Además de los efectos de la crisis climática, el mar Caribe vive acuciado por la plaga de los sargazos, enfermedades, lo que amenaza el turismo y la economía regional
El mar Caribe, un tesoro natural que según el Banco Mundial sirve de sustento para más de un centenar de millones de personas, afronta ahora una encrucijada definitiva, acuciado por la contaminación, los efectos de la crisis climática y las enfermedades, además de las plagas del alga del sargazo.
La doctora Briggita Van Tussenbroek, investigadora del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), señala a Efe que la contaminación es el principal problema actual de esas aguas, que bañan la costa de dieciséis países, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
El Caribe, explica Van Tussenbroek, es un mar bajo en nutrientes y sus ecosistemas, en consonancia, están acostumbrados a vivir gracias a un ahorro muy eficiente, por lo que es muy dañino que “los desarrollos costeros de la región, incluido el turismo, estén vertiendo al mar líquidos con muchos nutrientes”.
Esos vertidos -efluentes cloacales, aguas residuales agrícolas, petróleo y otros químicos- suponen una amenaza para organismos como los corales y, por el contrario, funcionan como fuente de alimento para especies más agresivas, como las algas, capaces de aprovecharlos con más rapidez.
Amenaza de los plásticos
Además de que los vertidos afectan a los nutrientes, existe la problemática del plástico, que según el informe del Banco Mundial titulado “Ni un minuto que perder”, publicado el pasado mes de mayo, representa el 80 % de la polución presente en el Caribe.
Por el momento, de acuerdo a datos del Programa para el Medio Ambiente de Naciones Unidas, dieciocho territorios de la zona han prohibido los plásticos de un solo uso o los productos de espuma de poliestireno, mientras que en otros tres países se han introducido prohibiciones a nivel local.
La directora del Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC) de México, Amparo Martínez, también señala la contaminación como el punto clave para entender la situación de las aguas caribeñas.
“No podemos echarle la culpa de todo al cambio climático. Toda la cuenca del Caribe tiene problemas históricos de contaminación que hay que atajar de manera coordinada por todos los países implicados”, argumenta Martínez en una entrevista a Efe
De momento, las medidas adoptadas para revertir la situación no han funcionado, según Van Tussenbroek, quien lamenta el grave daño que supone el bajo índice de población que dispone de agua corriente en la zona.
“Si el 50 % o 60 % de la gente no está conectada a una red, tiene que usar fosas sépticas. Y si el agua va a una fosa, los nutrientes se van sin tratar a un acuífero, con lo que llegan directamente al mar. Corregir eso requiere inversión”, pide.
Además, el impacto ambiental del turismo, que según el Banco Mundial reporta un 15 % del Producto Interno Bruto (PIB) de la región, es otro de los grandes conflictos a abordar.
Síndrome blanco
Junto a la contaminación, la crisis climática está contribuyendo de manera decisiva a la degradación del mar Caribe, tanto por la mayor cantidad de CO2 que supone como por el aumento de la temperatura y por la variación que provoca en el pH del agua, su grado de acidez.
Van Tussenbroek cuenta que se está produciendo un descenso en los niveles de pH, lo cual “hace más difícil la calcificación y la mayoría de los corales y organismos del Caribe necesitan calcificar”.
Además de esos problemas, el mal estado de las aguas ayuda a la proliferación de las bacterias y las enfermedades en el ecosistema marino, lo que ha tenido implicaciones tan importantes como el desarrollo del síndrome blanco, una patología que afecta a los corales.
La plaga del sargazo
A todas los conflictos mencionados, se le ha sumado otro en los últimos años y es tan grave como para que Van Tussenbroek lo considere “el golpe final al ecosistema”: la invasión del alga sargazo. Este macroalga de color marrón crea islas flotantes sobre el agua -en 2018 se registró una mancha de 2.800 kilómetros cuadrados- y afecta a todo el ecosistema hasta transformarlo, pues tapa el sol y reduce tanto los niveles de luz como los de oxígeno, algo altamente perjudicial para peces, pastos marinos y corales.
El sargazo, advierte Van Tussenbroek, aportó al mar Caribe el año pasado un 20 % más de nutrientes que las aguas de los ríos contaminados.
Frente a la invasión de sargazo, la doctora de la UNAM reclama soluciones para atajarlo a tiempo y poder evitar que toque tierra. “Tenemos que recoger el sargazo en el mar y no permitir que llegue a la costa porque, si llega y se recoge allí, el mal al ecosistema ya está hecho”.
El turismo puede desaparecer por el cambio climático
Los peligros que asechan al mar Caribe son una amenaza para los países de la región cuyos principales ingresos provienen de la actividad turística.
En ese sentido, el cambio climático puede hacer “desaparecer” la actividad del turismo por el efecto de la huella de carbono que genera ese sector y que se traduce en un 8 % de los gases emitidos en 2017, alertó la Organización de las Naciones Unidas en la Cumbre del Clima en Madrid, la COP25.
Al presentar el estudio “Transport related CO2 emissions of the tourism sector-modelling results”(Transporte y emisiones de CO2 en el sector turístico-ejemplo de resultados), el secretario ejecutivo adjunto de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP), Ovais Sarmad, afirmó que ese porcentaje de gases emitidos podría disminuir con el trabajo “conjunto” de todos los implicados para “tomar medidas ambiciosas”.
Otro de los fines que tienen que seguir los sectores público y privado, así como los ciudadanos, ha dicho Sarmad, es el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2020-2030 de Naciones Unidas.
El turismo es una “locomotora económica”, pues representó el 10 % del PIB mundial en 2017 -creció casi un 50 % más deprisa que la economía mundial- y creó millones de puestos de trabajo, uno de cada cinco, conforme a la investigación presentada en la cumbre.
El estudio se ha centrado especialmente en el efecto que tiene el transporte del sector turístico en el medioambiente, cuyas emisiones constituyen el 5 % del total mundial, ha explicado el director del Desarrollo Sostenible de Turismo de la Organización Mundial del Turismo (OMT), el doctor Dirk Glaesser.
Respecto a las previsiones para 2030, el informe calcula que haya 35.600 millones de visitantes internos o “de día” -personas que realizan viajes cortos- y el turismo aumente hasta suponer el 11,5 % del PIB mundial, lo que se traduciría en que el 21 % de las emisiones contaminantes sería producido por el transporte turístico.
El director ejecutivo de la OMT, Manuel Butler, ha pedido a los países asistentes a la cumbre que, tras conocer estos datos, “no traigan discursos sobre el cambio climático, sino soluciones”.
Entre los asistentes a la presentación estaba la secretaria de Estado de Turismo de España, Isabel Oliver, quien destacó la importancia que tiene el cuidado del medioambiente para el Estado, que tiene “interiorizados” los principios del turismo sostenible 2020-2030 con ministerios relacionados entre sí -porque “afecta a todo el Gobierno”- o con el liderazgo en el programa ‘One Planet Sustainable Tourism”.
Turismo subirá emisiones de dióxido de carbono
Las emisiones de CO2 del sector turístico correspondientes al transporte podrían aumentar casi un 25 por ciento hasta 2030 y pasar de 1.597 millones de toneladas en 2016 a 1.998 millones de toneladas en apenas once años, según un informe presentado en la COP25 del Clima de la ONU. El informe de la Organización Mundial del Turismo (OMT) y el Foro Internacional de Transporte señala, no obstante, que dado que el número de turistas sigue aumentando y el sector va haciendo progresos en la consecución de unos viajes con bajas emisiones, se prevé que las emisiones de carbono por pasajero-kilómetro irán en descenso en la próxima década. En ese sentido, la OMT llama a una mayor cooperación entre los sectores del transporte y del turismo.