WASHINGTON.– Rusia acaba de lanzar una amplia ofensiva diplomática para refutar su imagen de Estado paria, en vísperas del aniversario de su invasión a Ucrania, que cortó los vínculos de Moscú con Occidente y causó alarma incluso entre algunos aliados históricos del Kremlin.
La semana pasada, el presidente Vladimir Putin llamó al príncipe heredero saudita, Mohammed ben Salman, para coordinar los objetivos de la reunión de los países petroleros que integran la OPEC+, demostrando que sigue siendo un jugador de peso en el mercado del crudo. El Kremlin también informó que durante este año espera una nueva visita del presidente chino, Xi Jinping, y el canciller Sergei Lavrov mantuvo reuniones con sus contrapartes de Egipto y Pakistán, tras su regreso de una zigzagueante gira diplomática por toda África.
La invasión de Putin a Ucrania terminó siendo un tiro por la culata en muchos niveles, y hasta hizo que los históricos aliados del Kremlin en Asia Central reconsideraran su dependencia de Moscú. Los funcionarios rusos, sin embargo, rechazan la insinuación de que las inéditas sanciones y boicots de Occidente hayan dejado aislada a Rusia.
Al anunciar que espera la visita de Xi –algo que Pekín todavía no confirmó–, la cancillería dijo esta semana que Rusia y China están trabajando para contrarrestar los intentos de dominación global de Estados Unidos, protegiendo la autoridad de Naciones Unidas e impulsando la actividad del G-20.
La profecía que hizo el año pasado el vocero del Kremlin, Dimitri Peskov, cuando dijo que el mundo era “demasiado grande para que Europa y Estados Unidos puedan aislar a un país, y menos a uno tan grande como Rusia”, se confirmó ampliamente, ya que la mayoría de los países del mundo siguen manteniendo relaciones con Rusia y comprando su petróleo y su gas, por más que las democracias más ricas le hayan dado la espalda.
Este año, por ejemplo, Rusia no participó del Foro Económico de Davos, Suiza. Pero a Putin la escasez de invitaciones a eventos internacionales le importa poco, siempre y cuando el Kremlin puede generar una percepción de apoyo internacional que él pueda venderle al pueblo ruso, explica Fedor Krasheninnikov, analista político ruso independiente radicado en Lituania.
“Lo más importante para Putin es mostrarle a su electorado que es un líder mundial”, señala Krasheninnikov. “Tal vez nos parezca gracioso ver a Lavrov dando vueltas por África, pero lo único que le importa a Putin es que esa parte de la sociedad rusa que cree todo lo que dicen los noticieros diga: ‘¡Qué grande es Putin! No hay ningún aislamiento’”.
En su gira por Angola, Botswana, Esuatini, Eritrea y Sudáfrica, Lavrov se reunió con mandatarios para sumar apoyo repitiendo su consabido mantra: que mientras Estados Unidos prohíbe, sanciona y bloquea, Rusia propone otro tipo de asociación, sin prerrequisitos democráticos ni obligación de tomar partido.
En casi todas sus declaraciones antes de esas reuniones, Lavrov se quejó de los intentos de Washington de “arrastrar a los países africanos a una guerra híbrida” contra Rusia y elogió el compromiso de Moscú con África a pesar de las “presiones ilegales” de Estados Unidos para que se mantuviera a distancia.
Haciéndose eco del recalcitrante discurso antioccidental de Putin durante los últimos tiempos, Lavrov acusó a Occidente “de avanzar con los mismos métodos coloniales que utilizó para explotar los continentes en desarrollo”.
Fue la segunda gira de Lavrov por África en apenas seis meses –el año pasado visitó Egipto, la República del Congo, Uganda y Etiopía– y según el Kremlin, en febrero el canciller tiene previsto otro viaje a cuatro países del norte de África. Además, a mediados de año Moscú será sede de la segunda Cumbre Rusia-África.
Viajes internacionales
Los viajes de Lavrov parecen estar logrando cierto éxito. El mes pasado, el peso pesado de la región, Sudáfrica, recibió calurosamente a Lavrov como un “socio valioso”, y habló de la “maravillosa reunión que ayudó fortalecer las ya buenas relaciones”. La canciller sudafricana, Naledi Pandor, también defendió los ejercicios militares conjuntos con Rusia como algo normal “entre amigos”.
El hijo del presidente de Uganda y su probable sucesor, el teniente general Muhoozi Kainerugaba, manifestó abiertamente su apoyo a Rusia en la guerra: el año pasado tuiteó que “la mayoría de la humanidad (que no es blanca) apoya la posición de Rusia en Ucrania”.
En vez de competir con Estados Unidos y China en la esfera económica, ofreciendo inversiones e intercambios comerciales, Rusia eligió la vía militar, apuntando a países asolados por grupos insurgentes y ofreciendo mercenarios a cambio de contratos de exploración petrolera, una estrategia similar al colonialismo de vieja escuela que dice estar combatiendo.
“Siempre habrá regímenes descontentos, corruptos, pobres o resentidos a los que prometerles dinero y apoyo”, dice Krasheninnikov. “Y esa es la estrategia de Putin: crear un club de marginados internacionales, países expulsados de todo, como Corea del Norte, Irán o Siria. Ni siquiera importa que se caigan bien, porque tienen un problema en común: todos son marginados”.
En el Este de Asia, Rusia trabaja esmeradamente para fortalecer su relación con China, que se muestra cada vez más preocupada por la prolongada guerra en Ucrania y la falta de una clara estrategia de salida de parte de Moscú.
Justo antes de Año Nuevo, luego de una videoconferencia con el mandatario chino, Putin instó públicamente a Xi a visitar Moscú antes de mediados de año, “para demostrarle al mundo entero la fuerza de los lazos ruso-chinos en temas clave”, dijo Putin. China no ha aceptado la invitación ni ha comentado nada al respecto, pero esta semana los funcionarios rusos dejaron en claro que las expectativas del Kremlin son altas.
El alineamiento de Pekín y Moscú se fue profundizando en los últimos años: semanas antes de la invasión rusa a Ucrania, los líderes declararon que la asociación entre ambos países “no tiene límites” y denunciaron el expansionismo de la OTAN.
China evitó etiquetar a Rusia como el agresor en esa guerra, y repite los argumentos del Kremlin que desvían la culpa del conflicto hacia la OTAN y Estados Unidos, pero nunca le ofreció un respaldo total, y con el avance de la guerra ambos países atravesaron altibajos en su relación. Si se concreta, la visita sería el segundo encuentro en persona entre Xi y Putin desde el comienzo de la guerra, y podría servir para refutar la percepción de que la relación está agrietada.
Los esfuerzos diplomáticos de Rusia en 2022 le rindieron algunos frutos que le permitieron continuar con su guerra en Ucrania. La importación de microchips y drones chinos y la firma de acuerdos petroleros con Arabia Saudita y otros clientes logró suavizar el golpe de las sanciones de Occidente.
Si bien Rusia puede argumentar que no está totalmente aislada, el analista ruso Maxim Oreshkin señala que actualmente el país está muy lejos de aquel G-8 que agrupaba a las naciones más ricas del mundo y del que fue expulsado en 2014 por su invasión a Crimea.
“Rusia se seguirá hundiendo en el aislamiento, más allá de sus intentos puntuales con algunas naciones y con métodos muy poco prometedores”, dice Oreshkin. “La expansión territorial, la corrupción, la violación de las reglas internacionales… todo esto empuja a Rusia a establecer alianzas con países que no son precisamente los más avanzados del mundo”.
Por Mary Ilyushina
The Washington Post