Se le llamó Operación Estrella y fue la mayor fuga planificada de una cárcel de mujeres de la historia.
En la noche del 30 de julio de 1971, 38 de un total de 42 presas políticas que estaban detenidas en la cárcel de Cabildo, un penal femenino en el centro de Montevideo escaparon por un agujero en el piso.
La fuga tuvo ribetes cinematográficos: las mujeres -la mayoría miembros del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T)- atravesaron casi 40 metros de túneles, que habían sido meticulosamente excavados por meses, desde el exterior.
Así, llegaron hasta una casa cercana, que había sido elegida como parte del plan, donde pudieron cambiarse la ropa y escapar, en grupos, hacia la libertad.
La masiva fuga conmocionó al país y descolocó a las autoridades, que tardaron cerca de tres meses en descubrir cómo se había llevado a cabo el complot.
No obstante, el episodio quedó prácticamente en el olvido en Uruguay.
El único recuerdo quedó plasmado en un libro escrito por una de las protagonistas de la fuga, Graciela Jorge, llamado “Historia de 13 palomas y 38 estrellas”, que tuvo muy poca difusión cuando se publicó en 1994.
Sin embargo, el tema volvió a salir a flote de la manera más inesperada.
En 2011, la periodista y escritora argentina Josefina Licitra, editora de la revista cultural Orsai, entrevistó a la entonces senadora y primera dama uruguaya Lucía Topolansky para un perfil que estaba escribiendo sobre el marido de ella, el entonces presidente José “Pepe” Mujica.
Durante la entrevista, Topolansky habló sobre su vida y sobre los eventos políticos y personales que habían marcado su juventud.
“Ahí mencionó, sin mayor detenimiento, la Operación Estrella“, cuenta Licitra, quien se enteró así que Topolansky y su hermana melliza, María Elia, -que también tuvo un papel importante dentro de la izquierda uruguaya- habían formado parte de una fuga histórica.
Investigación
Intrigada sobre este hito que jamás había oído mencionar, Licitra decidió investigar y se sorprendió por la poca información que halló.
Eso la llevó a decidir indagar más en profundidad y a buscar a las otras protagonistas de la historia.
El resultado de su trabajo fue el libro “38 Estrellas”, publicado el año pasado por la editorial Seix Barral.
Allí, la autora hila los recuerdos de las 15 “estrellas” con las que logró hablar para reconstruir lo que pasó hace casi medio siglo.
En conversación con BBC Mundo, Licitra contó que las protagonistas tenían, en promedio, cerca de 25 años cuando ocurrieron los hechos.
“Habían sido arrestadas por diferentes motivos. Algunas simplemente por repartir volantes del MLN-T. Otras por delitos más graves, como salir con armas de fuego a la calle, robar automotores o causar incendios”, explicó.
Las presas políticas del MLN-T y otras agrupaciones de izquierda estaban separadas de las presas comunes y tenían su propio pabellón dentro de la cárcel de Cabildo, que tenía una estructura interna más parecida a una casa que a un penal, ya que no había celdas.
Hasta un año antes, ese penal había sido manejado exclusivamente por monjas, pero eso cambió después de que 13 prisioneras se fugaran de la capilla durante una misa (un evento que Graciela Jorge relató en su libro, bajo el irónico título: “De nuestros enemigos, ¡líbranos señor!”).
Tras ese episodio, las autoridades uruguayas pusieron guardias fuera del penal, complicando cualquier escape.
El plan
Pero eso no disuadió a los líderes del movimiento tupamaro, que empezaron a planear la osada Operación Estrella.
“El plan se empezó a gestar desde afuera, pero requirió de la coordinación con las presas”, cuenta Licitra, quien destacó la particular importancia que tuvieron las militantes que estudiaban arquitectura.
Su papel era proporcionar información precisa para que sus colegas en el exterior supieran dónde cavar el pozo que usarían para su escape.
Para tomar mediciones, las prisioneras usaron lo que tenían a mano, como hilos y otros elementos de costura.
El intercambio de información se hizo a través de pequeños mensaje o planos dibujados en papel de cigarrillo, que era intercambiado durante las visitas.
Solo las mujeres de mayor rango dentro del MLN-T conocían el plan. Por temor a que la información se filtrara, la mayoría de las fugadas se enteró del operativo días o incluso horas antes de su ejecución.
Las mellizas Topolansky
Una de las que sabía del operativo era Lucía Topolansky, quien se había unido a los tupamaros en 1969, cuatro años después de la creación del grupo guerrillero.
“La Tronca“, como la llamaban sus compañeros por su carácter duro, llegó a la cárcel de Cabildo en febrero de 1971, procesada por asociación para delinquir y atentado a la Constitución en grado de conspiración. Tenía 27 años.
Licitra cuenta que apenas llegó al penal se enteró del plan de fuga, que ya estaba en marcha, y formó parte de la comisión encargada de los detalles.
Su libro también revela la mala relación que tenía con su hermana María Elia -apodada “La Parda”-, quien se había unido al MLN-T en 1966 y fue encarcelada en Cabildo en mayo de 1971, tres meses después de Lucía.
“Cuando ‘La Parda’ entró al pabellón, su hermana ni se molestó en levantarse a darle la bienvenida. ‘La Parda’ notó el desprecio. Saludó a sus compañeras que se habían acercado y después fue hasta la mesa donde estaba Lucía”, relata “38 Estrellas”.
“Miraba hacia abajo: estaba tejiendo crochet. ‘Hola’, dijo ‘La Parda’. Lucía levantó la vista. ‘Qué tal, ¿cómo te va?’, respondió y volvió al trabajo manual”.
La enemistad entre las hermanas tenía causas políticas: María Elia tenía discrepancias con la dirigencia tupamara y había fundado una fracción disidente, por lo que muchos del grupo la consideraban una traidora.
Mirtha Fernández Pucurull, otra de las militantes que se fugaron durante la Operación Estrella, le contó a Licitra que en el penal a Lucía le decían “la oficial”, para distinguirla de su melliza.
A diferencia de su hermana, que fue una de las que planificó el escape, a “La Parda” recién le habrían avisado poco antes de la gran fuga.
Cómo se hizo
Los tupamaros habían constatado que la red sanitaria en la zona de la cárcel de Cabildo era antigua, lo que significaba que las cloacas eran anchas y largas.
Decidieron entonces construir dos túneles: uno desde la cárcel hasta las cloacas y otro desde allí hasta una casa cercana, que había sido alquilada por el grupo como parte del plan.
La excavación de los túneles (ambos de 18 metros de largo, 1,20 de alto y 80 cm de ancho) llevó unos cinco meses y requirió una coordinación muy precisa con las presas, no solo por su ubicación sino porque ellas debían hacer ruido y utilizar tácticas de distracción para evitar que sus cómplices en el exterior fueran detectados.
Por ejemplo, el agujero dentro de uno de los cuartos del pabellón -que no tenía rejas internas- se hizo utilizando un gato hidráulico para romper las tablas del piso, mientras las presas celebraban un cumpleaños para tapar el sonido de los golpes.
Cuando todo estuvo listo, a finales de julio, esperaron hasta las 22:00 horas, cuando todos estaban dormidos, para hacer su gran escape, en un orden que había sido determinado previamente (con los cuadros superiores del MLN-T adelante).
Licitra trató de reconstruir el orden exacto de salida para su libro, pero encontró que distintas presas recordaban distintos órdenes.
Tampoco quedó del todo claro quiénes fueron las cuatro detenidas políticas que decidieron no participar de la fuga (algunas porque su condena ya estaba por terminar y otras porque tenían un estado avanzado de embarazo).
Según escribió la periodista Virginia Martínez en el diario uruguayo El País, Elena Quinteros, quien probablemente sea la desaparecida política más icónica de ese país, fue una de las que se quedó.
“Una joven Elena Quinteros elige no fugarse para no pasar a la clandestinidad (“yo quiero volver a la actividad sindical”, argumenta)”, escribió Martínez en una reseña sobre el libro de Licitra.
Sin embargo, tanto la periodista argentina como otros aseguran no haber hallado evidencia de que Quinteros estaba en la cárcel de Cabildo cuando ocurrió la fuga.
Olvido
Estas discrepancias y recuerdos que no coinciden son evidencia de cómo el paso del tiempo ha ido dejando en el olvido un evento que, a pesar de su magnitud y singularidad, nunca fue debidamente documentado.
Licitra cree que hay al menos tres motivos por los cuales “no hay relato”sobre esta fuga récord.
La primera, que se basa en lo que le dijeron las propias protagonistas, es que si bien para una persona común esta historia es excepcional, “en la vida de estas militantes fue casi un episodio más dentro de una serie de episodios descomunales”.
Casi todas las 38 “estrellas” volvieron a ser apresadas, y muchas, como la vicepresidenta uruguaya, pasarían más de una década tras las rejas, pero esta vez en un encierro mucho más cruel y violento, durante el régimen militar.
El segundo motivo tiene que ver con la poca relevancia que se le dio al importante papel de las mujeres dentro del movimiento tupamaro, en especial a nivel de registros.
Pero probablemente más que estas dos cosas, el olvido sobre la Operación Estrella seguramente tiene que ver con el hecho de que esa fuga quedó opacada por una incluso mayor -que llegó a estar en el libro Guinness de los récords- conocida como “Operación Abuso” y que ocurrió semanas después.
En esa fuga, 111 militantes políticos -incluyendo a la cúpula del MLN-T- huyeron del penal de Punta Carretas, también en Montevideo. Ocurrió el 6 de septiembre de 1971.
Se lo consideró uno de los actos más impresionantes de los tupamaros y -como seguramente recuerden muchos uruguayos- uno de los protagonistas de la fuga fue “Pepe” Mujica.
Eso sí quedó registrado en los libros de historia, los mismos que ahora, ante la nueva ola feminista, empiezan a tener una nueva mirada sobre el pasado.