Los equipos de rescate japoneses se esforzaban este martes por hallar supervivientes, aunque las probabilidades se desvanecían, entre los destrozos dejadas por las intensas lluvias caídas en el oeste de Japón, donde al menos 141 personas fallecieron.
Las autoridades no tienen noticias de una decenas de personas, señaló el portavoz gubernamental Yoshihide Suga, aunque los medios daban un balance de desaparecidos muy superior.
“Los 75 mil policías, bomberos, soldados de las Fuerzas de Autodefensa [apelación del ejército japonés] y guardacostas hacen lo máximo posible” por ayudar a los afectados, destacó Suga.
Las búsquedas y trabajos de limpieza proseguían bajo un intenso sol, con temperaturas previstas de 35ºC a la sombra, “y este tiempo soleado durará al menos una semana”, añadió Suga.
En esas circunstancias, es necesaria “una gran vigilancia” por el riesgo de insolación y golpes de calor, así como por la posibilidad de que se produzcan nuevos corrimientos de tierra, insistió el vocero.
Las inéditas precipitaciones registradas entre el viernes y el domingo provocaron unas terribles inundaciones, riadas de barro e importantes daños que dejaron atrapados a numerosos habitantes, a pesar de que se habían emitido órdenes –no obligatorias– y recomendaciones de evacuación para millones de personas.
En el barrio de Mabi de Kurashiki, situado entre varias corrientes de agua y del que una gran parte quedó inundada, el agua había desapareciendo, dejando un suelo completamente cubierto de una capa de color arena, constataron periodistas de la AFP.
Si no fuera por la presencia de rótulos de comercios escritos en japonés, la escena parecería del lejano oeste.
Socorristas en uniforme azul recorrían las calles cubiertas de desperdicios arrastrados por la corriente, mientras los habitantes comenzaban a limpiar la zona.
“Me casé aquí y construimos esta casa dos años después de nuestra boda, aquí criamos a nuestros hijos, que ya son adultos, está lleno de recuerdos”, contó a la AFP Fumiko Inokuchi, de 61 años y madre de tres hijos.
“Vi cómo mi casa se hundía sin que yo pudiera hacer nada, absolutamente nada, me sentía impotente”, narró con los ojos llenos de lágrimas.