El editor presionó al redactor: “¿Cómo habría que describir un caso tan original, tan fuera de serie, de las elecciones presidenciales de Brasil sin candidatos?” Delante de la computadora, con poco tiempo para elaborar una respuesta, el periodista tuvo una idea: dejar la explicación por cuenta de los colegas brasileños, que todos los días se hacen la misma pregunta desde sus columnas. A continuación, las ideas vertidas por aquellos profesionales que buscan acertar lo insondable.
Merval Pereira, un histórico del diario y de la TV del grupo O Globo, reflejó desanimado: “Ni Copa del Mundo ni elecciones. Por ahora, eso no está en la cabeza de los brasileños”. Después de contar que las calles de Río no hay nada referente al Mundial, como sí lo hubo en Copas pasadas, decía con tono lúgubre que lo peor es que “40% de los electores votan en blanco, lo anulan o no saben qué van a elegir”. No debería tener un sesgo dramático a no ser por que faltan apenas cuatro meses para los comicios, a realizarse el 7 de octubre.
Pero también queda muy poco hasta el 1º de enero próximo, cuando Michel Temer deberá pasar la banda y el bastón de mando a su sucesor. Y si los ciudadanos no saben en quién depositar su confianza, menos aún lo entrevén los mercados financieros que hacen saltar el dólar para adelante y para atrás según sus incertidumbres.
Es lo que afirma Bruno Boghossian, columnista del grupo Estado de Sao Paulo: “El gobierno todavía intenta convencer a los inversores que 2018 será un año decente. Pero en las mesas de operaciones lo que se mira ahora es 2019. Aun cuando el jefe de Estado todavía no salió del Planalto (la casa de gobierno), los miles de millones que circulan por el país ya se mueven al ritmo de un presidente desconocido”. Concluye abatido: “Al desmigajarse la política tradicional, se reducen las chances de victoria de un candidato reformista”, capaz de avanzar en las políticas que demanda el establishment financiero.
Fernando Canzian, analista de Folha, no ve remedio en estos comicios. Se lamenta: “Al comienzo del año se esperaba que apareciera un candidato a la Presidencia de centro que fuera competitivo y que estuviera a la par de los nombres de la izquierda y de la derecha; pero la apuesta no ocurrió”. El “sueño de los mercados” era el ex gobernador de San Pablo Geraldo Alckmin, que concurre con la marca del Partido Socialdemócrata de Brasil.
Desde 1994 la agrupación llegó siempre a la segunda vuelta, con el PT de adversario. Pero la fuerza de esa dupla está en vías de desmoronarse. Un sondeo de la agencia bursátil XP realizado entre 204 inversores, el 4 y 5 de junio, reveló que si bien la figura de Alckmin es la más atrayente para el establishment, se la considera “inviable”.
Según la agencia, en abril 48% de los inversores apostaba por el ex gobernador paulista. En junio, ese mismo 48% coloca sus fichas por el derechista Jair Bolsonaro. No en vano, los analistas subrayan que “cuando más se habla de unión de las fuerzas políticas de centro, más ocurre lo opuesto”. Y es esto lo que conspira contra las posibilidades del socialdemócrata Alckmin.
Las principales encuestas no dan señales de un cambio de rumbo. El escenario consolidado a fines del año pasado, continúa invariable: el ex presidente Lula da Silva, preso desde hace dos meses, lidera entre las figuras más populares. “El ex presidente Lula es la personalidad más aprobada entre los nombres evaluados por el Barómetro Político Estadao-Ipsos de mayo. Tiene 45% de menciones positivas. Enseguida aparece el juez Sergio Moro (que lo condenó a prisión) con 40%”. Así lo confirma Daniel Cersosimo del Estadao.
Atrás le sigue la estela de postulantes, donde destaca con 30% Marina Silva, presidenciable por el partido Red Sustentable. Con la permanencia de Lula en el liderazgo, el PT persiste en mantenerlo como candidato. Claro que “a pesar de proclamarse confiados, los petistas están convencidos que Lula no podrá ser postulado. La insistencia tiene otro motivo: el partido quiere garantizar que el ex presidente seguirá presente hasta la víspera de la elección”, relata Bernardo Mello Franco.
Para cumplir con ese objetivo, la organización tuvo una idea tecnológica. Cuando el viernes lanzó oficialmente la candidatura, que el ex jefe de Estado preso no podría acompañar, los petistas imaginaron llevar un holograma de su líder. Desistieron luego de entender que el artificio no haría más que remarcar el carácter virtual de esa postulación.
Según las fuentes de ese periodista “los petistas sueñan con imitar la hazaña del peronismo en Argentina en 1973, cuando Héctor Cámpora sustituyó a Juan Domingo Perón que estaba en el exilio y no pudo disputar las presidenciales”.
Pero ¿qué pasa con otros candidatos de la centro-izquierda? Quien parece perfilarse con alguna fuerza es Ciro Gomes, del Partido Democrático Laborista. Los diarios lo ubican a la izquierda y le pronostican un crecimiento. Dicen que podría llegar a 13%. Silva está razonablemente ubicada, pero con pocos minutos de TV (por el reparto al que obliga la ley según la fuerza parlamentaria de cada partido).
En 2014, ella se pronunció a favor de José Serra, derrotado candidato del PSDB. Hoy, en cambio, se niega a aparecer como eventual acompañante de Alckmin en el cargo de vicepresidenta. “De ninguna manera!” descartó enfática, para descerrajar una crítica: “El PSDB, al igual que el PT, se tienen que tomar vacaciones del gobierno”.