El animal salvaje más traficado del mundo sigue bajo amenaza crítica. Ayer se incautaron 12 toneladas de escamas de pangolín en la aduana de Shenzen, en la provincia de Cantón (China) .

Ha sido la mayor cantidad jamás requisada, lo que se estima que equivale a 20 mil pangolines que fueron cazados para satisfacer la demanda china de este ingrediente de la medicina tradicional.

En realidad, nunca se ha confirmado que tenga propiedades curativas para tratar el cáncer, la parálisis, las cefaleas, el dolor de cabeza, el acné, potenciar las erecciones, entre muchas otras cualidades milagrosas más que son creídas por los defensores de este tipo de medicina tanto en China como en África.

Pero es en la República Popular donde se llegan a pagar hasta 3 mil dólares por un kilo de estas escamas de queratina dura. Secas y asadas se utilizan en sopas. Pero también se consume la carne del animal estofada o a la brasa.

No importa que su consumo esté penado con 10 años de prisión en China y que se haya prohibido la exportación de los cuatro especies asiáticos del animal. Los expertos señalan que la falta de una aplicación real de las leyes ha motivado el aumento de la caza de pangolines en África, donde habitan cuatro especies más y hay menos regulación. A esto se añade que es un animal inofensivo, que solamente tiene una cría al año y que sufre de estrés y depresión en circunstancias poco favorables.

La Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), que prohíbe la comercialización de pangolines y sus productos y clasifica a las ocho especies como en peligro de extinción, dos de ellas en estado muy crítico por la caza.

Y aunque en el 2000 los países asiáticos decidieron no permitir que se exportaran los pangolines de sus países, desde TRAFFIC, una organización que controla los movimientos del comercio de animales salvajes, dicen que la aplicación de las regulaciones “es una broma”.

Pero el consumo de pangolín no es nada nuevo. En un número de la revista Naturede 1938 se indicaban distintas formas de consumir las escamas: “secadas y asadas, reducidas a cenizas, cocinadas en aceite, mantequilla, vinagre o en orina de niños o cocinada con tierra o conchas de ostra para curar el nerviosismo o los llantos histéricos de los niños, a las mujeres poseídas por demonios y ogros, las fiebres de la malaria y la sordera”.