Víctima de impeachment (proceso de destitución) sin precedentes en el 2016, que no pocos, dentro y fuera de Brasil, consideran un golpe de Estado, la expresidenta brasileña Dilma Rousseff (Belo Horizonte, 1947) es un símbolo político de la izquierda latinoamericana, junto al encarcelado Luiz Inácio Lula da Silva, que ha permitido al Partido de los Trabajadores sobrevivir a una crisis política que se ha llevado por delante el sistema de partidos. El ultraderechista Jair Bolsonaro, en la presidencia tras la debacle del centroderecha, es la consecuencia.
Persecución
“Hubo una carnicería jurídica contra Lula da Silva, a sabiendas de su inocencia”
Cuál es su diagnóstico del momento actual de su país?
La situación es producto del impeachment ilegal y fraudulento que inauguró un proceso de golpe de Estado. El impeachment sólo fue el primer acto, después vino la asunción del poder por un gobierno ilegítimo, con una agenda neoliberal, que no fue aprobada por unas elecciones. Michel Temer constitucionalizó la austeridad y aplicó la más brutal reforma laboral. Esto generó una gran insatisfacción popular. Pensaban que el caso Lava Jato destruiría el Partido de los Trabajadores, pero hubo efectos colaterales. El presidente Temer fue grabado en una conversación corrupta, los partidos de centro y de centroderecha y derecha se adhirieron al gobierno aprobando sus reformas antipopulares. Ante el enfado popular, el sistema que dio el golpe entendió que no podían dejar a Lula en la calle, que había que destruir la posibilidad de que el PT ganase o tuviera un buen resultado.
Y salió mal.
La consecuencia fue otra, fueron destruidos ellos, ninguno obtuvo más del 10% de los votos. El PT tuvo 45 millones de votos, el 47%. Fue un harakiri político. La autodestrucción de los partidos conservadores abrió el terreno a la extrema derecha más tosca, la más impensable, como quedó claro en el discurso de esta semana de Jair Bolsonaro, que es una vergüenza planetaria.
¿Cómo ha quedado la legitimidad institucional del país, tras verse salpicados todos los poderes del sistema?
Cuando la ley se usa como arma de guerra, la gran consecuencia es que se convierte en el principal facilitador del surgimiento de la extrema derecha, al haber corrompido hasta el sistema de justicia. Lo vemos con el caso Lava Jato, con un juez y al menos dos procuradores, liderados por Deltan Dallagnol, que crearon una especie de poder paralelo judicial en estrecha colaboración con la prensa de derechas, que lo endiosó. Y él a su vez permitió que esta prensa se transformase en la cuarta instancia del judicial. Desapareció la presunción de inocencia. Una cláusula pétrea de la democracia liberal quedó subvertida porque dejamos de ser iguales ante la ley. En Brasil fue necesario destruir el Estado liberal de derecho para que el neoliberalismo como pauta fuese adoptado, al contrario que en Europa, que adoptó el neoliberalismo dentro de los marcos del Estado liberal. Eso tenemos en común con Europa: el neoliberalismo, la financiarización que concentra el grueso de la riqueza en manos del capital financiero y de sus más altos dignatarios, que precarizan el trabajo, empobrecen a la clase media y destruyen la esperanza de que nuestros hijos vivan mejor que nosotros. Entonces aparecen los salvapatrias de extrema derecha.
¿La situación es reversible?
Dejará marcas. Al contrario que ocurría en el pasado, hoy esta situación es más visible, no está oculta a pesar de las fake news . ¿Cómo puede el juez que condenó a Lula, Sérgio Moro, y que habilitó la elección de Bolsonaro aceptar ser ministro de Justicia? Es un acto de striptease político sin precedentes. Hubo una carnicería jurídica contra Lula, que fue perseguido de todas las formas posibles a sabiendas de su inocencia. Por eso será necesaria una gran limpieza institucional para que Brasil salga adelante.
¿Y cómo será posible si el sistema de partidos está destruido? El PT no podrá hacerlo solo.
Es cierto. El centro democrático en Brasil ha sido uno de los grandes contribuyentes de la estabilidad, y tuvo grandes líderes que eran progresistas, como Ulises Guimaraes o Mário Covas. Pero una parte de él es demonizado por la derecha. El expresidente de la Cámara Eduardo Cunha, que hoy está preso, es un evangélico neofascista y fue quien permitió el golpe. Ha habido dos procesos graves para el centro: se fragmentó en varios partidos y además una parte del PSD, el gran partido con el que disputábamos la hegemonía, viró al golpismo. Por eso cayó al 4% en las elecciones. Uno de los más imperdonables efectos del golpe es la destrucción del centro, que debe ser reconstruido por personas demócratas. Tengo la certeza de que se reencontrarán. No hay posibilidad de un Brasil democrático sin variedad de partidos democráticos y consecuentes.
¿Y su futuro político? ¿Será candidata?
El primer cargo público que tuve fue presidenta de la república. Tenía 60 años. Pero toda mi vida he hecho política, sin necesidad de cargos. No voy a ser candidata, pero eso no significa que deje la política. Fue un gran honor ser presidenta, pero no es necesario tener un cargo de representación. En el caso de Lula es diferente. Podría haber salido de la cárcel el 23 de septiembre, porque ha cubierto la sexta parte de tu pena. No lo pidió porque no quiere salir si no se proclama su inocencia. No se conforma y no se someterá. Hemos sufrido mucho y sabemos que ninguna victoria es definitiva ni ninguna derrota lo es. Asistí a una izquierda derrotada durante veinte años de dictadura, pero unas elecciones no son una derrota. Los sindicatos y el partido están enteros.
El escritor Paulo Coelho ha empezado a hablar de las torturas que sufrió en la dictadura. ¿Son muy importantes las voces en el exterior para ustedes?
Todo Brasil sabe que Coelho fue perseguido, pero es muy importante la proyección exterior. Cuando atacas la democracia, la víctima es la verdad. En Brasil fue manipulada y destruida, y Bolsonaro continúa haciéndolo. La prensa internacional agujerea el bloqueo informativo. Yo misma como presidenta recurrí a la prensa extranjera para romper el bloqueo. Toda esta solidaridad de personas significativas es importante porque muestran una comprensión distante y desapasionada del proceso político. El periodismo profesional ha sido y es condición sine qua non para la reconstrucción democrática en Brasil. Es obvio que los brasileños deben resistir, luchar y construir, pero esta forma de colocar las cuestiones nos ayuda a recomponer la verdad de nuestro proceso.