El diálogo nacional en Nicaragua tuvo un inicio de lo más acalorado.
La mesa que busca una solución pacífica a la crisis entre el gobierno de Daniel Ortega y los sectores opositores arrancó este miércoles con un duro reclamo de los estudiantes.
“Hemos decidido estar en esta mesa para exigirles ahorita mismo que ordene el cese inmediato de los ataques que están sucediendo en el país”, dijo el líder estudiantil Lesther Alemán.
“Esta no es una mesa de diálogo, es una mesa para negociar su salida, y lo sabe muy bien”, remató en tono desafiante.
Su pronunciamiento se dio cuando el presidente Ortega estaba por tomar la palabra, un preámbulo de la confrontación que se daría en el diálogo de una hora.
El reclamo se da luego de casi un mes de protestas en Nicaragua surgidas tras el anuncio del gobierno de reformar el sistema de seguridad social.
Las primeras manifestaciones fueron duramente reprimidas, con enfrentamientos entre protestantes, policías y las llamadas “fuerzas de choque” -integradas por simpatizantes armados del gobierno- que causaron decenas de muertos.
Así que, aunque el gobierno revirtió casi inmediatamente los cambios al seguro, las protestas contra el mandatario -que se ha mantenido en el poder desde hace 11 años- no han cesado. Y tampoco la violencia.
“¿Pueden dormir tranquilos? Nosotros no. Nosotros hemos puesto los muertos, hemos puesto a los desaparecidos, a los que están secuestrados”, le dijo Alemán a Ortega.
Más adelante, otra estudiante le leyó al mandatario los nombres de 55 de los que calificaron como “sus muertos”, con sus compañeros gritando “¡Presente!” después de cada uno de ellos.
La respuesta del presidente fue rechazar las acusaciones de que la policía ha reprimido las manifestaciones con violencia.
“Claro que nos duelen las muertes. La muerte de un solo ciudadano nos duele. La muerte de un nicaragüense de forma violenta, cualquier que sea la forma violenta, nos duele”, dijo Ortega.
Pero también reclamó que hay sectores de manifestantes que “atemorizan” a la población, con asaltos, saqueos de comercios, manifestaciones violentas, bloqueos de carreteras y ataques a los cuarteles.
Un momento histórico
Análisis del periodista Arturo Wallace, de BBC Mundo
Es muy difícil saber qué va a resultar de todo esto, pero definitivamente lo que ocurrió en la Conferencia Episcopal fue histórico y sugiere que Nicaragua hoy es un país muy diferente al de antes de las protestas.
Por diferentes razones, Daniel Ortega había estado gobernando sin que existiera una verdadera oposición y nadie lo había cuestionado de una forma tan directa -y tan valiente- como lo hicieron hoy los estudiantes.
Si solamente oyó o realmente escuchó lo que le dijeron estudiantes, representantes del movimiento campesino, la sociedad civil y la propia Conferencia Episcopal, sólo el tiempo lo dirá.
Por lo pronto lo que quedó claro es que ambos lados hacen una interpretación muy diferente de lo que está pasando en Nicaragua y de quiénes son los responsables.
Pero el sólo hecho de que el presidente tuviera que oírlos -y que el debate fuera transmitido en vivo incluso por los medios oficiales y los de la familia Ortega, que controla a casi todos los canales de TV de Nicaragua- representa un gigantesco cambio con lo que ha estado pasando en los últimos 10 años.
“Los muertos están de todos lados. Y vamos a continuar trabajando para que se pueda fortalecer, enriquecer, el proceso institucional de nuestro país. Que tengamos instituciones cada día más sólidas”, defendió Ortega.
“No hay un solo desaparecido, no hay un solo preso. Todos fueron liberados en su momento”, aseguró también ante la acusación de que el gobierno ha encarcelado a manifestantes.
Detener a la policía
La mesa de diálogo abierta este miércoles fue organizada por la Conferencia Episcopal de Nicaragua, presidida por el cardenal Leopoldo Brenes.
El religioso católico pidió al gobierno y a los opositores cesar la violencia y escuchar sus posturas.
Sin embargo, el presidente Daniel Ortega y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, fueron increpados en cada ocasión en que tomaron la palabra.
La principal demanda de los representantes de estudiantes, campesinos y sociedad civil fue que Ortega ordenara públicamente a la policía el cese de ataques a los manifestantes.
El secretario de la Conferencia Episcopal, Juan Abelardo Mata, se sumó a la demanda, advirtiéndole a Ortega que lo que estaba ocurriendo en Nicaragua era “una revolución no armada”.
“Le pido (…) que repiense con su gabinete los caminos que han recorrido”, dijo Mata.
“Si quiere usted desmontar la revolución, no es a fuerza de presión, de balas de goma, de balas de plomo, ni de fuerzas no paramilitares. (Parar la represión) no es una petición, es una exigencia”, exhortó el obispo.
Ortega insistió en que esa orden está dada y que la policía ha sido víctima de ataques: “Hoy ratifico la orden. La policía no está para reprimir esas manifestaciones (…) La policía ha sido víctima de esta campaña. La policía tiene órdenes de no disparar”.
No respondió, sin embargo, a las exigencias de renuncia.