Trajeron los aperitivos mientras el sol de Capri se sumergía para formar una banda anaranjada sobre el golfo de Nápoles y una pareja en la terraza hablaba de lo silenciosa que se había vuelto la isla. El hotel se sentía solo y el cantinero, elegante con su traje y corbata, interrumpió sus alegres recuerdos sobre los días prepandémicos para ahuyentar a una gaviota que había sido privada de su usual banquete de desperdicios que dejaban los turistas.

“Los pájaros están hambrientos”, explicó el cantinero.

Luego de más de un año de confinamiento, las islas italianas de la costa de Nápoles también están hambrientas por recibir visitantes y regresar a las bulliciosas temporadas de verano que son su sustento económico. En mayo, la glamurosa Capri, esa Disneylandia italiana como de un sueño de la “jet set”, y su hermana menor y menos elegante, Procida, que parece como si un vecindario de Nápoles se hubiera desprendido y flotado hacia el mar, fueron las primeras islas italianas que lograron vacunar a toda su población. El primer ministro Mario Draghi instó a los viajeros a hacer “reservaciones para visitar Italia”.

Los que le hagan caso podrían gozar de una oportunidad excepcional, quizá única en la vida, en la que menos multitudes, un clima maravilloso, así como una hospitalidad más motivada y vacunada contribuyen a una estancia memorable. Estar en las islas en estos días es ser testigo del despertar de unas bellezas impresionantes que, tras haber dormido hasta tarde, están reposadas, listas para andar y llenas de aspiraciones sobre lo que podría deparar el futuro.

Pero cada isla busca cosas muy distintas. En Capri, los dueños de hoteles y restaurantes de lujo ansían una vuelta a la normalidad con los viajeros pudientes, mientras que algunos residentes esperan que el descanso momentáneo de los cruceros detone una nueva apreciación por la biodiversidad de la isla y la cultura local. En cuanto a Procida, un pueblo pesquero con construcciones de colores pastel en estilo del siglo XVII que es tan pintoresco que ha sido el escenario de películas como El talentoso Sr. Ripley y El cartero, los lugareños están esperanzados y ansiosos de que su inoculación y la designación inesperada de Capital de la Cultura en Italia para el 2022 coloque a su isla en los altos niveles de las destinaciones en el sur del país.

El ruinoso Palazzo D’Avalos en Procida. En 1830 se convirtió en una prisión que acabó albergando a algunos de los criminales más sanguinarios de Italia hasta su cierre en 1988. 

El ruinoso Palazzo D’Avalos en Procida. En 1830 se convirtió en una prisión que acabó albergando a algunos de los criminales más sanguinarios de Italia hasta su cierre en 1988. Credit…Susan Wright para The New York Times

A pesar de que con el tiempo he visitado casi todos los rincones de Italia, nunca había ido a estas islas. Las multitudes de Capri y su reputación de ser un lugar asombroso pero vacuo me mantuvieron alejado. Procida estaba eclipsada en mi radar por su vecina más grande, Ischia. Pero su estatus libre de covid y su cercanía a mi hogar en Roma, así como la necesidad de salir tras un año brutal se juntaron e hicieron que fuera el momento propicio para conocerlas.

Aquella primera noche en Capri, mi esposa y yo caminamos a lo largo de calles perfumadas de buganvilias en las que no había compradores de marcas de lujo ni hordas borrachas por el limoncello. Veíamos con nerviosismo todos los restaurantes cerrados y la hora en nuestros teléfonos. En ese entonces, a las 10 de la noche había un toque de queda que se cernía sobre la isla y por toda Italia. Como las gaviotas, estábamos hambrientos.

En el centro del pueblo, seguimos el murmullo de las personas que doblaban una esquina hasta llegar al bar Hangout. Los lugareños hablaban de la escuela y los niños corrían por todas partes. Sin mucho antojo pedimos hamburguesas y, como si estuviéramos en una historia de Patricia Highsmith, nos encontramos con amigos de Roma cuya escapada romántica se había convertido en una pelea sobre si a él le interesaba más su velero o su esposa. Después, un amigo de ellos, el hijo de un diplomático italiano que llevaba décadas pasando los veranos en la villa de su familia en Capri, también dobló en la esquina con su esposa. Y, de repente, construimos una burbuja.

 En Capri, las tiendas de lujo, los restaurantes y los hoteles esperan volver a la normalidad vip, mientras que algunos residentes esperan un turismo más tranquilo. Arriba, el distrito comercial de Capri.
 En Capri, las tiendas de lujo, los restaurantes y los hoteles esperan volver a la normalidad vip, mientras que algunos residentes esperan un turismo más tranquilo. Arriba, el distrito comercial de Capri.Credit…Susan Wright para The New York Times

“Capri está regresando diferente, con más fuerza”, explicaba Lorenzo Fornari, un veterano de Capri. Nos platicó sobre las flores de los naranjos zagara que crecían sobre el monte Solaro que corona la isla, las cuales usa para darle sabor a Solaro, la ginebra artesanal que había comenzado a destilar con granjeros locales.

Un par de días después lo visité en su jardín en terrazas, lleno de kiwis, higos, limones (uno de los cuales arrancó de un árbol y utilizó como mapa para explicar la geografía de la isla), hinojo silvestre, incluso hojas de plátano.

“Lo juro”, dijo. “Todo crece en esta isla”. Un lote de prueba de los licores acababa de llegar de la destilería, y dejó caer una ramita de romero en un vaso antes de hacer la prueba final de sabor. Lo aprobó mientras aseguraba que Capri necesitaba más proyectos sostenibles de este tipo, y contó cómo trabajaba con artesanos locales y una cooperativa de agricultores en Anacapri, la parte mucho más grande, y menos refinada, de la isla que tenía “mucho que ofrecer”.

El restaurante Da Gelsomina en Anacapri
El restaurante Da Gelsomina en AnacapriCredit…Susan Wright for The New York Times
El restaurante está especializado en ravioles caprese, pasta rellena de queso con tomates locales y albahaca.
El restaurante está especializado en ravioles caprese, pasta rellena de queso con tomates locales y albahaca.Credit…Susan Wright para The New York Times

Luego me monté en un taxi, con tarifas exorbitantes, para llegar al otro lado de la isla, a Anacapri, donde una fila de escolares en uniforme les deseaba “buon appetito” a la gente que almorzaba en el jardín de Gelsomina, uno de los primeros lugares en la isla en servir ravioli caprese, una pasta famosa rellena de queso que tiene una cierta dulzura gracias a los tomates de su propio huerto con los que la cocinan. Mientras un mesero le explicaba al único grupo de turistas que la isla solía estar rebosante de visitantes, su hermana Gelsomina Maresca dijo: “Esperamos que regresen los estadounidenses”. Solo no demasiados, añadió mientras su mamá picaba corazones de alcachofa en la cocina. “Anacapri está creciendo, pero esperamos que nunca llegue al nivel de Capri. Es demasiado comercial. Nosotros somos auténticos”.

La autenticidad, desde luego, significa algo diferente para cada persona. Otros en el centro elegante de la isla sostenían que el turismo y la hospitalidad, cuya historia en la isla comenzó hace 2000 años con el emperador Tiberio, estaban en la sangre de Capri y, considerando toda su belleza natural, la isla no carecía de sus invitados pródigos.

Hotel Scalinatella, un lujoso hotel boutique en Capri

“Qué gusto saber de ti”, decía en una llamada telefónica Nicolino Morgano, de 64 años, el propietario Scalinatella, un suntuoso hotel boutique, detrás del mostrador de la recepción. Capri, le comentó a la mujer con la que hablaba, “está lista para brindarte las mismas emociones de antes”.

“La gente no deja de llamar y de mencionar que viene para acá y dice: ‘Quiero mi mesa de siempre’”, contó Francesco De Angelis, de 55 años, cuya familia es propietaria del venerable restaurante La Capannina. Días antes de la reapertura, los integrantes de cuatro generaciones de la familia, todos vacunados, se sentaron en su comedor, rodeados de vasos limpios, fotografías de clientes famosos como Dustin Hoffman, y contaron anécdotas sobre otros, como Michael Douglas y su padre Kirk Douglas, que los visitaba antes que él. Sentían que la energía de Capri regresaba.

“Es una alegría, alegría, alegría”, expresó De Angelis.

 En 2022, Procida será Capital de la Cultura, y a algunos en la isla les preocupa que la designación pueda traer demasiados turistas, mientras que otros están deseando el cambio. Arriba, el pueblo pesquero de Corricella.
 En 2022, Procida será Capital de la Cultura, y a algunos en la isla les preocupa que la designación pueda traer demasiados turistas, mientras que otros están deseando el cambio. Arriba, el pueblo pesquero de Corricella.Credit…Susan Wright para The New York Times

El Ministerio de Cultura italiano también pensó en el resurgimiento cuando eligió a la cercana Procida, una isla volcánica de casi cuatro kilómetros cuadrados y 10.000 habitantes, como Capital de la Cultura de 2022. Procida “nos acompañará en el año del renacimiento”, dijo el ministro de Cultura en una decisión que provocó lo que el alcalde de Procida, Raimondo Ambrosino, me dijo que fue una “explosión de alegría”.

Ambrosino, que participó como extra en El talentoso Sr. Ripley, dijo que Procida, la primera isla en estar totalmente vacunada en Italia, tenía planeada un programa denso de eventos culturales que incluía la “regeneración” de lugares abandonados. El Palazzo D’Avalos, una construcción del siglo XVI ahora en ruinas, sería un centro cultural nuevo (en 1830, el palacio fue convertido en una prisión donde se albergaron algunos de los criminales más sanguinarios de Italia hasta su cierre en 1988). El antiguo faro podría ser un museo sobre la vida marina de los alrededores. La antigua ciudad medieval amurallada de Terra Murata, en el extremo norte de la isla, donde se ubica la abadía San Miguel Arcángel, que cuenta con un nacimiento hecho de conchas, podría ser restaurada.

Pero dijo que, en realidad, no tenían intenciones de hacer cambios importantes.

“No tenemos que hacer nada nuevo”, afirmó Ambrosino mientras se reclinaba en el destartalado ayuntamiento contra una ventana abierta frente al mar. Tal vez la atención nacional, los fondos gubernamentales y los dólares adicionales de los turistas podrían usarse para reacondicionar los numerosos edificios en ruinas de la isla y convertirlos en nuevos alojamientos de Airbnb, dijo, pero no había ningún apetito por los complejos turísticos de lujo. “Una vez intentaron construir uno”, dijo. “Y acabó mal”.

La abadía San Miguel Arcángel en Procida
La abadía San Miguel Arcángel en ProcidaCredit…Susan Wright para The New York Times

Si Capri tiene la mancha de la decadencia a Procida la asedia el deterioro. Pero su apariencia descuidada es romántica en el mismo sentido que lo es La Habana: está el yeso que se desprende en trozos y queda atrapado entre las redes que cuelgan sobre los altares o llenan de polvo los asientos de las iglesias, las mujeres mayores que se asoman a la ventana mientras miran inmóviles el mar, las manchas grises en las fachadas de colores pastel que se desmoronan y que son como una prueba de Rorschach sobre el tipo de Italia que se ve aquí. ¿Está maltratada o así es de verdad? ¿Es algo que hay que dejar atrás o que hay que conservar a toda costa?

Procida tampoco parece estar segura de la respuesta. El alcalde sabe que el premio de la cultura atraería a más turistas, aunque dijo que no hay tantos ferris para llevarlos a todos y que la ciudad se nominó a sí misma para no tener que cambiar y “para hablarles a nuestros jóvenes sobre nuestro pasado a fin de que entiendan que tienen un futuro”.

Él veía el pasado, presente y futuro de Procida como una historia auténtica de un pueblo marítimo, en la que los hijos de la isla se volvían pescadores y capitanes de cruceros o botes mercantes, como había pasado desde hacía siglos. Después de temporadas largas y a menudo bien remuneradas en el mar, regresaban a jardines salvajes, casi imperiales, perfumados con los limoneros plantados por sus antepasados navegantes que cultivaban cítricos para luchar contra el escorbuto en altamar. Pero ahora esos habitantes prefieren las naranjas y los albaricoques, los floripondios y la retama. En tierra firme, se pasean despreocupados por las traicioneras calles donde no hay aceras aunque están llenas de Vespas que chisporrotean bajo el mando de sus corpulentos conductores, de diminutos camiones Ape que hacen entregas de hormigón y de cientos de esas zumbantes bicicletas eléctricas, equipadas con un pequeño asiento para un niño o la compra, las cuales se han convertido en el medio de transporte preferido.

“Más bien, ser la Capital de la Cultura nos pone demasiado a la vista”, dijo Ambrosino.

Lo último que los lugareños querrían son hordas de turistas visitando discotecas, bares, tiendas de lujo que atasquen sus vidas. Ni se les ocurra sugerir que abran una trampa para turistas donde puedan tomar café. “Ellos quieren ser los invitados. Por eso el ritmo es el que es. No hay prisa”.

Corricella, Procida
Corricella, ProcidaCredit…Susan Wright para The New York Times

Pero yo sentía una cierta prisa. Si la ausencia de multitudes en Capri abría una breve ventana para conocer la gran isla como alguna vez lo fue, yo quería ver, y quería que mis hijos vieran, Procida antes de que llegaran las masas, antes de que desapareciera y se convirtiera en otra Capri, pese a la resistencia de su gente.

En ese sentido, no me decepcionó. La ventana de nuestro modesto Airbnb estaba decorada con una máquina de escribir porque supuestamente ahí fue donde la gran autora italiana Elsa Morante escribió su novela de 1957, La isla de Arturo.

“Los procidanos son huraños, taciturnos”, observó Morante. “La llegada de un desconocido despierta no solo curiosidad, sino desconfianza. Si hace preguntas, le responden a regañadientes porque a la gente de mi isla no le gusta que espíen su privacidad”.

Por la ventana de la habitación solo alcanzaba a ver una cría de gallinas y un gallo que no dejaba de hacer ruido, encaramado en las altas ramas de un naranjo. Un sendero que atravesaba los limoneros del jardín conducía a un mirador destartalado, con el yeso pintado de vides descolorido y cayendo, el cual daba a las oscuras playas de Chiaia. Para llegar a ellas, caminamos por callejones estrechos, bajamos por sinuosas escaleras metálicas o por viejas escaleras de hormigón empinadas y rectas como esclusas.

Hicimos un viaje económico en bote alrededor de la isla, con una parada para nadar en el mar nítido y frío. Para ser honesto, fue mucho menos espectacular que un viaje parecido que hicimos alrededor de Capri. Aquí no había una gruta azul. Los escollos de Procida parecen meras piedras en comparación con las rocas majestuosas de Capri, que llaman “faraglioni”. El patrón de Capri nos había señalado el acantilado sobre el que vivió el emperador Tiberio, así como la Casa Malaparte, una de las favoritas de las marcas de moda, que “no tiene cuadros porque los escaparates son los cuadros”, dijo. Por el contrario, nuestro patrón en Procida sacudió la cabeza ante un bloque de hormigón con dos diminutas ventanas en lo alto de una pequeña elevación de matorral mediterráneo. “Una casa ocupada, construida de la noche a la mañana”, se lamentó. “Una barbaridad”.

En el pueblo pesquero de Corricella, tomamos un jugo de naranja y limón fresco en el bar La Locanda del Postino, donde se rodó la película El Cartero. Los montones de redes de pesca blancas y marrones y los ancianos persistentes y curtidos parecían atrezzo de otra película. Pero los dos pescadores que discutían entre sí por dejar un balde en su barco no estaban actuando.

“La gente se va a volver loca”, dijo el chef de Caracalé cuando por fin inspeccionó su botín de bacalao.

La comida en toda la isla —de los pastelillos rellenos de crema en forma de lengua de buey que se comen en el desayuno a las copitas de nespolino que se toman antes de dormir, un destilado de níspero— es digna de ser recordada y, en comparación con Capri, es mucho más asequible.

<a href="https://www.tripadvisor.com/Restaurant_Review-g187787-d2109125-Reviews-Ristorante_Da_Girone-Procida_Province_of_Naples_Campania.html">Da Girone</a>, un restaurante de Procida con vistas a Ischia
Da Girone, un restaurante de Procida con vistas a IschiaCredit…Susan Wright para The New York Times
Sopa de frijoles y mejillones en el Ristorante Caracalé
Sopa de frijoles y mejillones en el Ristorante CaracaléCredit…Susan Wright para The New York Times
Pasta al limón en Da Girone
Pasta al limón en Da GironeCredit…Susan Wright para The New York Times

En Caracalé, la sopa de legumbres con almejas estaba tan rica que pregunté si los moluscos flotaban en mantequilla. (“La crema es de las legumbres”, me explicó la mesera, mirándome como a un loco). En Da Girone, donde el dueño epónimo de barba canosa bailaba con clientes mientras su hija les tomaba la orden a los comensales, los espaguetis con pesto de limón y almejas casi nos distrajeron del atardecer y de las vistas de Ischia y la reserva natural de Vivara, que está conectada con la isla a través de una pequeña calzada que frustró a los ciclistas debido a una reja de hierro que cerraba la entrada. En La Conchilglia da Tonino, personas que vestían trajes de baño llegaban después de salir de la arena color ceniza para comer pescado crudo y pastas con sabor a sardinas y pimientos verdes.

“Esperamos que ser la Capital de la Cultura cambie las cosas para bien”, afirmó Sabrina Bevere, de 28 años, una mesera del restaurante. “Queremos que Procida regrese con fuerza y ya no se considere una isla menor y de segunda detrás de Ischia y Capri”.

Ya hay algunos encantadores hoteles selectos. También hay glampin (¡válgame Dios!). Pero aquí el cambio no se da con facilidad.

“Estamos asustados”, dijo Nunzia Frontino, de 86 años, cuya casa de planta baja da al puerto de Corricella. Pasó la mañana de pie en su pequeño porche, mirando el puerto a través de unos pantalones colgados puestos a secar. Se acuerda de cuando solo había una cafetería, de cuando el puerto era sólo para pescar, de cuando la arena se adentraba en el golfo. Ahora se habían abierto bares de aperitivos más modernos que ofrecían cerveza artesanal y cócteles “pink lady”. Una tienda con telas de India y un outlet en Roma vendían vestidos y bolsos. La pandemia había congelado momentáneamente las cosas, pero el verano, y el gran año que se avecinaba, prometían traer un deshielo transformador. “No voy a ir a ninguna parte”, dijo Frontino de forma desafiante.

Incluso Ambrosino, el alcalde, se mostraba renuente a presumir demasiado de su pueblo. Cuando le pedí recomendaciones de zonas especialmente atractivas que pudiera ver, negó con la cabeza.

Una antigua puerta de la celda de la antigua prisión que albergaba el Palazzo D’Avalos<a href="https://www.visitprocida.com/en/places-of-interest/former-prison"><br /></a>
Una antigua puerta de la celda de la antigua prisión que albergaba el Palazzo D’AvalosCredit…Susan Wright para The New York Times
Objetos utilizados por los presos en el Palazzo D’Avalos.
Objetos utilizados por los presos en el Palazzo D’Avalos.Credit…Susan Wright para The New York Times

“Si son nuestros secretos, entonces tenemos que guardarlos”, explicó. “Aquí tienes que perderte”.

Eso no fue algo difícil. Una noche, de camino a la cena, Google Maps nos extravió cuando los espejos retrovisores de Vespas, Fiats y bicicletas eléctricas estuvieron a punto de chocar contra nosotros en la calle principal. Seguimos nuestros teléfonos hacia un laberinto de calles y nos dimos cuenta, con la ayuda de los lugareños que nos dijeron que estábamos perdidos, de que en efecto lo estábamos.

Por fin encontramos el restaurante Pergola, pero estaba situado frente a la propiedad privada de un hombre con fama de gruñón, a juzgar por la reacción de los lugareños cuando apareció. El conductor de un taxi que se detuvo para decirnos que podría llevarnos se escondió detrás de la puerta de su auto. Pero le explicamos nuestra situación al propietario, que nos abrió de mala gana las puertas de su propiedad y nos condujo hacia el restaurante que estaba al salir de la puerta trasera. Antes de despedirnos, se desvió rápidamente hacia su huerto de limoneros, dio un salto y arrancó un limón tan grande y abultado como una pelota de futbol americano y se lo dio a mi hijo.

Todavía lo tiene.

Sigue a New York Times Travel en Instagram, Twitter y Facebook. Y regístrate a nuestro boletín semanal Travel Dispatch para recibir consejos de expertos sobre cómo viajar de forma más inteligente e inspiración para tus próximas vacaciones. ¿Soñando con una futura escapada o simplemente viajando en el sillón? Consulta nuestra lista de 52 lugares para 2021.