado miles de vidas; a un ataque a Dios, al que ha calificado de “estúpido”, a bromas sobre violaciones y a una batería de comentarios misóginos.
Pero ahora, el presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, se enfrenta a la primera grave crisis de popularidad en un contexto de una inflación desorbitada que ha doblado el precio de algunos bienes cotidianos como el del arroz, el del pan y el del combustible.
Los ataques de Duterte a sus críticos más notorios también han recibido esta semana el primer revés de los tribunales. Un juez ha rechazado la orden de detención contra el senador Antonio Trillanes IV, uno de los opositores más fieros al presidente. La decisión se ha descrito como una “gran bofetada política” al presidente.
La inflación en Filipinas, una de las economías de mayor crecimiento económico en el sureste asiático, está en un 7%, la más alta del país en nueve años y la más alta de toda la región.
“Duterte ya ha sufrido en el pasado golpes a su popularidad, pero lo que se ha vivido en los últimos meses ha sido el peor descenso sostenido de su popularidad”, señala María Ela L. Atienza, editora de Philippine Political Science Journal.
“El precio de la comida está aumentando, el transporte se está encareciendo y es un caos y el precio de comidas básicas como el pan también está aumentando. Mucha gente está enfadada y se está quejando porque realmente están notando el crecimiento del coste de vida”, afirma Atienza.
Desde que salió elegido en 2016, la popularidad de Duterte se había mantenido en torno al 80% por su seducción al mayor grupo de votantes: gente pobre de las ciudades y la clase media. Muchos de ellos alabaron su estilo descarado y en ocasiones ofensivo, el cual vieron como antídoto contra la “Manila corrupta e imperial”.
Pero su popularidad ha caído en picado y, según algunas estimaciones, ronda entre el 50% y 60%, principalmente por su polémica política fiscal. El gobierno de Duterte ha introducido una tasa con el objetivo de reducir el nivel de pobreza nacional a un 14%, pero de hecho ha aumentado el precio de los productos cotidianos con el Impuesto al Valor Añadido. Esto implica que el precio de la comida aumentó en septiembre un 10%. El pescado ha subido un 12% y las verduras un 20%. Algunos compradores descontentos denuncian que las barras de pan son más pequeñas.
En la región de Zamboanga, al sur del país, se ha declarado el estado de desastre después de que un déficit de arroz haya generado una subida de precios del 75%, según las informaciones. La situación a nivel nacional se hizo tan grave que el Gobierno levantó las restricciones a las importaciones de arroz para intentar aliviar la demanda y bajar los precios, pero muchos afirman que esas medidas han llegado tarde y no abordan el problema a largo plazo,
El aumento del precio del combustible también ha asestado un duro golpe a los pobres de las zonas urbanas. La situación probablemente empeore cuando las tarifas del transporte público suban 2 pesos (3 céntimos) en noviembre, tal y como está planeado.
Duterte se ha negado en gran medida a reconocer el papel de su administración en la crisis y, en su lugar, ha culpado a los “corruptos” acaparadores de arroz, a la guerra comercial entre EEUU y China y al aumento de los precios globales del petróleo del incremento en el coste de vida. No hay duda de que el tifón Mangkhut, que azotó las zonas más agrarias del país y echó a perder más de 250.000 toneladas de arroz, no ayudó a solucionar el problema, pero los críticos señalan al Gobierno por no haber almacenado provisiones de forma adecuada.
Sin embargo, Atienza señala que el descenso de popularidad de Duterte también está vinculado al hecho de que aunque ha estado en el poder durante más de dos años, todavía no ha cumplido algunas de sus promesas más importantes. “Duterte prometió que eliminaría las drogas en seis meses o un año, pero todavía no ha cogido a ningún gran traficante y mucha gente ha muerto, incluidos menores”, afirma.
“La mayoría de los proyectos de infraestructura prometidos no se han logrado. Mucha gente de la zona del área metropolitana de Manila tiene grandes problemas con un sistema de transporte público masificado y las condiciones de los trenes, que son muy malas –y no ha acabado con los problemas de seguridad con los insurgentes islamistas y comunistas en el sur–”, afirma.
Traducido por Javier Biosca Azcoiti