La situación en Irán por el avance del coronavirus es extremadamente compleja. Poco más de 30 funcionarios del gobierno persa y miembros del parlamento están infectados, y un alto asesor del líder supremo murió.
El Ministerio de Salud ha propuso enviar 300.000 miembros de las milicias, puerta por puerta en una misión desesperada por desinfectar las viviendas. El fiscal principal advirtió que cualquier persona que acapare barbijos y otros equipamientos sanitarios, corre el riesgo de ser castigado con pena de muerte.
Hace dos semanas, los líderes iraníes predijeron confiadamente, como ha sucedido en otras fronteras, que el contagio del coronavirus que asola a China. Incluso se jactaban de que iban a exportar barbijos a sus socios comerciales chinos.
La realidad fue mucho más dura. Irán fue golpeado por las infecciones del coronavirus que han matado a 77 personas, la mayor cantidad fuera de China. Pero, en lugar de recibir ayuda del gobierno, los abrumados médicos y enfermeros del país dicen que, en cambio, se les advirtió que debían guardar silencio. Algunos funcionarios revelaron que la jerarquía de Teherán está comprendiendo la verdadera extensión del brote, probablemente, afirman los expertos, porque sería considerado un fracaso que beneficiaría a sus enemigos.
A medida que el mundo combate la diseminación del coronavirus, la epidemia en Irán es una lección sobre lo que sucede cuando un estado, con recursos limitados, intenta jugar políticamente con un brote y después se da cuenta de que es muy difícil de contener.
Mujeres en una farmacia en Teherán, Irán. / Arash Khamooshi/ The New York Times
Las autoridades parecen estar tan preocupadas por controlar la información, como por controlar el virus, según se pudo establecer en entrevistas telefónicas y mensajes de texto intercambiados con más de seis trabajadores médicos iraníes.
Varios de dichos agentes de seguridad apostados en cada hospital, han prohibido a los miembros del personal, revelar cualquier información acerca de la escasez de insumos, los pacientes o muertes relacionadas con el coronavirus.
Una enfermera en un ciudad del noroeste de Irán envió un mensaje por privado a su familia, que luego fue compartido con The New York Times, en el que describe una carta del servicio de seguridad, donde se advierte que compartir información sobre los pacientes infectados constituye una “amenaza a la seguridad nacional” y “aviva el temor público”. Esas ofensas “serán tratadas por un comité disciplinario”, decía la advertencia en la carta que describió la enfermera.
El secreto y la paranoia, dicen los médicos y otros expertos, reflejan lo que denominan un foco contraproducente sobre la imagen pública y el prestigio de Irán, que parece estar dañando la confianza general y bloqueando medidas más prácticas para la contención.
Un destacado patólogo en Teherán dijo que a los miembros del personal del laboratorio que realiza las pruebas para el coronavirus, les dijeron que habían sido amenazados con un interrogatorio y arresto, si daban información a los medios informativos.
Un inspector de sanidad controla la temperatura de unas personas en la entrada a un shopping, en Teherán, Irán./ Arash Khamooshi/ The New York Times
“Es vergonzoso”, dijo el patólogo en una entrevista telefónica. “Al convertir el tema en una cuestión de seguridad nacional, están ejerciendo más presión y estrés sobre los médicos y equipos médicos y creando un ambiente de caos y temor”. Todos hablaron en el anonimato, debido a las amenazas.
En la provincia de Golestan en el norte de Irán, donde Irán reconoció unos veinticinco casos de infectados, el funcionario jerárquico de salud en una conferencia de prensa el domingo, habló de su frustración con la negativa de Teherán de admitir la extensión de la epidemia.
“Les dijimos al ministerio de salud que tenemos 594 pacientes con coronavirus, pero el ministerio nos decía que como no teníamos resultados positivos de las pruebas, no nos darían el equipo que necesitábamos”, se quejó el funcionario, Dr. Abdulreza Fazel. “Seguían diciéndonos: ‘esperen, esperen, esperen’, y luego, repentinamente nos anuncian que estamos en un epicentro de esta peste. “Supimos desde el día 1 que estábamos en un epicentro”, dijo Fazel.
Debido a esas carencias, la realidad es que nadie puede prever hasta dónde se extendió el coronavirus en Irán. Un estudio canadiense proyectó hace un semana, que la cantidad total verdadera de infectados puede haber sido de más de 18.000. “Hace una semana son siglos cuando hablamos de una epidemia”, dijo Isaac Bogoch, director en Toronto, quien fue uno de los autores del estudio.
La lista de ex funcionarios o funcionarios actuales que se contagiaron incluye a un vicepresidente, el viceministro de salud y 23 miembros del parlamento. El lunes, el informativo oficial iraní reportó que al menos un funcionario había fallecido por el virus: Mohammad Mirmohammadi, 71, miembro del Consejo de Oportunidades, que asesora al líder supremo iraní.