Si te sientes estresado, es posible que quieras pensarlo dos veces antes de buscar consuelo en la comida chatarra. Un nuevo estudio del Instituto Max Planck de Psiquiatría ha encontrado que una proteína relacionada con el estrés podría aumentar las posibilidades de diabetes y obesidad, pero también hay buenas noticias: el bloqueo de esa proteína podría prevenir esas enfermedades.
La proteína en cuestión se llama FKBP51 y ayuda a regular el sistema de estrés del cuerpo. Cuando su cuerpo detecta el estrés, este sistema libera cortisol, una hormona esteroide que ayuda con la respuesta de lucha o huida.
El problema es que ciertas mutaciones en el gen FKBP5 pueden cambiar la forma en que el cuerpo responde al estrés y se ha visto implicado en ciertos trastornos psicológicos como el TEPT, la depresión y la ansiedad. Ahora, los científicos de Max Planck han descubierto que estos efectos nocivos se extienden más allá del ámbito mental.
La proteína FKBP51 actúa como un vínculo entre el sistema regulador del estrés y el metabolismo, y los niveles más altos de la proteína pueden reducir la capacidad del cuerpo para absorber la glucosa. Eso a su vez puede conducir a la diabetes y la obesidad. En un giro particularmente cruel, el cuerpo considera el consumo excesivo de grasa como estresante y libera aún más FKBP51, lo que agrava el problema.
“FKBP51 influye en una cascada de señalización en el tejido muscular, que con la ingesta excesiva de calorías conduce al desarrollo de intolerancia a la glucosa, es decir, el indicador clave de la diabetes tipo 2”, dice Mathias Schmidt, investigador principal del proyecto. Pero por la misma razón, el hallazgo puede abrir un nuevo enfoque para tratar la diabetes. Dando un vistazo, los investigadores sugieren que el bloqueo de FKBP51 podría prevenir el desarrollo de la diabetes, incluso si una persona continúa con su dieta alta en grasas y estrés.
Los compuestos antagonistas que pueden bloquear farmacológicamente FKBP51 se han desarrollado en Max Planck, y los investigadores dicen que actualmente los están mejorando para su posible uso en ensayos clínicos.
La investigación fue publicada en la revista Nature Communications.
Fuente: Instituto Max Planck