IEV.- En su sexto día, la guerra desencadenada por Vladimir Putin en el corazón de Europa dio un nuevo giro. Y entró en una fase evidentemente más destructiva y violenta, aun más peligrosa que antes porque, con más muertos, devastación y heridos, pone a sus protagonistas en situaciones de no retorno, que no permiten negociar, lo que amenaza con exacerbar aún más un conflicto que alteró al planeta.
La presión militar rusa, de hecho, se intensifica en toda Ucrania, donde versiones de prensa indican que tropas bielorrusas -aliadas de Vladimir Putin- habrían cruzado la frontera para dar respaldo en la región de Chernihiv, en el norte, donde se combate. Los bombardeos son cada vez más mortales sobre la segunda ciudad del país, Kharkiv, al noreste de esta capital, de la que llegan imágenes espeluznantes, pero que sigue resistiendo a una agresión brutal.
En Kiev, en tanto, nadie duda de que es inminente el asalto final. Si ayer se contaban con los dedos de una mano las veces que rompía el silencio el sonar tétrico de las sirenas que advierten de ataques aéreos, ahora ya no. Son cada vez más seguidos. Y lo más impactante es saber que, aunque en forma lenta, avanza hacia la ciudad una columna de 65 kilómetros de blindados y otros medios rusos.
La toma de la capital aparece tan inminente que una nueva embajada occidental, la de Italia, decidió, como ya habían hecho en los últimos días varias muchas otras, mudar su legación a Lviv, en el oeste, en la frontera con Polonia. Una movida considerada de todos modos extraña porque su aeropuerto también fue objeto de bombardeos esta mañana, según fuentes diplomáticas aseguraron a LA NACION.
Más allá de la presión militar, aumentaba la presión psicológica. “El ejército ruso invitó a todos los ciudadanos de la región de Kiev que viven cerca de repetidoras de telecomunicaciones a dejar sus casas”, refirió la agencia rusa Tass. Un cable que puso en alerta a los cerca de 2000 periodistas extranjeros que han llegado para cubrir este primer conflicto global, que temen que se corten las comunicaciones y no poder transmitir más sus despachos.
El Ministerio del Interior de Ucrania anunció que un ataque ruso hizo blanco en la torre de televisión de Kiev, provocando la interrupción de la transmisión de los canales de TV.
Creó aún más alarma la información según la cual el ministerio de Defensa ruso había invitado a dejar sus casas a los residentes de la capital, ya que tenía intención de lanzar “bombardeos de alta precisión” contra edificios gubernamentales estratégicos como el de los servicios secretos (Security Service of Ukraine) (SBU)y el 72 Centro para Información y Operaciones Psicológicas.
“Urgimos a los ciudadanos ucranianos involucrados por nacionalistas ucranianos en provocaciones contra Rusia, como a los residentes de Kiev que viven cerca de estaciones repetidoras a dejar sus casas”, indicó un comunicado que circuló a media tarde.
Huir de Kiev
Miles de personas, en tanto, seguían intentando huir de Kiev, ciudad fantasma, zona de guerra, en tren o en auto. Como si se tratara de una verdadera estampida -parte de un éxodo por el cual ya hay más de medio millón de refugiados ucranianos en países vecinos del oeste-, los atascos eran tan impresionantes que para recorrer un tramo que normalmente puede hacerse en 20 minutos, un chofer de un colega tardó tres horas. El caos también se debe a que algunos puentes de la ciudad, atravesada por el río Dnipro, fueron volados a propósito para impedir el avance de los tanques y a los distintos check-points que van apareciendo.
Si hay atascos en avenidas que sirven para un escape hacia el oeste, en el centro de la ciudad, en cambio, el tránsito prácticamente no existe. En avenidas vacías y con algo de nieve en las veredas, ya que anoche, en medio de los bombazos, nevó, sólo se ven patrullas de policía, de militares y algunas ambulancias. Poquísimos autos de civiles o, en todo caso, coches negros de marca, que parecen blindados, que parecerían transportar a personajes VIP o altos funcionarios del gobierno. También se ven autos más normales, que llevan la misma cinta amarilla que ostentan en el brazo los milicianos locales de las Fuerzas de Defensa de Kiev, que también se ve deambulando, algunos llevando unos largos tapados negros.
“Nadie sabe qué va a pasar con este fucking presidente Putin”, decía Edward, taxista que habla inglés que conocí el sábado en la cola del supermercado del barrio de Podil, con quien intercambié teléfono y que gentilmente -ya que desaparecieron los taxistas- me llevó de mi hotel de ese barrio a otro más céntrico. Un trayecto de apenas un kilómetro que hicimos en una ciudad totalmente desolada y que al final, Edward -cuya mujer e hija de seis años ya escaparon y pudieron refugiarse en lo de su madre en Alemania-, ni siquiera quiso cobrar.
El nuevo hotel es el Kozatsky, que queda frente a la emblemática Plaza Maidan, de la independencia, el corazón político de la ciudad. Y el epicentro de la rebelión bautizada Euro Maidan que en 2014 derrocó un gobierno filo ruso, revolución que es el origen de lo que aquí llaman la “obsesión” de Putin con Ucrania, un país que quiere que vuelva a estar bajo su influencia.
La plaza lucía desierta, salvo la presencia de uniformados y rodeada de barricadas, armadas con bolsas de arena y barras de acero en cruz. También el Palacio Municipal de la cercana avenida Khreschatyk, vacío y desolado, de estilo monumental, estaba protegido con bolsas de arenas colocadas en sus enormes entradas.
“Hay que tener cuidado, esta noche va a empezar el asalto a Kiev. Pero no sería devastada. Hay un acuerdo interno de no atacarla a mansalva”, dijeron a LA NACION fuentes diplomáticas. “Varios militares y oligarcas tienen familiares ahí que, al parecer, no han sido evacuados”, agregaron.
En el lobby del hotel reinaba un clima de gran histerismo, con algunos periodistas que decidían evacuar de inmediato en convoyes organizados por medios españoles en colaboración con la embajada de Francia. Mientras tanto, otros veteranos corresponsales de guerra seguían llegando, sin alterarse. Como el nuevo hotel sólo ofrece desayuno, hubo que salir a hacer compras. En un supermercado cercano, aunque faltaban el pan y verduras frescas, aún estaba abastecido de todo el resto. La novedad es que, debido a la ley marcial y el estado de emergencia, está prohibida la venta de alcohol.Elisabetta Piqué