Vladimir Putin es un líder un autócrata con capacidad totalitaria y sin opinión publica… parece más Hitler que Stalin”.

Así lo expresó en una entrevista el expresidente del gobierno español Felipe González, al hablar la invasión rusa a Ucrania, un horror de otra época que va a cambiar el mundo.

Sin embargo, en las últimas semanas han aumentado en los medios occidentales las descripciones del presidente ruso como un “Stalin del siglo XXI”, sobre todo después de pronunciar un discurso en el que atacó a los “traidores” internos.

¿Qué tantos genes tiene Putin del dictador Stalin?

Josef Stalin, que acumuló un poder que jamás llego a poseer su predecesor, Vladimir Ilich Ulianov, alias Lenin, nunca fue un líder carismático. Más bien era retraído e inspiraba miedo. Nadie se atrevía a llevarle la contraria y su llegada al poder absoluto en la Unión Soviética se explica por su ascenso desde las sombras hasta la cima del aparato del Partido Comunista, del que fue nombrado secretario general en abril de 2022. Nadie vio una amenaza en él.

El ascenso de Vladimir Putin fue parecido. También en las sombras, disciplinado y callado, fue ascendiendo en el sistema burocrático del gobierno de Boris Yeltsin hasta que en 1988 fue nombrado jefe de la KGB, los servicios secretos rusos. Un año después, ese oscuro y desconocido funcionario llegaría a ser primer ministro y en el 2000, tras la renuncia de Yeltsin, en el número uno del Kremlin.

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Desde esa fecha Putin no ha abandonado el liderazgo, con la excepción de los cuatro años que cedió la presidencia a Dmitri Medveded (2008-2012) por la limitación de mandatos. Pero Medvedev siempre estuvo sometido a las órdenes de Putin, quien ahora, con las últimas reformas constitucionales, tiene la posibilidad de gobernar hasta 2036 y ser el líder ruso con más tiempo en el poder, superando al propio Stalin.

TRAIDORES NACIONALES

Al igual que Stalin, el actual líder ruso ha acallado a la disidencia y a la prensa y ha encarcelado o desaparecido a sus opositores.

Entre 1936 y 1938, después de una grave crisis económica, Stalin implementó los llamados juicios de Moscú, un espectáculo de audiencias públicas que obligó a lideres bolcheviques como Zinoviev, Kamenev, Bujarin y Rakovski a denunciarse a sí mismos por traición, con penas de cárcel y de muerte contra ellos y miles de comunistas antiestalinistas.

Para Stalin, todos eran enemigos internos, parte de una conspiración auspiciada por León Trotsky para usurpar el poder con el apoyo de potencias extranjeras y restaurar el capitalismo.

En la actualidad, el enemigo para Putin es Occidente y sus regímenes democráticos, cuya expansión amenaza la seguridad de Rusia con la OTAN como brazo armado, reviviendo así la visión estalinista de la Guerra Fría.

Dos mujeres compran alpargatas en una tienda junto a una nueva obra del artista callejero italiano TvBoy que representa al presidente ruso encarcelado. / Foto: AFP

El líder ruso ha sido acusado de ordenar o inducir el asesinato de la periodista Anna Politovskaya, el exespía Serguei Skripal o el líder opositor Boris Nemtsov, entre otros.

Ahora, con todas las proporciones guardadas, el líder opositor ruso Alexei Navalni, envenenado, encarcelado y condenado, ocupa el puesto de conspirador principal interno en el mundo de Putin.

El pasado 17 de marzo, en un incendiario discurso de corte estalinista, el mandatario llamó “traidores” a los rusos que se oponen a la guerra en Ucrania.

“Occidente intentará confiar en la quinta columna, en los traidores nacionales, en aquellos que ganan dinero aquí con nosotros pero viven allá. Y me refiero a ‘viven allí’ ni siquiera en el sentido geográfico de la palabra, sino según a sus pensamientos, a su conciencia servil”, dijo Putin. La “quinta columna” hace referencia a los simpatizantes del enemigo durante una guerra.

“Pero cualquier pueblo, y más aún el pueblo ruso, siempre podrá distinguir a los verdaderos patriotas de la escoria los traidores, y simplemente los escupe como un mosquito que accidentalmente voló a sus bocas, los escupe en el pavimento”, advirtió.

Tras la invasión a Ucrania, esta advertencia ha ido seguida por miles de detenciones de manifestantes antiguerra en prácticamente todas las ciudades rusas importantes, así como medidas extremas y leyes totalitarias para controlar a la población, y con cada vez menos medios de comunicación que sean capaces de ejercer la crítica.

Al igual que Stalin, Putin inspira miedo. Sus colaboradores no se atreven a replicar y bajan la cabeza cuando habla.

Sin embargo, pese a su actuar como heredero del totalitarismo estalinista, Putin no intenta revivir la Unión Soviética o al comunismo, si bien ha criticado a Mijail Gorbachov por su política que llevó al abrupto fin de la URSS.

Para académicos y estudiosos que han seguido los pasos de Putin, su patriotismo es una síntesis de las épocas imperial y soviética, cuyo punto de unión y fin último es la grandeza de la Gran Rusia, con una visión ancestral de la historia y de la misión divina de su nación.

Con este sentido histórico de Ucrania como parte indivisible de Rusia y de Kiev como origen del imperio ruso y de “un solo pueblo”, es que Putin ha justificado su guerra. Pero nunca ha mencionado la gran hambruna en Ucrania provocada por Stalin entre 1932 y 1933, una de las fuentes del odio entre los dos pueblos que ha llevado a esta crisis que amenaza con cambiar el mundo.