CHOLOMA, Honduras — Más de 400 personas murieron este año cuando Centroamérica fue azotada por una de las peores epidemias de dengue de las que se tiene registro: un tipo de brote que probablemente se vuelva más frecuente y generalizado a causa del cambio climático, según han advertido algunos científicos y funcionarios del sistema de salud pública.
Sin embargo, aunque el cambio climático amenaza con aumentar la propagación del dengue a nivel mundial, al expandir el alcance de los mosquitos que transmiten el virus, la enfermedad ya encontró un terreno especialmente fértil en Honduras, por razones ajenas al medioambiente.
La Organización Panamericana de la Salud advierte que en Honduras, país que registró más del 40 por ciento de las muertes por dengue en Centroamérica este año, la disfunción gubernamental, el alboroto político y la apatía pública han agravado los efectos del cambio climático.
El dengue golpeó con fuerza el país. Este año hubo más de 107.000 casos de esa enfermedad viral —más del triple de lo registrado el año pasado— y al menos 175 muertes. En 2018, solo tres personas murieron a causa de la enfermedad en Honduras, según la Organización Panamericana de la Salud.
La criminalidad abrumadora de Honduras ha empeorado la situación, pues las pandillas impiden el acceso de los equipos de personal de salud pública, los cuales se han reducido a causa de recortes presupuestarios y la falta de personal capacitado, a algunos de los vecindarios más afectados para educar a sus residentes y fumigar las infestaciones de mosquitos.
Un tipo de mosquito llamado Aedes, el cual se reproduce en las zonas urbanas de las regiones tropicales y subtropicales del mundo, es el culpable de la transmisión del dengue en humanos. Cada año ocurren decenas de millones de casos en más de cien países. Los síntomas pueden incluir fiebre, sangrado interno y convulsiones. Si no se trata de una manera adecuada, la enfermedad puede ocasionar rápidamente el fallecimiento del paciente.
En Honduras, los funcionarios de salud afirman que el inicio de la epidemia actual fue el otoño de 2018. Luego, la cantidad de incidentes se disparó de manera drástica durante la primera mitad de 2019, y alcanzó su cifra máxima este verano antes de descender a medida que termina el año. En julio, el gobierno del presidente Juan Orlando Hernández declaró una emergencia nacional de salud que sigue en vigor.
El brote surgió en un momento de turbulencia política en Honduras, cuando se suscitaron protestas violentas en las calles contra Hernández mientras los manifestantes exigían su renuncia. Algunas de las manifestaciones han ocurrido por temores de que el gobierno tenga planes para privatizar los sectores educativo y de salud.
La nación también padece altas tasas de homicidios y una pobreza generalizada, fenómenos que se han combinado para forzar la migración de decenas de miles de hondureños en años recientes, muchos de los cuales intentan llegar a Estados Unidos.
Un sistema de salud pública consumido por los recortes presupuestarios y la corrupción flagrante ha opuesto poca resistencia al brote de dengue, según analistas y funcionarios.
“Es un sistema colapsado, un sistema ineficiente”, dijo Ismael Zepeda, un economista que trabaja en Fosdeh, un grupo de investigación en Tegucigalpa, la capital.
Los programas de vigilancia que pretendían detectar los brotes de enfermedades producidas por mosquitos fueron infructuosos. Las instalaciones médicas del país, mal abastecidas y con poco personal, no podían manejar de forma adecuada las demandas normales de la nación, mucho menos una epidemia de proporciones históricas que requiere una respuesta pronta y bien organizada.
“En otro país habría muchos enfermos, pero no tantas muertes”, mencionó Eduardo Ortíz, asesor de desarrollo sustentable y salud ambiental de la Organización Panamericana de la Salud en Honduras. “La cura para el dengue es de carácter político”
La epidemia en Honduras ha sido particularmente brutal en el departamento de Cortés, el corazón industrial del país, ubicado al norte. En esta región, la epidemia brotó casi desde el inicio y se extendió con rapidez por sus ciudades principales, San Pedro Sula y Choloma.
Cortés se convirtió en una especie de motor durante la crisis nacional, dijeron las autoridades. La enorme población migratoria —conformada por obreros de fábricas— contribuyó a propagar la enfermedad a otras regiones cuando regresaban a sus lugares de origen, de acuerdo con las autoridades.
cto particularmente devastador en los barrios de bajos ingresos de Cortés, que sufren de servicios públicos mal abastecidos y sobrepasados y adolecen de recursos de salud.
Este año, la epidemia tomó por sorpresa a Wendy Cárcamo y su familia. Aunque el brote ya había empezado a aquejar a Honduras, Cárcamo dijo que sabía muy poco al respecto. Luego, un día de febrero, su hijo Jostin Pineda, de 7 años, de pronto se enfermó.
“Estaba contento todo el día”, recordó Cárcamo. Pero al caer la noche sufría de un dolor de cabeza intenso y una fiebre muy alta.