Durante las últimas dos semanas, Sudáfrica ha experimentado una situación excepcional que los médicos todavía no logran explicar: una caída dramática e inesperada en la tasa diaria de contagios por coronavirus.
Las camas en los hospitales están listas, se han preparado salas enteras, las operaciones no urgentes han sido reprogramadas y las ambulancias, equipadas.
Mientras, los equipos médicos han estado ensayando sin parar los protocolos durante semanas y las autoridades de salud se han pasado largas horas en reuniones en línea elaborando y ajustando sus planes de emergencia.
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Pero hasta ahora, y contra la mayoría de las predicciones, los hospitales de Sudáfrica permanecen calmados: el “tsunami” de infecciones que muchos expertos auguraron no se ha materializado. Al menos, no todavía.
“Es un poco extraño, misterioso. Nadie está seguro de qué está pasando”, cuenta el doctor Evan Shoul, especialista en enfermedades infecciosas en Johannesburgo.
Tom Boyles, otro médico especialista en enfermedades infecciosas en el Hospital Helen Joseph, uno de los centros de salud públicos más grandes de Johannesburgo, también aseguran que están “un poco perplejos”.
“Lo hemos estado llamandola calma antes de la tormenta durante aproximadamente tres semanas. Estábamos preparando todo aquí. Y simplemente no ha llegado. Es extraño“.
Los expertos en salud advierten, sin embargo, que es demasiado pronto para ver esto como un avance significativo y les preocupa que incluso pueda desencadenar una peligrosa sensación de complacencia.
El presidente Cyril Ramaphosa ha sugerido que las dos semanas de confinamiento son las responsables y ha extendido las restricciones a nivel nacional, que estaban programadas para finalizar dentro de una semana, hasta fin de mes.
Sin embargo, pese a que otros países también han impuesto confinamientos severos, no han obtenido resultados semejantes.
Así, a medida que el país y el continente continúan preparándose para el impacto potencialmente devastador de la pandemia, los médicos luchan por explicar lo que está sucediendo en Sudáfrica.
Rastreo agresivo de contactos
Han pasado casi cinco semanas desde el primer caso confirmado de covid-19 en Sudáfrica, y hasta el 28 de marzo, el gráfico diario que rastrea el número de nuevas infecciones siguió una curva ascendente acelerada.
Hasta ese momento, todo era similar a lo que ocurría en la mayoría de los países donde también se habían detectado casos por iguales fechas.
Pero ese sábado, la curva repentinamente cayó bruscamente: de 243 casos nuevos en un día, bajó a solo 17.
Desde entonces, el promedio diario se ha establecido en alrededor de 50 casos nuevos.
¿Podría ser que el confinamiento temprano y estricto de Sudáfrica y su agresivo trabajo de rastreo realmente estén funcionando?
¿O es solo una pequeña pausa ante una debacle?
A finales de la pasada semana, el presidente Ramaphosa dijo que era “demasiado pronto para hacer un análisis definitivo”, pero consideró que desde que se introdujo la cuarentena, el aumento diario de infecciones se redujo del 42% a “alrededor del 4%“.
“Creo que a cuantas más personas les hagamos las pruebas, más revelaremos si es una aberración o si es real. Las cifras aún no están ahí”, advirtió Precious Matotso, un funcionario de salud pública que está monitoreando la pandemia en Sudáfrica en nombre de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Temores de complacencia
En Sudáfrica es un criterio compartido el argumento de que es peligrosamente temprano para tratar de llegar a conclusiones firmes sobre la propagación del virus.
“Es difícil predecir qué camino vamos a tomar: una tasa de infección alta, media o baja. No tenemos pruebas generalizadas”, indica Stavros Nicolaou, un ejecutivo de atención médica que ahora coordina elementos de la respuesta del sector privado.
“Puede haber signos tempranos que sean positivos, pero mi temor es que las personas comiencen a sentirse complacidos (y bajen la guardia), en base a datos limitados”, agrega.
La sensación de vacío causada por esta pausa prolongada, la “calma potencial antes de una tormenta devastadora”, como lo describió el ministro de Salud Zweli Mkhize la semana pasada, se está llenando inevitablemente de especulaciones.
Anticipación nerviosa
La suposición generalizada ha sido que el virus, introducido en Sudáfrica y en muchos otros países africanos en gran parte por viajeros más ricos y visitantes extranjeros, inevitablemente se trasladaría a barrios más pobres y abarrotados y se extendería rápidamente.
Según los expertos, esa sigue siendo la próxima etapa más probable del brote y ya se han confirmado varias infecciones en varios municipios.
Pero los médicos aquí y en algunos países vecinos han notado que los hospitales públicos aún no han visto ningún indicio de un aumento en los ingresos por infecciones respiratorias, la indicación más probable de que, a pesar de las pruebas limitadas, el virus se está propagando rápidamente.
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Una teoría es que los sudafricanos podrían tener una protección adicional contra el virus.
Algunos alegan que podría deberse a una variedad de posibles factores médicos, que van desde la vacuna contra la tuberculosis, que es obligatoria y todos los ciudadanos la reciben al nacer, hasta el impacto potencial de tratamientos antirretrovirales o el posible papel de diferentes enzimas en diferentes grupos de población.
Pero estas suposiciones no han sido verificadas.
“Estas ideas han estado ahí por un tiempo. Me sorprendería si fuera resultado de una vacuna… eso son teorías. Probablemente no sean ciertas”, indica Boyles.
El profesor Salim Karim, principal experto en VIH de Sudáfrica cree que se tratan de “hipótesis interesantes”, pero nada más que eso.
“No creo que nadie en el planeta tenga las respuestas”, indicó.
Shoul, por su parte, afirmó que el país aún está “planeando como si se acercara un tsunami”.
“La sensación sigue siendo de gran anticipación nerviosa”, comentó.
La incertidumbre
Lo cierto es que esta situación, ajena a lo que pasa en la mayor parte del mundo, ha llevado a los expertos a plantearse si se trata de una pausa menor antes de lo que un médico consideró “un aumento intergaláctico” de los casos.
Varios críticos han señalado la preocupación de que el sistema de salud estatal ha tardado en implementar un régimen de pruebas agresivo y actualmente depende demasiado de clínicas privadas.
Documentos internos del Departamento de Salud al que tuvo acceso la BBC apuntan a las crecientes preocupaciones sobre la mala gestión y la disfunción dentro del sistema estatal, en particular con respecto a la lenta tasa de pruebas.
Pero esas preocupaciones se equilibran con la creciente confianza en que el enfoque “basado en evidencia” del gobierno para la