Delhi respira veneno

Catorce de las quince ciudades del planeta con el aire más nocivo son indias. JORDI JOAN BAÑOS | ESTAMBUL, TURQUÍA

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La distopía medioambiental ya está aquí. Para veinticinco millones de vecinos de Delhi y sus alrededores, la contaminación ya no es un asunto abstracto, sino algo que se afronta, como el mal tiempo. Muchos consultan la calidad del aire en una web como en otras partes se está al tanto del parte meteorológico. Para decidir con qué se sale o si vale la pena.

Atrás queda un fin de semana de neblina tóxica y apocalíptica, que forzó el desvío de cuarenta vuelos y en qué quien pudo se quedó en casa con las ventanas cerradas, para no llenarse los pulmones de veneno. La emergencia medioambiental, declarada el viernes, sigue hoy en vigor.

Ayer por la tarde, sin embargo, el viento rebajaba el nivel de alarma, que había tocado techo el domingo cuando los medidores de micropartículas en suspensión dejaron inservibles los medidores de tres dígitos, al superar la cota 999 (cuarenta veces más que el nivel recomendado, por debajo de 25). Fuera de los focos, en Benarés o Lucknow, la contaminación dobla o triplica la de Delhi.

“Todo empezó a ir mal a partir del 2015, después de Divali”, explica Subhro, en referencia a la Fiesta de las Luces, con sus petardos y cohetes, luego prohibidos en vano. “Pero la culpa es de las cosechadoras”, dice, abonando una tesis común. Este profesor de castellano no da crédito a que Delhi se haya vuelto una ciudad más insalubre que su Calcuta natal. “Esta es una ciudad de neblina, pero ahora, a veinte grados, es todo polución. El sábado no se veía más allá de diez metros. Y al cruzar el puente del Yamuna, no se veía el río”.