No te acuerdas del nombre de esa persona que conociste de fiesta, pero ella sí y va directa hacia a ti a soltarte una buena chapa.
Estás en el supermercado, con una pinta andrajosa que da miedo, cuando de repente te topas con esa persona que añadiste a tu agenda de Snapchat en aquella fiesta en la que pillaste un pedal del quince. No te acuerdas de su nombre, pero la persona sí que te reconoce… y va directa hacia ti. Mentalmente te vas preparando para una conversación tonta de las de manual, y sabes que va a ser lo peor.
Pese a la evolución constante de nuestras expectativas como seres sociales, una cosa que no cambia nunca es la incomodidad que producen las conversaciones superficiales. Quizá las redes sociales hayan ayudado a eliminar barreras entre las personas, pero el aumento de la confianza en línea implica también un aumento de la ansiedad a la hora de conocerse en persona. Llevamos toda una vida comportándonos como idiotas en ese aspecto, así que decidimos consultar con un par de expertos en el tema Miriam Meyerhoff, sociolingüista de la universidad de Victoria, y el autor del libro Talk Your Way to Happiness, Barrie Leslie para que nos aconsejaran sobre cuál es la mejor manera de salir airoso de una conversación trivial. Estas fueron sus recomendaciones:
Lo trivial, si breve, dos veces bueno
Las conversaciones banales son siempre la antesala de una posible charla más profunda. Formular preguntas cuya respuesta no te interesa lo más mínimo (“¿Cómo estás?”) ayuda a romper el hielo y sienta la base de una interacción más sólida. “Algunos psicólogos lo han comparado con el hábito que tienen algunos animales de quitarse pulgas unos a otros”, explica Meyerhoff. “Es un gesto que genera confianza”.
Tanto Leslie como Meyerhoff coinciden en que el único propósito de hablar con los demás es el de conseguir lo que queremos de ellos, por lo que si quieres embarcarte en una charla profunda con alguien, tendrás que pasar inevitablemente por el mal trago de la conversación trivial. El problema es que no resulta tan sencillo pasar de un nivel de profundidad a otro. Somos capaces de identificar al instante algo “profundo” porque está fuera de nuestras expectativas. Uno no tiene charlas intensas a diario.
Leslie compara las conversaciones triviales con el hecho de conducir en primera: avanzas, pero no puedes ir muy lejos.
La clave está en el contexto
El grado de incomodidad de estas charlas varía en función del entorno. Es más fácil gestionarlo en una fiesta, por ejemplo, porque vas predispuesto a establecer relaciones sociales. En cambio, cuando sales de clase de zumba, sudando y medio muerta, no esperas encontrarte al tío bueno con el que solías ir al colegio. En contextos así, se genera cierta presión por acabar con la interacción porque el entorno no la favorece. Por otro lado, el sentimiento de satisfacción si consigues llevar la charla a un plano más profundo será mayor en estos casos.
Exactamente, ¿qué esperamos de esta conversación?
Como dice Leslie, no existe una forma segura de iniciar una conversación. Dependerá totalmente de tu objetivo, de lo que quieras obtener de tu interlocutor. ¿Quieres afianzar vuestra relación? Establece contacto visual y di su nombre con frecuencia. Según afirma Leslie, es más probable que la persona con la que hables se implique más en la conversación si repites su nombre a menudo. También ayuda “ajustar” tu lenguaje corporal al de tu interlocutor.
Aunque a veces la situación es muy chunga y has coincidido con alguien a quien no te apetecía volver a ver nunca más (tu expareja, por ejemplo). En esas situaciones, lo mejor para poner fin a la charla es no mirarle a los ojos, usar un tono de voz más frío y gestos que marquen distancia, con los brazos siempre cerca de la zona del pecho, o directamente cruzados.
Leslie también aconseja ceñirse a tratar temas que no molesten al otro, y lo que es más importante: SER BREVE. “Las investigaciones al respecto revelan se les da mejor presentarse satisfactoriamente, ocultando sus vulnerabilidades, al contrario que a las mujeres”, explica. Así que ya sabéis, chicos, no habléis del trío que os habéis montado el fin de semana, y chicas, evitad hablar de vuestro último fracaso sentimental con el imbécil ese del gimnasio.
Esos inevitables e incómodos silencios
Ambos expertos reconocen lo tentador que resulta rellenar los silencios con un monólogo incesante. Si estás tratando de pasar a otro nivel de intensidad con alguien, prueba a hacerle una pregunta abierta, una que no pueda responder con un simple “sí” o “no”. ¿Qué te pareció la obra de teatro? ¿De qué conoces a los que han montado la fiesta? ¿Qué consecuencias geopolíticas crees que conlleva la caída del precio del petróleo? Cosas así.
Leslie afirma que las mujeres suelen asumir el papel inquisidor y el de reír las gracias de la gente, aunque la mujer moderna buscará la igualdad, lo que da un atisbo sobre sus criterios. Según Leslie, muchas mujeres opinan que si los hombres no les han hecho preguntas o no les han reído las gracias, es que no están interesados en ellas. Si eres de los que está deseando largarse cuando se produce un silencio incómodo, sigue leyendo.
Salir airoso de la situación
En este punto, Leslie y Meyerhoff no se ponen de acuerdo. Ambos recomiendan cambiar el tono de voz a modo de disculpa mientras haces referencia a todas las tareas que te quedan por hacer. Meyerhoff cree que proponer un nuevo encuentro en otro momento es menos formal que largarse sin más, aunque por otro lado es una muestra de consideración hacia la otra persona. “Si dices a alguien que podríais veros en otro momento, sea verdad o no, demuestras que te importa lo que esa persona piense o sienta”, explica. Leslie, en cambio, considera que zafarse es solo intentar evitar lo inevitable, posponer una situación incómoda.
Cuando la persona te dice que tenéis que quedar para tomar algo y tú no quieres volverla a ver en lo que te queda de vida
Si la simple idea de tomar algo con tu interlocutor para “poneros al día” te revuelve el estómago, Leslie recomienda hacer una pausa. Bastante larga. No establezcas contacto visual. Incluso la persona más persistente se dará cuenta de que no te interesa aceptar la invitación.
Esa pausa sirve como advertencia a tu interlocutor de que vas a rechazar la oferta. A continuación, dile amablemente (palabra clave) que estás demasiado ocupada para quedar.
Déjate llevar por una conversación incómoda y quizá incluso aprendas algo
Ambos expertos aseguran que establecer interacciones con otras personas, si tu ritmo diario lo permite, puede ser estimulante. Meyerhoff argumenta que no deberíamos evitar las conversaciones triviales, sino tratar de aprender de ellas. Aunque se trate de una conexión superficial, puede aportar cierta sensación de logro. Al fin y al cabo, los seres humanos estamos hechos para comunicarnos, ¿no?
La próxima vez que veas a esa chica con la que hiciste un trabajo en el instituto, en lugar de esconderte instintivamente detrás de una esquina, plantéate la posibilidad de charlar un rato con ella. Quizá valga la pena.