Esta semana se ha estrenado en Reino Unido la película ‘El instante más oscuro‘ (‘Darkest Hour’), que cuenta la historia de los primeros días de Winston Churchill como primer ministro británico. El film, protagonizado por Gary Oldman en el papel del político británico, presenta a un líder que, haciendo frente a numerosas adversidades, consigue mantenerse firme, tomar las riendas de su país y liderar un ataque contra Hitler en las primeras fases de la Segunda Guerra Mundial.
Varios años después, a principios de mayo de 1945, mientras el mundo celebraba el final de la contienda tras la rendición de Alemania, Churchill ordenó a su consejo de guerra la creación de un plan para invadir la Unión Soviética. Los documentos que prueban la existencia de esta estrategia se mantuvieron en secreto durante décadas hasta que fueron desclasificados en 1998.
Churchill, considerado como una de las figuras clave de dicha contienda, lideró a su país en la lucha contra el III Reich y se convirtió en uno de los máximos exponentes de la resistencia ante Adolf Hitler. Sin embargo, el dictador nazi no era la única figura que preocupaba al carismático político británico.
Convencido de que Iósif Stalin representaba una gran amenaza para la paz mundial, Churchill ordenó durante las últimas fases de la guerra que el Ejército británico se apropiara de todas las armas alemanas que pudiera, por si se daba la circunstancia de tener que usarlas contra la Unión Soviética, que había perdido unos 27 millones de personas en el conflicto tras asegurar la mayor parte de las victorias contra los nazis. Además, el estadista inglés pidió a sus fuerzas armadas que idearan un plan concreto de ataque al Ejército Rojo que recibió el nombre de ‘Operación Impensable’.
El temor al “gran oso ruso”
“Por un lado, el gran oso ruso; por otro, el gran elefante americano; y, entre ellos, el pobre burro británico”, comentó Churchill en la Conferencia de Yalta, la cumbre donde se decidió el futuro de la Europa de posguerra. Al líder británico le preocupaba la situación que pudiese desarrollarse tras el final de la contienda, después de que las fuerzas aliadas se desmovilizaran y regresaran a sus países.
Temiendo que el “oso ruso” aprovechara la retirada del “elefante americano” tras la guerra para continuar expandiendo su dominio, el político inglés intentó convencer a los altos mandos estadounidenses de la necesidad de un ataque contra el Ejército soviético para frenar su avance en el continente.
Una guerra total
El gabinete de guerra ultimó la ‘Operación Impensable’ apenas unas semanas después de que Alemania firmara su rendición. El plan contemplaba una invasión liderada por Estados Unidos apoyada por las recién derrotadas fuerzas alemanas en dirección a Polonia, con la apertura de un gran frente que se habría extendido desde Hamburgo (Alemania) hasta Trieste (Italia).
Según los ideólogos del plan, el ataque inicial debía tener como consecuencia una batalla de tanques de dimensiones colosales en la frontera entre Alemania y Polonia, territorios donde el Ejército Rojo conservaba una fuerte presencia. Con toda probabilidad, el fin de esa batalla habría conducido a una guerra total, una campaña extremadamente larga y costosa. Churchill terminó por desestimar el plan, que tenía la dificultad añadida de convencer a EE.UU. de que mantuviera al mismo tiempo una guerra en Europa y otra en el Pacífico.
Tan impensable como irrealizable
Descartada la ‘Operación Impensable’, la profunda desconfianza que Stalin inspiraba a Churchill hizo que el inglés tomara la decisión de mejorar sus sistemas defensivos durante los últimos meses de la guerra. En concreto, estudió el establecimiento de un frente en las costas de Francia y Países Bajos que pudiesen detener la eventualidad de una invasión soviética de las islas Británicas. Entre los principales temores de Churchill se encontraba que el Ejército Soviético usara los cohetes V-2 nazis para en una ofensiva contra su país. “Posiblemente, Rusia atacaría todo tipo de objetivos importantes en Reino Unido con su aviación actual”, afirmó. “Es probable que los rusos hagan uso de las nuevas armas, como cohetes y aviones no tripulados”, aseveró.
Finalmente, la derrota electoral de Churchill en 1945 y la retirada de tropas EE.UU. para centrarse en su conflicto con Japón terminaron por finiquitar un plan que, si se hubiese puesto en práctica, habría supuesto el estallido de la III Guerra Mundial.