Las quejas merodean el municipio de Los Alcarrizos y sus residentes afirman no saber qué más hacer para que sea escuchada su voz.
Los altos niveles de delincuencia, falta de agua y el alto cúmulo de basura son solo algunos de los motivos en los que aquellos que hacen vida al oeste de la capital dominicana se refugian al expresar su descontento con el trabajo de las autoridades municipales.
“El agua llega cada tres semanas. Cuando les da la gana es que la mandan, se llena todo corriendo, pero de aquí a que la vuelvan a mandar ya uno ha tenido que comprar un camión tres veces más”, relató Lorenzó Reinoso, residente en la zona.
Las vicisitudes en las que se han visto obligados a subsistir los mantienen en velo, sumando gastos que aseguran deberían estar cubiertos por las líderes municipales.
“Un camión de agua cuesta casi 1,000 pesos, con la basura tenemos nosotros que estar lavándole las manos a los camioneros para que se la lleven o buscar a alguien y pagarle… Son cosas que el Ayuntamiento debería hacerla porque por eso votamos por ellos y para algo el Estado les paga un sueldo”, contó la señora Rosa quien atiende una carnicería.
El descontento desproporcionado en Los Alcarrizos se hizo sentir cuando más de uno de los moradores se acercó al ver el vehículo de este medio de comunicación con la intención de hacer sentir sus quejas.
“Uno quisiera decir que no está pasando nada y que en Los Alcarrizos está todo bien porque es su comunidad, pero yo creo que lo único que está llegando correctamente aquí es la luz; y eso después de que les hicimos una buena huelga y ahora hasta nos avisan cuando se la van a llevar 15 minutos”, expresó al Listín, José.
Delincuencia
El crítico efecto de la delincuencia se mueve entre las calles de Los Alcarrizos con libertad y los mismos munícipes denuncian la falta de patrullaje policial.
“La delincuencia está acabando en todos los lados, pero aquí hay que tener cuidado hasta para respirar”, dijo Santa, otra residente de la comunidad, al relatar que hace unas noches su esposo estuvo a punto de ser asaltado cuando regresaba de la iglesia en la que se congrega, y se libró “porque los delincuentes lo conocían”.