Hablar con ciudadanos de a pie en Corea del Norte es casi imposible, ya que los visitantes están escoltados por la policía y la comunicación con el exterior está bloqueada. Pero dos residentes accedieron a conversar con el programa de Victoria Derbyshire, de la BBC, pese al riesgo de muerte o prisión.
En el país asiático, cuyo líder Kim Jong-un goza de un estatus casi divino, para muchos es impensable cuestionarlo en voz alta.
A los norcoreanos se les enseña que él lo sabe todo y se les dice que deben informar de quienes disientan del régimen. Incluso si se trata de su propia familia.
La comerciante Sun Hui (nombre ficticio) sabe que pone su vida en peligro al hablar.
“Más que todo, la gente critica a Kim Jong-un por ser un hombre de negocios”, afirma reflejando un malestar aún más amplio.
“La gente dice que actúa tal como nosotros, pero que se lleva nuestro dinero”.
“[Dicen que] el hombrecillo usa su cabeza para chupar dinero como un pequeño vampiro“.
El programa de la BBC utilizó durante meses una red de comunicaciones encubierta para hacer preguntas a norcoreanos, y tomó medidas para garantizar que no se les pueda identificar.
Si el régimen se enterara del verdadero nombre de Sun Hui, ella se enfrentaría a un castigo severo: reclusión en un campo de trabajo forzado o incluso, ejecución.
No sólo ella podría ser castigada: tres generaciones de su familia también podrían ir a prisión.
Sun Hui vive con su marido y sus dos hijas y disfrutan de tres comidas en los días en los que el negocio va bien. Cuando no, mezclan arroz con maíz.
Comida callejera, ropa y dispositivos electrónicos de contrabando se venden en los mercados en los que trabaja.
Más de cinco millones de personas dependen “directa o indirectamente” de estos núcleos comerciales, según el portal digital Daily NK.
Con sede en Corea del Sur, este medio de comunicación informa sobre la realidad dentro de las fronteras norcoreanas y colaboró con la BBC para ayudar a investigar con la red que tiene en Corea del Norte.
El comercio en este país contradice de manera directa el comunismo de línea dura del régimen. Pero también permite a la población alimentarse en un contexto de sistema de raciones prácticamente obsoleto y sanciones económicas internacionales.
El régimen no puede permitirse otro episodio como el de la “ardua marcha”, el nombre que recibió la hambruna que a mediados de los 90 dejó más de un millón de muertos.
Sun Hui dice que la aprobación de Kim Jong-un está creciendo porque deja a los mercados en paz y no “aplica mucha mano dura, sin importar lo que hagamos”.
Información controlada
Los mercados, que a veces tienen cientos de puestos, también pueden resultar tierra de cultivo para los chismes y rumores.
“Oí en el mercado que el presidente de Estados Unidos va a venir”, cuenta Sun Hui.
“La gente no sabe mucho sobre la reunión”, continúa, “pero a todos les desagrada Estados Unidos”.
“Decimos que la razón de que vivamos en la pobreza es que Estados Unidos nos dividió y nos aisló [de Corea del Sur]”.
La información que entra en el país está controlada de forma estricta por el régimen, cuya propaganda es crítica con Estados Unidos y la vecina Corea del Sur.
“Pero las cosas comenzaron a cambiar hace poco”, afirma Sun Hui.
“Dicen que tenemos que llevarnos bien con el Sur. Y hace poco que dicen que deberíamos vivir en paz con Estados Unidos para que todos tengamos una vida mejor”.
Es un paso significativo.
Aunque ya existen precedentes, este ablandamiento hacia Occidente junto a la supuesta destrucción de los túneles de un centro de pruebas nucleares (que fue visto por el régimen como un gesto de buena voluntad) apunta a que Kim Jong-un está mucho más abierto a una reconciliación con Estados Unidos.
Pese a haber sido cancelada, hay señales de que todavía puede darse una cumbre entre el líder de Corea del Norte y el presidente estadounidense, Donald Trump.
Chol Ho, que trabaja en las fuerzas armadas norcoreanas, dice que lo que espera de la vida es simplemente “vivir bien, sin envidia, hasta la muerte, sin enfermarse”.
Desea lo mismo para sus padres y sus hijos.
Su verdadero nombre no es Chol Ho. También habló con el programa de Victoria Derbyshire en secreto.
Afirma que hay disidentes en el país, gente que “se queja de su vida diaria”.
“A veces el Bowibu, el departamento de seguridad, detiene a la gente por decir lo incorrecto”, explica.
“La gente sí desaparece de repente, pero aquí no ha sucedido recientemente”.
Chol Ho se refiere a quienes son enviados a los campos de concentración del país, donde los detenidos son torturados, forzados a cavar sus propias tumbas y la violación se usa como castigo, según se ha informado.
Un sólo campo puede tener hasta 20.000 prisioneros, según Amnistía Internacional.
Es el “terror” causado por estos campos lo que “hace que la sociedad se mantenga“, según Sun Hui.
Ella dice que donde vive “hay muchos arrestos del gobierno”.
Chol Ho cree que algunas personas acaban en los campos de concentración porque las autoridades “inventan historias para su propio beneficio”.
“Obligan a la gente a decir que están planeando ir a China y luego los denuncian”, asegura.
Telenovelas coreanas
Ver películas o programas de televisión internacionales de contrabando puede llevar a pasar diez años en los campos de trabajo.
El régimen lucha duro por evitar el consumo de prensa extranjera ya que socava su propaganda antioccidental, pero esta consigue entrar a través de China en DVD o memorias USB.
“Las cosas coreanas son las más populares, claro”, dice Sun Hui, que confiesa que a veces mira telenovelas coreanas y películas extranjeras por la noche.
“Pero esto está duramente castigado”.
“He oído que si te atrapan, el costo de los sobornos es enorme, pero aun así la gente las ve”.
“Son fáciles de entender y la gente tiene curiosidad sobre cómo viven los surcoreanos”.
Pero si bien un creciente número de norcoreanos consiguen echar un vistazo a la vida fuera de su país, muchos todavía no saben cómo se les percibe fuera de sus fronteras.
Chol Ho admite no tener ni idea de cómo son vistos en el extranjero los ciudadanos como él. No conoce a nadie que no sea norcoreano.
Pero insiste en que, si bien tienen una vida “difícil… nuestra gente es buena“.
“Tenemos un refrán que dice que los vecinos son mejores que los primos. Si algo les pasa, los visitamos”, afirma.
En algunas partes del país, muchos arriesgan su vida para huir a Corea del Sur a través de China.
En los últimos años, el número de fugados ha caído, en gran parte porque se incrementó la seguridad en la frontera y se llegó a un muy criticado acuerdo con China para repatriar a los norcoreanos detractores.
Sun Hui vive lejos de la frontera, donde no hay muchas fugas.
Pero cuando las hay, los que se quedan no mencionan a Corea del Sur.
“Cuando un vecino desaparece, simplemente decimos: ‘se fue al Pueblo de Abajo'” , explica.