IUDAD DEL VATICANO. Un embrollo. Así se puede definir como mínimo el nuevo caso estallado dentro de los muros del Vaticano, que desembocó en las dimisiones de monseñor Darío Vigano, “ministro” de la comunicación del papa Francisco, culpable de haber manipulado una carta del papa emérito Benedicto XVI, que tenía el objetivo de reforzar la imagen del Pontífice argentino.
El caso estalló la semana pasada en ocasión del quinto aniversario del pontificado de Francisco cuando el prefecto de la Secretaría para la Comunicación difundió una carta reservada de Joseph Ratzinger, unánimemente reconocido como un gran teólogo, y que se proponía reforzar la figura de Francisco, por muchos considerado como un Pontífice más bien escaso en campo teológico.
Ratzinger elogiaba la iniciativa de los once volúmenes escritos por Francisco en tema teológico, lo que significa que le habían solicitado una “recensión”. Sin embargo, entre las frases escritas por Benedicto XVI y omitidas de propósito a la prensa destaca la que subraya su “imposibilidad de escribir acerca de estos volúmenes, porque en toda mi vida, subrayó, siempre ha sido claro que habría escrito y me habría expresado únicamente sobre libros que había leído”.
No fue así con los escritos de Francisco. Y “no solo por motivos físicos”, precisó Ratzinger, también porque en el futuro “no estaré en condiciones de leer los 11 pequeños volúmenes debido a otros empeños ya establecidos en precedencia”.
Además, lamentó la participación en la edición del teólogo alemán Peter Hunermann, que había criticado con dureza el pensamiento teológico y el magisterio de Juan Pablo II y sobre todo del mismo Benedicto XVI. También esta citación fue escondida por Vigano a la prensa.