Una gran guerra que arrasa en las fronteras de Rusia y la OTAN. Apoyo militar occidental cada vez más audaz. Amenazas rusas de represalias directas. Un ánimo de asedio y desesperación en el Kremlin. Incertidumbre creciente alrededor de las líneas rojas de cada bando.
Mientras Rusia y la OTAN escalan su distanciamiento por Ucrania, los estrategas nucleares así como exfuncionarios estadounidenses advierten que existe un riesgo remoto pero creciente de que se caiga involuntariamente en un conflicto directo e, incluso en algunos escenarios, un intercambio nuclear.
“La perspectiva de una guerra nuclear”, advirtió esta semana António Guterres, secretario general de Naciones Unidas, “ahora está dentro del ámbito de lo posible”.
Los líderes de ambos lados enfatizan que una guerra así les parece impensable, incluso cuando hacen preparativos y emiten declaraciones sobre cómo la llevarían a cabo. Pero el temor, insisten los expertos, no es una escalada deliberada hacia la guerra, sino un malentendido o una provocación que se sale de control si se lleva demasiado lejos cuando cada lado intente responder.
La guerra en Ucrania eleva estos riesgos a un nivel que no se ha visto desde la Crisis de los Misiles Cubanos y en cierto modo es potencialmente más peligrosa que entonces, dicen algunos expertos.
Las fuerzas de la OTAN, cuyo propósito es defensivo, se reúnen cerca de las fronteras rusas que están inusualmente vulnerables debido a que el ejército de Rusia está empantanado en Ucrania. Los líderes del Kremlin, que enfrentan la devastación económica y la agitación nacional, están cada vez más paranoicos y pueden llegar a creer que ya hay un plan de Occidente para deponerlos.
Rusia ha dicho que considera que las armas y otra ayuda militar que los gobiernos occidentales envían a Ucrania es equiparable a la guerra y ha insinuado que podría atacar los convoyes de la OTAN. Durante el fin de semana, misiles rusos impactaron una base ucraniana a solo unos kilómetros de territorio polaco.
“Esas son las cosas que me causan mucha preocupación por una escalada aquí”, dijo Ulrich Kühn, estratega nuclear en la Universidad de Hamburgo en Alemania.
“La posibilidad de que se empleen armas nucleares es extremadamente baja. Pero no es cero. Es real y podría incluso incrementarse”, dijo. “Esas cosas podrían suceder”.
El Kremlin ha recurrido a los tambores de guerra nucleares de un modo que tal vez no esté desprovisto completamente de amenaza. Los planeadores rusos de la guerra, obsesionados con el temor de una invasión de la OTAN, han insinuado en documentos recientes y ejercicios militares que parecen creer que, con un solo ataque nuclear, Rusia podría hacer que esas fuerzas de ataque den marcha atrás, una táctica que los líderes de la era soviética descartaban como impensable.
Sería imposible predecir el resultado de un ataque así. Una simulación reciente de la Universidad de Princeton, que proyecta los planes de guerra de cada bando y otros indicadores, estimó que sería probable desencadenar un intercambio de toma y daca que, al escalar a armas estratégicas como misiles intercontinentales, podría matar a 34 millones de personas en apenas unas horas.
Alexander Vershbow, subsecretario general de la OTAN de 2012 a 2016, dijo que los líderes occidentales habían concluido que los planes rusos para emplear armas nucleares en una gran crisis eran sinceros y planteaban el riesgo de algún accidente o paso en falso que el Kremlin pudiera confundir con un acto de guerra.
Mientras las fuerzas rusas luchan en un conflicto con Ucrania que los líderes de Moscú han presentado como existencial, Vershbow agregó: “Ese riesgo definitivamente ha aumentado en las últimas dos semanas y media”.
Límites difusos
Desde al menos 2014, cuando la anexión de Crimea por parte de Rusia causó muchas tensiones con Occidente, Moscú ha articulado una política de potencialmente emplear armas nucleares contra cualquier amenaza a “la existencia misma del Estado”.
Las declaraciones de Rusia desde entonces han ampliado el tema de modos que pueden hacer que sea más fácil activar las trampas nucleares del país sin darse cuenta.
En 2017, Moscú publicó una doctrina redactada con ambigüedad que decía que, en caso de un gran conflicto, podía llevar a cabo una “demostración de presteza y determinación para emplear armas nucleares no estratégicas”, lo que algunos analistas creen podría ser la descripción de un lanzamiento nuclear único.
Evgeny Buzhinsky, integrante retirado del personal militar ruso, ha descrito que el objetivo de un ataque así sería “mostrar intención, como un factor para reducir la intensidad”. Algunas versiones piden que el bombardeo suceda en territorio vacío y otras que impacte en tropas enemigas.
El próximo año, según Vladimir V. Putin, el presidente de Rusia, Rusia podría usar cabezas explosivas nucleares “en segundos” tras un ataque a territorio ruso, algo que plantea temores de que una escaramuza en la frontera u otro incidente pudiera, si se le confunde con algo más, desencadenar un ataque nuclear.
Un documento del gobierno ruso de 2020 parecía ampliar estas condiciones y mencionaba el uso de drones y otro equipo como eventos que podrían activar las alarmas nucleares de Rusia.
Estas políticas están diseñadas para abordar un problema que los líderes soviéticos nunca enfrentaron: la creencia de que, a diferencia de lo que pasó en la Guerra Fría, la OTAN podría ganar con rapidez y decisión una guerra convencional contra Rusia.
El resultado es una aceptación reticente pero al parecer real de que el conflicto nuclear es manejable e incluso es algo que se puede ganar. Se cree que Rusia ha acumulado al menos 1000 cabezas explosivas no estratégicas para prepararse, así como misiles hipersónicos que podría lanzar por toda Europa antes de que Occidente pueda reaccionar.
Pero los estrategas militares rusos aún debaten cómo calibrar un ataque así para forzar a la OTAN a retroceder sin dar lugar a una guerra más amplia, lo que pone de manifiesto de que hilar así de fino podría ser imposible, y también que Moscú igual lo intentaría.
Riesgos de escalada
“La dinámica de intensificación de un conflicto entre EE. UU. y Rusia podría llevar con facilidad a una espiral que conduzca a un intercambio nuclear”, dijo Dmitry Gorenburg, analista de política militar rusa.
Esto se debe en parte a que la guerra en Ucrania, a diferencia de las guerras subsidiarias de la Guerra Fría, sucede en el corazón de Europa, con fuerzas rusas y de la OTAN reunidas a un trayecto relativamente corto de Moscú y de varias capitales occidentales.
Y en parte es causa del umbral nuclear más reducido de Rusia y un sentido ampliado de vulnerabilidad.
Pero Moscú también parece creer que algún tipo de conflicto entre Rusia y la OTAN ya ha empezado.
La doctrina estratégica rusa está diseñada parcialmente alrededor del temor de que Occidente fomente agitación política y económica en Rusia como preludio a una invasión.
Ahora que Putin enfrenta aflicción económica y protestas que van en aumento, “muchas de las piezas de su pesadilla se han empezado a reunir”, dijo Samuel Charap, quien estudia política exterior rusa en la Corporación RAND
En estas circunstancias, Moscú podría malinterpretar la acumulación de tropas de la OTAN o las medidas de apoyo militar a Ucrania como preparativos para justo el tipo de ataque para el que fue diseñada la política nuclear rusa.
“Entre los voluntarios de los países de la OTAN y todo este arsenal de la OTAN, el refuerzo de Polonia y Rumania”, dijo Charap, “podrían llegar a conclusiones que no buscábamos que concluyeran y decidir que es necesario prevenir”.
En un clima así, algunos contratiempos o errores de cálculo, por ejemplo, un bombardeo errado o una provocación torpe de un lado que desencadena una represalia más fuerte de lo esperado por el otro, podría escalar, en solo unos pocos pasos, hasta el punto de encender los temores de Moscú de un ataque.
Putin ya ha dicho que la intervención occidental directa en la guerra de Ucrania podría desencadenar represalias nucleares por parte de Rusia. Ahora, cada aumento en el apoyo occidental a las fuerzas ucranianas pone a prueba esos límites.
“Parte de nuestro problema es que no estoy seguro de que tengamos un sentido claro de dónde están los límites exactamente”, dijo Gorenburg. “Por eso estamos viendo todas las dudas y vacilaciones con el tema de proveer aeronaves. Simplemente hay incertidumbre a cómo responderían ante eso los rusos”.
Kühn, el analista alemán, expresó preocupación de que la política nacional estadounidense también pudiera influir. Si es que Rusia emplea armas químicas o lleva a cabo otra transgresión, los líderes estadounidenses podrían enfrentar una presión fuerte para responder más allá de lo anticipado por Moscú.
En Washington muchos ya están llamando a establecer una zona de exclusión aérea u otra intervención directa, con el argumento de que las ojivas estadounidenses podrían disuadir a Moscú de tomar represalias nucleares. Pero liberar el espacio aéreo de Ucrania probablemente requiera atacar bases aéreas y defensas antiaéreas dentro de Rusia que también sirven para defender las fronteras rusas. Los analistas advierten que dichos combates podrían salirse de control fácilmente o activar los miedos del Kremlin de que NATO avance sobre Moscú, lo que llevaría a Putin a lanzar un ataque nuclear de último recurso.
Ejercicios militares
Christopher S. Chivvis, un exfuncionario de inteligencia de Estados Unidos para Europa, escribió hace poco que “un montón de ejercicios militares llevados a cabo por Estados Unidos y sus aliados” proyectaban que Putin lanzaría un solo ataque nuclear si se enfrentaba a combates limitados con la OTAN o serios reveses en Ucrania de los que culparía a Occidente.
Lo cierto es que incluso puede que Putin no conozca bien su punto nuclear sin retorno. Pero los temores estadounidenses sobre la intensificación nuclear rusa también pueden resultar peligrosos.
Cualquier conflicto nuclear, sin importar cuán limitado sea en un inicio, conlleva un riesgo de escalada que los estrategas llaman de “usar o perder”.
Ambos bandos saben que los ataques nucleares rápidos podrían eliminar a sus fuerza militares en Europa e incluso arsenales nucleares enteros, lo que los dejarían sin defensas.
Esto significa que ambos lados tienen un incentivo de lanzar ampliamente antes de que el otro lo haga, incluso si los líderes creen que el conflicto pudo haber iniciado por error.
Los avances recientes en la tecnología de misiles de corto alcance significan que los líderes ahora tienen tan solo unos minutos para decidir si lanzar o no, lo que aumenta drásticamente la presión para iniciar un ataque de forma rápida, amplia y solo con información parcial del terreno.
A finales de la gestión de Barack Obama, dos simulaciones estadounidenses de guerra imaginaron una escaramuza accidental entre la OTAN y Rusia que Moscú enfrentaba con un solo ataque nuclear.
En la primera, los líderes del Pentágono propusieron un ataque nuclear en represalia para dar a entender que había determinación. Pero un funcionario civil de la Casa Blanca, Colin H. Kahl, los presionó para resistir y aislar a Moscú a través de diplomacia. Kahl ahora es subsecretario en el Pentágono.
Pero la segunda simulación terminó con los ataques nucleares estadounidenses, algo que subraya que Washington no puede anticipar por completo ni sus propias acciones en caso de una crisis así.