Más de 78 millones de toneladas.
Esa es la cifra de envases de plástico que se producen en todo el mundo cada año en una industria que vale casi US$198.000 millones.
Solo una parte de eso se recicla y la gran mayoría se desecha.
La basura plástica en la actualidad está en cada parte de nuestro planeta, desde la remota Antártida hasta las profundidades del océano.
Varias campañas y programas de TV, como Blue Planet II de la BBC, profundizaron la ya existente preocupación pública sobre el tema.
En respuesta, gobiernos, fabricantes y minoristas comenzaron a tomar medidas para hacer frente a la marea de residuos plásticos.
Más de 60 países están implementando leyes destinada a reducir el uso de bolsas plásticas y otros materiales similares de un solo uso.
Desde este julio, Vanuatu, una pequeña isla del Pacífico Sur, se convirtió en la primera nación en el mundo en prohibir las bolsas de plástico de un solo uso, sorbetes y recipientes de poliestireno para alimentos.
Pero ¿cuánto puede costar cambiar la forma en que compramos nuestros productos?
El costo del cambio
Varias cadenas de supermercados, incluidas las multinacionales Tesco y Walmart, prometieron reducir la cantidad de envases de plástico en los que venden sus productos.
Los fabricantes de bebidas Coca-Cola y Pepsi, la multinacional de alimentos y limpieza Unilever, la productora de alimentos Nestlé y la compañía de cosméticos L’Oreal también se comprometieron a garantizar que todos sus envases sean reutilizables, reciclables o que se puedan descomponer para 2025.
Pero a pesar de estos compromisos, gran parte de la industria de alimentos y bebidas todavía está tratando de determinar cómo alcanzar esos objetivos.
Algunos expertos temen que, sin el enfoque correcto, esta urgencia por desterrar los plásticos hará que los productos que consumimos sean más caros.
“No es tan simple decir ‘el plástico es malo’, así que usemos otra cosa”, advierte Eliot Whittington, director del programa de políticas del Instituto para el Liderazgo en Sostenibilidad de la Universidad de Cambridge, Reino Unido, quien asesora a fabricantes de bebidas sobre la reducción de residuos.
“Se necesita un cambio completo en la forma en que usamos el embalaje de los productos. La mayoría de los empaques ahora se usan solo una vez y se tiran. Necesitamos abandonar eso y se requiere alguna forma de liderazgo del gobierno”.
Solo en la Unión Europea más de la tercera parte de la comida que se vende viene en paquetes de plástico. Y cada uno de sus 510 millones de residentes produce aproximadamente 31kg de desechos de envases de plástico al año.
Una razón por la que el plástico es tan dominante en el mercado es su capacidad de hacer más por menos: se necesita menos material para hacer una botella de bebida de plástico que una de vidrio.
“Los plásticos son baratos, livianos y adaptables de muchas maneras”, dice Susan Selke, directora de la escuela de envasado de la Universidad Estatal de Michigan, Estados Unidos.
Hace 50 años, antes de que la revolución de los plásticos se acelerara, la mayoría de las bebidas se vendían en botellas de vidrio.
En la actualidad, casi todas están hechas de un material plástico resistente llamado tereftalato de polietileno o PET.
Si bien el costo de producción puede variar según los precios de la materia prima y la energía, generalmente no es mucho más costoso producir una botella de vidrio que una de PET: uno US$0,01 más, según algunos estudios.
Sin embargo, cuando los fabricantes comienzan a transportar productos en botellas de vidrio, los costos comienzan a subir.
Una botella de refresco de plástico de 330ml pesa alrededor de 18 gramos, mientras que una botella de vidrio puede pesar entre 190g y 250g.
El transporte de bebidas en contenedores más pesados requiere un 40% más de energía, produciendo más dióxido de carbono contaminante y aumentando los costos de transporte hasta 5 veces por botella.
“En muchos casos, los plásticos son mejores para el medioambiente que las alternativas”, explica Selke.
Un informe del Consejo Estadounidense de Química y la empresa de contabilidad ambiental Trucost estima que los costos ambientales serían 5 veces más altos si la industria de bebidas gaseosas utilizara envases alternativos como vidrio, estaño o aluminio en lugar de plástico.
Mientras tanto, los gobiernos buscan penalizar a las compañías contaminantes con impuestos y gravámenes al carbono y estos costos pueden terminar pagándolos los consumidores.
“Los costos de los alimentos van a aumentar, no hay ninguna duda al respecto”, dice Dick Searle, director ejecutivo de la Federación Británica de Embalaje, que representa a la industria en Reino Unido.
Vida útil
Hay quienes advierten incluso que abandonar el plástico, después de casi 70 años de usarlo para envasar alimentos, podría tener otras consecuencias mucho más costosas e imprevistas.
Lo que puede parecer solo una bolsa de plástico envuelta alrededor de un vegetal es en realidad una herramienta sofisticada para aumentar su vida útil.
“Creo que la gente subestima los beneficios de los plásticos para reducir el desperdicio de alimentos”, dice Anthony Ryan, profesor de química y director del Centro Grantham para Futuros Sostenibles de la Universidad de Sheffield, Reino Unido.
La envoltura retráctil utilizada en los pepinos, por ejemplo, puede duplicar el tiempo de duración de la verdura, lo que permite que permanezca hasta 15 días en la nevera y reduzca los desperdicios de comida a la mitad. Un pepino sin envolver duraría solo 2 días a temperatura ambiente y 9 días si se refrigera.
Por su parte, la carne comprada en bandejas de poliestireno cubiertas con película plástica generalmente dura entre 3 y 7 días.
Sin embargo, si está empacada al vacío en plástico multicapa, puede conservarse hasta 45 días sin estropearse.
Las frutas y verduras delicadas también se mantienen a salvo con los envases de plástico. Se descubrió que poner uvas en cajas plásticas individuales reduce el desperdicio en un 75%.
La envoltura plástica también puede mantener las frutas y verduras en sus propios pequeños microclimas, conocidos en la industria como envases de atmósfera modificada, que pueden ayudar a prevenir que maduren rápido.
Poner pimientos dulces en una bolsa con una atmósfera modificada puede extender su vida útil de 4 días a 20, según la Asociación de Envases Flexibles.
Extender la vida útil de los alimentos puede reducir en gran medida el costo del desperdicio de comida que a nivel global se estima en casi US$1.000 billones al año, y que en gran parte corre a cargo de fabricantes y minoristas.
Mientras que algunos creen que el empaque de plástico de un solo uso provocó un aumento en la cantidad de comida que botamos al fomentar una cultura del desecho, muchos en la industria del plástico argumentan que sin el empaque plástico, el costo del desperdicio de alimentos podría aumentar.
Bioplásticos
Entonces, podría no tener sentido prohibir los plásticos por completo, y una solución podría ser mejorarlos.
“Cada vez son más las empresas que reinventan los plásticos con aditivos que les ayudan a descomponer o fabricar plásticos que son biodegradables”, dice Eliot Whittington.
Se refiere a la creciente industria de bioplásticos, que utiliza almidón o proteína de plantas como la caña de azúcar para generar los materiales básicos de hidrocarburos necesarios para crear plásticos.
Algunos de estos bioplásticos no son biodegradables, pero otros, como el ácido poliláctico (PLA), se pueden descomponer con el tiempo y algunos se convierten en compost, lo que significa que se desintegran por completo en lugar de convertirse en “microplásticos” más pequeños.
Aunque la producción de bioplásticos es más costosa.
Una caja de hamburguesas hecha de caña de azúcar es casi dos veces más cara que una de poliestireno.
Un tenedor descartable biodegradable hecho de fécula cuesta 3,5 veces más que uno de plástico blanco básico.
Sin embargo, hay cierta resistencia al uso generalizado de materiales biodegradables.
“Los bioplásticos como el PLA son un gran contaminante para el reciclado tradicional“, dice Dick Searle.
Sorprendentemente, debido al aumento de los precios del petróleo, el plástico reciclado es en realidad más barato que el plástico virgen fresco hecho de petróleo.
Una tonelada de PET virgen cuesta alrededor de US$1.300, mientras que el PET reciclado cuesta solo US$208 por tonelada.
La contaminación del plástico PET con PLA, sin embargo, puede dejar la botella resultante más débil y no apta para el uso, lo que significa que todo el lote deberá descartarse.
A medida que los fabricantes tratan de reemplazar con plásticos más ecológicos y biodegradables, el riesgo de mezclarse con los plásticos convencionales solo aumentará, lo que podría subir el costo de los materiales reciclados.
Es un problema que requerirá nuevas formas de identificar, clasificar y tratar con materiales plásticos cuando se desechan para garantizar que los materiales biodegradables se mantengan separados de los que se pueden reciclar.
Usar más plástico
Anthony Ryan ve otros problemas con el uso generalizado de envases biodegradables.
“Se tratan los síntomas y no la enfermedad”, dice.
“Si la enfermedad es nuestra sociedad desechable, hacer que los envases sean biodegradables solo alienta a las personas a generar más basura”.
En cambio, sugiere otra solución: usar más plástico.
Para envasar los alimentos “se puede partir de una sola pieza de polietileno más gruesa”.
Él cree que hacer que los plásticos sean más duraderos podría ayudar a resolver el problema actual de los desechos que está arruinando nuestro planeta.
En lugar de abolir los plásticos por completo, propone reutilizar el embalaje que actualmente desechamos.
Los esquemas de depósito y reutilización como este, en los que se devuelven las botellas de plástico a cambio de un depósito en efectivo y luego se vuelven a llenar, están en uso en Finlandia, Alemania, Dinamarca y partes de Australia.
Sin embargo, según la investigación de la Comisión Europea, estos programas pueden llegar a ser hasta 5 veces más caros que usar el envase una vez y luego tirarlo.
Pero el Foro Económico Mundial descubrió que las medidas innovadoras de reutilización y recarga podrían realmente reducir los costos de empaque en al menos US$8.000 millones al año.
Y como muchos países buscan introducir leyes que impongan nuevos gravámenes a las bolsas de plástico y prohíban ciertos tipos de envases de un solo uso, las opciones recargables y reutilizables pueden volverse más atractivas.
Para la ecologista de la Investigación Antártica Británica, Claire Waluda, cuyo equipo está monitoreando los niveles de desechos plásticos en Georgia del Sur, vale la pena pagar el precio de hacer estos cambios.
“Estamos viendo padres de albatros alimentando con plástico a sus polluelos”, dice. “Cualquier cosa que pueda reducir la cantidad de desechos plásticos en el ambiente es un paso en la dirección correcta”.