Elon Musk, fundador y director ejecutivo de Tesla, reveló este sábado que vive con el síndrome de Asperger, un tipo de trastorno dentro del espectro autista. Sin embargo, su caso no es único, pues otros empresarios multimillonarios han admitido públicamente que son neurodivergentes, recuerda Forbes.
El multimillonario y fundador de la firma de gestión de inversiones Bill Gross reveló en 2019 que a él también le habían diagnosticado Asperger, un síndrome que afecta la interacción social, así como la comunicación y la capacidad para planificar el futuro, pero que, paralelamente, ayuda a generar estrategias alternativas, promueve el perfeccionismo y permite recordar grandes cantidades de información, según la Confederación Asperger España. En declaraciones a Bloomberg, Gross sugirió que el síndrome lo convierte en un mejor inversor, al permitirle “centrarse en cosas a largo plazo sin enredarse en los detalles”.
Gross, con una fortuna estimada por Forbes en unos 1.500 millones de dólares, también indicó que el diagnóstico explica, probablemente, su problema para mantener el contacto visual y su interés casi obsesivo en coleccionar sellos.
Por su parte, el empresario inglés Richard Branson confesó en 2018 en una publicación de blog que era disléxico y recordó que de pequeño fue etiquetado como “vago y tonto” por tener dificultades en la escuela. Entretanto, el multimillonario —con una fortuna de unos 4.200 millones de dólares— asegura que la dislexia “simplemente es una forma diferente y creativa de pensar” que, además, lo hace más imaginativo.
El inversor y ejecutivo financiero estadounidense Charles Schwab, que cuenta con una fortuna valorada en 11.400 millones de dólares, también ha tenido problemas para leer y escribir debido a la dislexia, caracterizada por la dificultad para pronunciar letras y distinguir palabras que suenan similares.
Otro multimillonario disléxico fue el fallecido fundador de Ikea, Ingvar Kamprad, quien incluso decidió dar a los productos de la tienda sus extravagantes nombres porque su diagnóstico le dificultaba trabajar con números de inventario típicos. A pesar de su trastorno, a Kamprad le fue bien en la escuela y, de hecho, fundó Ikea con el dinero que su padre le dio como recompensa por su desempeño académico.