Mientras el resto del mundo se tambalea al borde de la recesión, lo último que quieren los responsables políticos occidentales es que China, el mayor motor del crecimiento económico mundial desde la crisis financiera de 2008, tenga una recuperación desigual. Pero eso es lo que está ocurriendo.
Tras abandonar en diciembre su política de tres años de cero COVID, la segunda mayor economía del mundo no está precisamente funcionando a pleno rendimiento. Las importaciones chinas se contrajeron bruscamente en abril, un 7,9 por ciento, mientras que las exportaciones crecieron a un ritmo más lento, alcanzando solo un 8,5 por cien. Mientras tanto, los nuevos préstamos bancarios cayeron más bruscamente de lo esperado, con los prestamistas extendiendo 718.800 millones de yuanes (104.000 millones de dólares, 94.500 millones de euros) en nuevos préstamos en el mes, menos de una quinta parte de la cifra de marzo.
¿Ha terminado la época dorada de China?
“La economía china no está a punto de implosionar, pero no está volviendo a la década dorada de 2010, cuando crecía a un nivel de dos dígitos”, dice a DW Steve Tsang, director del Instituto de China en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos (SOAS), con sede en Londres.
El enorme estímulo de China tras la crisis financiera de 2008/9 ayudó a la recuperación de la economía mundial, en parte debido al insaciable apetito del país asiático por importar materias primas para proyectos de infraestructuras. Pero esas medidas de estímulo del pasado han dejado a China sumida en una montaña de deudas. En marzo, el FMI advirtió que la deuda china es de 66 billones de yuanes, equivalente a la mitad del PIB del país.
La amenaza china sobre Taiwán aísla al gigante asiático
La amenaza china de invadir Taiwán, que Pekín reclama como isla propia, sigue enemistando a Occidente. Los lazos amistosos de Pekín con Moscú y la neutralidad ante la invasión rusa de Ucrania son otras cuestiones polémicas que han puesto en peligro la colaboración económica mundial.
“En lo que respecta a Taiwán, el aumento de la tensión o la guerra provocarían un cambio sísmico“, dice a DW Pushan Dutt, profesor de Economía en la escuela de negocios INSEAD de Singapur. “Las empresas multinacionales saldrían de China, sus mercados de exportación se cerrarán y se pondrán en marcha sanciones”.
Además, las tensiones comerciales de la era Trump entre Pekín y Washington también han persistido durante la administración de Joe Biden. Los aranceles de “ojo por ojo” llevaron a sanciones estadounidenses a varias empresas y funcionarios chinos. “La política exterior que ha impuesto el presidente chino, Xi Jinping, provocó que EE.UU. y otros países occidentales empezaran a desacoplar sus vínculos económicos con China, lo que significa que un factor clave que antes había apoyado el rápido crecimiento de China se está debilitando”, señala Tsang.
Pekín prioriza el “crecimiento de calidad”
Otra de las razones que explican la recuperación poco estelar de China es el plan estratégico de Pekín para hacer ascender la economía en la cadena de valor, priorizando la calidad sobre la cantidad de crecimiento. Estas reformas, sin embargo, llevan tiempo. “China ha intentado pasar de ser un fabricante de gama baja a dominar las industrias del futuro (inteligencia artificial, robótica, semiconductores, etc.)”, afirma Dutt, lo que lleva a una ralentización del crecimiento.
A ojos de Tsang, otro factor que perjudica la economía china es su líder, Xi Jinping, que quiere claramente que la economía china sea más dinámica, vibrante, fuerte e innovadora, pero “sus políticas a menudo producen el efecto contrario”. “Con Xi aferrándose al poder y sin admitir sus errores, es prácticamente imposible que los tecnócratas en China hagan los ajustes necesarios para revitalizar la economía”, concluye.(ms/ms)