Sus paisajes paradisíacos, y sobre todo las especies de fauna y flora únicas que albergan, han dado a las Islas Galápagos, de Ecuador, fama mundial.
Pero, en el otro extremo del planeta, frente a la costa del inestable y empobrecido Cuerno de África, existe otro archipiélago, mucho menos conocido, que también destaca por su extraordinaria biodiversidad.
Se trata de un puñado de islas con escenarios impresionantes, con árboles que parecen paraguas volteados del revés y buitres de cabezas doradas: el archipiélago de Socotra.
Consideradas las Galápagos del océano Índico, las cuatro islas que conforman este archipiélago se encuentran más cerca de África que de la península arábiga, sin embargo, pertenecen a Yemen, un país sumido desde 2014 en una dramática guerra civil.
Aunque los 380 kilómetros de mar que separan al archipiélago del litoral yemení le han permitido mantenerse alejado del conflicto que afecta al país.
Socotra, sin embargo, se enfrenta a otros desafíos como el crecimiento poblacional y el cuidado medioambiental.
Y eso no es poca cosa, ya que acoge a uno de los hábitats con mayor diversidad biológica del mundo y que ha sido muy poco explorado, ya que no fue hasta 1997 que biólogos de las Naciones Unidas lo estudiaron por primera vez.
Patrimonio mundial
En la actualidad, unas 60.000 personas viven en este territorio de 132 kilómetros.
Y se cree que el 37% de sus plantas y el 90% de sus reptiles (y casi todos sus caracoles) son endémicos, es decir, que no pueden ser encontrados en ningún otro lugar.
Todas las islas han sido declaradas Patrimonio Mundial por la Unesco.
Y una de sus especies más representativas es el árbol de la sangre de dragón, cuyas ramas se estiran como los rayos de un paraguas desde un tronco grueso.
Su nombre se debe a su savia de un intenso color rojo. Los lugareños la recolectan como resina y le dan una gran variedad de usos: tinte, incienso y también sirve de medicina tradicional.
Solo se le permite extraerla a los más experimentados para no dañar los árboles.
El estatus de gema ecológica, sin embargo, también le ha traído problemas a los residentes.
Las islas cuentan con pocas carreteras para no perjudicar los ecosistemas de las áreas con más diversidad biológica, lo que complica el acceso a quienes más lo necesitan.
Según un artículo de viajes del diario New York Times publicado en 2007, un trayecto de ocho kilómetros con un conductor de la zona le tomó una hora y media.
Según el autor, el paso resultó una “lucha a muerte”, pero valió la pena.
Pero los planes para ampliar el sistema de carreteras generan polémicas así que no se han hecho mejoras en él desde 2010. La Unesco considera que construir pistas en las áreas protegidas de las islas supondría “una grave amenaza” para su valía.
A la Unesco también le preocupa cómo se gasta exactamente los fondos humanitarios, pues ha habido denuncias de que podían estar siendo utilizados para construir ciudades residenciales, puertos, hoteles y carreteras.
Aunque hay obras que son muy necesarias, ya que la zona ha sido azotada por varios ciclones en los últimos años.
Azotada por ciclones
En el Índico y en el sur del Pacífico, los huracanes reciben el nombre de ciclón.
En mayo, el ciclón Mekunu dejó al menos 17 desaparecidos y las inundaciones que provocó empujaron a la población a abandonar sus viviendas en busca de refugio.
Socotra todavía estaba recuperándose de los efectos de otros dos ciclones que la golpearon en noviembre de 2015, cuando llegaron al archipiélago con menos de una semana de diferencia.
El ciclón Chapala, el primero en arribar, trajo fuertes vientos muy similares a los de un huracán de categoría cuatro. Causó daños en casas, vehículos y decenas de heridos.
Pocos días después, le tocó el turno al ciclón Megh, que cruzó directamente la isla principal.
Esto generó inundaciones relámpago (inmediatas a una lluvia intensa) y dejó dos muertos. Miles de personas fueron desplazadas de sus hogares.
Los destrozos no se limitaron a edificios e infraestructuras, sino que los ciclones también pudieron haber causado erosión del suelo y daños a hábitats, así que la Unesco aprobó en 2017 US$75.000 para ayudar a mitigar el impacto que tuvieron la fauna amenazada.
La conservación y el cuidado del entorno forman parte de la cultura de los socotríes, según explicó a la BBC Ahmed Saeed Suliman, un funcionario del departamento de medioambiente en el archipiélago que señala los riesgos de la llegada de nuevos habitantes.
“Avanzar en el desarrollo en las islas sin haber realizado estudios, sin ninguna visión sobre el medio ambiente es una gran amenaza para nuestro archipiélago”, aseguró.
“Lo que esperamos para el futuro es mantener nuestro idioma tradicional, el uso tradicional que hacemos de nuestro entorno y nuestra tradición de cuidar el medioambiente”, añadió.