La ola de incendios de California ha dejado ya al menos 23 muertos, alrededor de 180 heridos y más de 20.000 desplazados que permanecían fuera de sus casas. Un total de 22 incendios siguen activos en el Estado de norte a sur en una de las peores temporadas en años recientes. La cifra de fallecidos, la mayoría por inhalación de humo, podría subir en las próximas horas porque aún hay más de un centenar de personas con las que sus familiares no consiguen contactar. El presidente de EE UU, Donald Trump, aceptó la petición de declaración de estado de emergencia para movilizar recursos federales contra el fuego.
El mayor desastre se concentraba en Santa Rosa, a una hora en coche al norte de San Francisco, en la zona rural, rica y vinícola de Mendocino, Sonoma y Napa. Barrios enteros de chalés han sido reducidos a cenizas, una casa tras otra. Alrededor de 3.500 edificios, entre casas y negocios, han sido afectados. El fuego había consumido hasta el miércoles 11.000 hectáreas. El total provisional de superficie quemada en California estos días se calculaba en 68.000 hectáreas hasta el miércoles por la mañana.
El fuego de Santa Rosa empezó el domingo pasado. Los vientos secos del interior lo hicieron crecer tan deprisa que el lunes ya se contaba una decena de muertos. Hasta el miércoles por la mañana ese fuego había matado a 11 personas. Es el más mortífero desde que uno en San Diego mató a 15 personas en 2003 y el sexto con más víctimas desde que hay registros. Los otros fallecidos son tres en Mendocino, dos en Napa y uno en Yuba, todos condados vecinos a Sonoma.
La oficina sheriff del condado de Sonoma recibió hasta el martes más de 200 informaciones de personas con las que no era posible contactar. Hasta el miércoles por la mañana habían encontrado a 45. La cifra es alta porque el fuego ha destruido comunicaciones, postes de la luz y torres de telefonía móvil. El sheriff del condado se mostró confiado en que la mayoría serán eventualmente localizados.
La devastación en Sonoma era especialmente dramática en el barrio residencial de Coffey Park, donde literalmente no quedaba nada en pie. “Las casas han desaparecido, se han convertido en polvo”, decía a France Presse Jack Dixon, que ha vivido en la zona dos décadas. “Es como si nos hubieran tirado una bomba nuclear”. Las imágenes aéreas muestran que no es una exageración. Todavía hay 5.000 casas amenazadas.