Hace dos años, los parásitos se llevaron por delante los esfuerzos de una vida de Margaret. Vecina de una aldea rural del este de Kenia, la mujer había construido una humilde granja de pollos que le permitía afrontar, sin excesos, los gastos del hogar y las tasas escolares de sus hijos. Una enfermedad intestinal se propagó en las aves y las mató a todas. “Lo ocurrido me convirtió en incapaz de mantener satisfactoriamente a mi familia”, recuerda Margaret. Menos de dos años después, su vida ha dado un giro radical: además de reiniciar su granja de pollos —tiene 15 aves adultas y varias crías— ha alquilado un trozo de tierra para cultivar cebollas, ha comprado una vaca, planea hacerse con varias cabras y puede pagar sin problemas las tasas escolares. “Y he vestido con ropa nueva a mis hijos”, subraya. La diferencia entre aquel panorama gris y el presente halagüeño de Margaret es un experimento: ella forma parte del mayor ensayo del mundo de renta básica universal. En el año 2016, la organización estadounidense GiveDirectly inició un programa en 295 aldeas rurales del este de Kenia para estudiar los efectos de un ingreso universal sostenido en el tiempo para casi 20.000 personas. Para Caroline Teti, directora del programa en Kenia, aunque la matriz del proyecto es caritativa, el objetivo es observar los efectos en una población empobrecida. “La renta básica universal —explica por teléfono— no es solo una cuestión de dinero, es un cambio de mentalidad. Es un sistema que permite despertar la capacidad de la gente de construir su futuro. Tiene que ver con la dignidad o la capacidad de pensar más allá de la supervivencia e imaginar de manera productiva”.
Para ello, GiveDirectly dividió a los beneficiarios en tres grupos: por un lado, alrededor de 5.000 personas reciben 22 dólares mensuales (20 euros) durante 12 años, por otro 7.300 beneficiarios ingresan la misma cantidad durante dos años y finalmente un tercer grupo de 8.500 personas recibió la misma suma que el segundo pero en una sola entrega. Todos los pagos se realizan a través del móvil.
Los receptores son adultos y, una vez seleccionada una aldea, todos los vecinos reciben el dinero. Todos pueden gastarlo como quieran, sin restricciones, a cambio de contestar de manera sincera en los estudios de control que se realizan durante el proceso. Aunque el primer informe de resultados realizado por una compañía externa se publicará a finales de este año, Teti adelanta algunos aspectos.
GiveDirectly reparte 22 dólares mensuales a unas 20.000 personas sin ninguna exigencia a cambio
“La inmensa mayoría de los receptores usaron el dinero para trabajar más y generar más ingresos. También hemos visto un aumento de la escolarización, una reducción en la violencia doméstica y un incremento en negocios liderados por mujeres”. Según los primeros datos, un 90% de los receptores declararon que habían continuado trabajando tanto o más como antes de recibir las ayudas, mientras que un 6% había usado el dinero para aliviar su situación al estar enfermo o ser demasiado anciano para trabajar. Otro informe publicado en noviembre del año pasado sobre el proyecto keniano por la Universidad de California indicaba que la inflación de precios en la región era prácticamente imperceptible, de menos del 1%, y que la media de ingresos en las aldeas se habían multiplicado por 2,6.
A pesar de ser una organización caritativa, GiveDirectly habla el lenguaje de Silicon Valley. Sus cofundadores, ex estudiantes de Harvard y del Massachusetts Institute of Technology (MIT), cuentan con el asesoramiento de economistas y expertos reputados como el consejero Alan Krueger, antiguo director del Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca durante el mandato de Barack Obama. Sus buenos contactos también han dotado de músculo financiero al proyecto, que tiene un presupuesto de 30 millones de dólares gracias a ayudas de particulares y especialmente a generosas donaciones de Google, Facebook, USAid y Good Ventures.
Teti advierte de que probablemente no se podrán extrapolar los resultados a otros países, sí cree que una renta básica universal u otros sistemas similares podrían funcionar. “Los seres humanos somos muy parecidos, sobre todo en situaciones desesperadas. La pobreza iguala”.
“La inmensa mayoría de los receptores usan el dinero para trabajar más”, afirma la organización
GiveDirectly ha iniciado programas similares, aunque menos ambiciosos en Uganda y las zonas urbanas de Nairobi, y planea llevar a cabo otros en Marruecos, Malawi y Liberia.
Desde su oficina en Kenia, Teti aplaude la decisión del gobierno de España de aprobar a finales de mayo un ingreso mínimo vital; una prestación dirigida únicamente a las personas en situación de vulnerabilidad, a diferencia de la universal, que reciben todos los ciudadanos. “Hemos visto iniciativas parciales en Finlandia, Brasil, Ale-mania, Corea del Sur… ahora España. Creo que los sistemas de rentas básicas están ganando peso y tendrán pronto un papel privilegiado en las políticas públicas”.