En Pakistán, el caos del coronavirus se extiende cual hiedra, con hospitales desbordados, filas médicas diezmadas e infecciones que crecen de manera desenfrenada. A todo ello se ha sumado un peligroso mercado negro de plasma sanguíneo que emerge en el país.
El plasma sanguíneo de pacientes que han superado el coronavirus se paga a más de 3.000 euros. Hay personas que buscan desesperadamente una cura y desembolsan esas cantidades mientras el sistema sanitario paquistaní bordea el colapso.
El plasma convaleciente es una de las terapias que se están probando para tratar el virus en estos momentos. Equipos de todo el mundo investigan su efectividad. El plasma contiene anticuerpos generados por los sistemas inmunes de las personas que ya han superado la enfermedad.
Algunos médicos de los hospitales públicos de Islamabad han dicho que han sido testigos de las transacciones entre pacientes e intermediarios. The Guardian ha tenido acceso a mensajes de texto intercambiados entre personas de todo Pakistán que están comprando plasma de pacientes recuperados.
“Los hospitales no están implicados pero he visto cerrar transacciones delante de mí”, explica un médico de un hospital público de Islamabad que pidió hablar bajo anonimato. “Lo normal es que sean familiares o profesionales quienes se acercan a alguien que se ha recuperado y le pidan que done sangre. Cuando se acuerda un importe, un pago que oscila entre 200.000 y 800.000 rupias (de 1.000 a 3.000 euros) van a un laboratorio privado en el que se extrae el plasma que después acaba ‘donado’ a los pacientes”.
“Sé de una familia de cinco miembros que se contagió de COVID-19 y gastó 3 millones y medio de rupias (más de 40.000 euros) en comprar plasma en el mercado negro. Creen que se trata de una cura milagrosa”, añade el médico.
Varias fuentes en la agencia de investigación federal han confirmado que conocen de la existencia de un mercado negro sin regular de plasma sanguíneo, pero aseguran que a quien le corresponde investigar los casos individuales es a la Policía.
Médicos que trabajan en los hospitales de Islamabad informan de que se han agotado las existencias de algunos medicamentos esenciales como la dexametasona, que, según resultados preliminares, ha mostrado su efectividad a la hora de apoyar la recuperación de pacientes graves. Han tenido problemas también con las botellas de oxígeno, robadas para ser vendidas en el mercado negro a 25 veces su precio.
Pakistán tiene una de las tasas de infección más rápidas del mundo. Se han confirmado ya 188.000 casos y la cantidad sigue subiendo. Se contagian más de 5.000 personas cada día. El Ministro de Planificación, Asad Umar, ha dicho que los casos podrían multiplicarse por ocho cuando termine julio y alcanzar los 1,2 millones de infectados.
Las medidas de confinamiento terminaron el 18 de mayo en el país tras una decisión de la Corte Suprema, que afirmó que el virus “no es una pandemia en Pakistán” al tiempo que cuestionaba que las restricciones para contenerlo estaban “tragándose demasiado dinero”.
La situación en Pakistán ha llegado a ser tan mala que la Organización Mundial de la Salud (OMS) dio un paso poco habitual. Escribió al gobierno y le pidió que volviera a poner en marcha las medidas de confinamiento porque no se daba ninguna de las condiciones para levantarlo de manera segura. En la capital, Islamabad, hay medidas temporales de confinamiento. Sucede lo mismo en ciudades como Lahore o Peshawar. Pero por ahora solo se aplicarán unos días, por el miedo a las consecuencias que puedan tener sobre una economía próxima al colapso.
Ataques contra sanitarios: “Nos culpan de las muertes”
La desesperación entre los médicos es tangible. Uno de los doctores que trabaja en el Instituto de Ciencias Médicas de Pakistán, el hospital público más grande de la capital, explica que, además de que lleva cuatro meses sin cobrar, es frecuente que circule desinformación que acusa a los médicos de ser parte de una conspiración que permite que los pacientes mueran para que el Gobierno reciba dinero de organizaciones internacionales como la OMS. Como consecuencia, se han producido ataques contra personal sanitario.
“Nos hemos quedado sin camas, sin medios, sin recursos humanos, sin energía y, sobre todo, la eficiencia ha caído mucho debido a nuestro descontento con el sistema”, añade el médico.
“La gente nos culpa cuando muere un paciente, diciendo que los matamos a cambio de los dólares de la OMS. Una mujer me escupió en la zona de urgencias porque no pude reanimar a su hijo de 16 años, que murió por un fallo respiratorio derivado de la COVID-19. Me gritó ‘vendiste tu alma y mataste a mi hijo’. No puedes imaginar el dolor que causa [escuchar eso]”, relata.
El doctor Fazal Rabbi, encargado del registro de la unidad de cuidados intensivos destinada a pacientes de COVID-19 en el mismo hospital, afirma que se han quedado sin espacio tanto en cuidados intensivos como en la zona de aislamiento. No pueden aceptar pacientes en estado grave.
“Es una situación muy preocupante y frustrante para nosotros, estamos deprimidos debido al exceso de estrés y porque muchos de nosotros estamos enfermando debido al virus”, explica Rabbi, que preside la Asociación de Médicos Jóvenes de Islamabad. Más de 170 médicos y enfermeros del hospital se han contagiado y la asociación amenaza con ir a la huelga si sus condiciones de trabajo no mejoran.
“Hasta el momento hemos diagnosticado a más de 7.000 médicos y paramédicos de todo el país con COVID-19. A todos nos preocupa que si nos contagiamos con el virus podría no haber cama ni respirador para nosotros en nuestro propio hospital. Conozco a un médico de Lahore que murió porque no pudieron encontrarle cama”, asegura.
Faisal Zeeshan Ranjha, director del hospital Razia Shafi hospital en la ciudad de Gujranwala, en el Punjab, dice que la COVID-19 “se ha gestionado mal”. “Las autoridades paquistaníes la minusvaloraron. Hay 188.000 casos positivos pero la cifra real tiene que ser de millones. Uno de cada tres pacientes muestra síntomas”, afirma. “No hay pruebas de detección, no hay datos y no tenemos un plan. Ni siquiera sabemos cuando llegará el pico [de contagios]”.
Ranjha confirma que los hospitales están quedándose sin botellas de oxígeno y el equipamiento necesario para rellenarlos. También sin monitores para medir los niveles de oxígeno en la sangre. Los roban para venderlos en el mercado negro. “El sistema sanitaria ha colapsado, la economía ha colapsado. Para nosotros va a ser peor que la polio”.
Traducido por Alberto Arce