La ciudad china de Wuhan puso fin el 8 de abril a una estricta cuarentena que se extendió por 76 días para hacer frente al coronavirus.
Los parques próximos a los hospitales que lucharon contra el covid-19 lucieron nuevas flores y árboles sembrados para festejar la ocasión, mientras se veían filas de automovilistas listos para pagar los peajes que permiten abandonar la ciudad, cuyas entradas y salidas habían permanecido cerradas desde enero.
“Libres del virus”, se podía leer en banderas ondeando en algunos edificios de esta urbe, donde se reportaron los primeros casos de la enfermedad en el mundo.
“El alto perfil de la reapertura de Wuhan busca enviar una señal de que China está de vuelta a la normalidad y que las actividades se pueden reanudar”, señaló Ho-Fung Hung, un profesor de Economía Política en la Universidad Johns Hopkins, al diario británico The Guardian.
Sin embargo, al parecer aún es pronto para cantar victoria en el país.
El gigante asiático enfrenta ahora un nuevo reto en la pandemia por el reciente repunte de nuevos casos.
Luego de haber experimentado más de 15.000 nuevos contagios en el tope de la curva el 12 de febrero, China había logrado reducir el número de nuevos casos a poco más de una decena en su punto más bajo el 13 de marzo.
No obstante, recientemente la cifra de nuevos contagios empezó a aumentar, llegándose a registrar este pasado domingo 108 casos: 98 de ellos ciudadanos chinos que recién regresaron al país desde el extranjero.
Más de la mitad de ellos arribaron procedentes de la ciudad rusa de Vladivostok e ingresaron en la provincia de Heilongjiang, en el noreste, a través del cruce fronterizo de la ciudad de Suifenhe, que se ha convertido en el nuevo foco de alerta de China ante la pandemia.
Nacionales e importados
Ubicada a más de 1.500 kilómetros de Pekín y a menos de cuatro kilómetros de la frontera, Suifenhe tiene unos 100.000 habitantes y está conectada con Rusia tanto por carretera como por tren.
La semana pasada empezó a surgir la alarma allí por el incremento de casos importados.
El miércoles de la pasada semana, China reportó 59 casos procedentes del exterior, de los cuales 25 habían entrado al país por esta localidad ubicada en el noreste del país.
Todos eran ciudadanos chinos que habían volado desde Moscú hasta Vladivostok, desde donde se trasladaron hasta Suifenhe, a poco más de 200 kilómetros de distancia.
Eso llevó a que China cerrara el paso fronterizo con Rusia y pusiera la ciudad en cuarentena ese mismo día, con medidas similares a las implementadas en Wuhan.
Además de Suifenhe, se ha informado recientemente del ingreso de 66 personas contagiadas entre un grupo de chinos que regresaron desde Rusia a través de la ciudad de Manzhouli, otro importante punto fronterizo ubicado en la región autónoma de Mongolia interior.
El viernes pasado también se reportó la llegada a Shanghái de 60 personas contagiadas en un vuelo procedente de Rusia.
Este domingo, Rusia confirmó 2.186 nuevos infectados, lo que elevó el número total de casos confirmados en ese país a 15.770. No obstante, numerosos especialistas creen que la cifra podría ser muy superior.
Al haber erradicado en gran medida las transmisiones locales de la enfermedad, siempre según datos oficiales, China ha ido reduciendo lentamente las restricciones al movimiento a medida que intenta volver a encarrilar su economía, pero se teme que un aumento de los casos importados pueda desencadenar una segunda oleada de covid-19.
Una cuarentena más larga
La aparición de estos nuevos casos ha llevado a que tanto Suifenhe como Harbin, la capital de la provincia de Heilongjiang, hayan implantado para quienes lleguen desde el exterior una cuarentena de 28 días, además de exámenes de ácido nucleico y de anticuerpos.
Dado que la frontera está cerrada para el ingreso de extranjeros pero no de nacionales, el consulado de China en Vladivostok ha dado una “importante recomendación” a sus ciudadanos para que eviten tomar la ruta Moscú-Vladivostok-Suifenhe.
“Por supuesto que estoy asustada”, señaló a la BBC una mujer que regenta una panadería.
“Ahora no salimos de casa. Mucha gente ya abandonó la ciudad. Pero nosotros no podemos, porque tenemos que encargarnos de nuestra tienda”.
Normalmente, Suifenhe estaría viviendo su temporada alta, con 1.000 clientes al día, según uno de los trabajadores de un restaurante local.
En su lugar, las autoridades les recomendaron que cerraran, sin tener “ni idea” de cuándo podrán volver a operar.
No obstante, el empleado dijo a la BBC que las medidas le hacían estar “seguro” y se mostró confiado en que el gobierno cuidará de la población.
“Primera línea de defensa”
El incremento en el número de personas contagiadas está ejerciendo una fuerte presión sobre el sistema sanitario de Suifenhe, por lo que sus autoridades solicitaron el sábado donaciones de dinero, mascarillas quirúrgicas, mascarillas N95 y equipamiento de protección.
El gobierno central envió a la ciudad a un grupo de médicos especialistas en infectología, enfermedades respiratorias, cuidados intensivos y salud pública, quienes deberán -entre otras cosas- masificar la realización de tests para detectar el covid-19.
Las autoridades de la provincia de Heilongjiang también enviaron a más de 220 profesionales para reforzar la disponibilidad de personal médico.
Como parte de los esfuerzos también se construyó en un edificio de oficinas de 13 pisos un hospital improvisado con capacidad para atender a 600 pacientes.
Wang Bin, miembro de la Comisión Nacional de Salud, destacó este lunes la importancia de lo que ocurra en los centros de salud de localidades fronterizas como Suifenhe.
“Nuestra mayor prioridad es mejorar las áreas de prevención y la capacidad de control y ayudarles a tenerel rol de primera línea de defensa de manera eficaz”, señaló.
Por lo pronto, todo parece indicar que en lo que respecta al covid-19 la vuelta a la “normalidad” en China -y en el resto del mundo- requerirá un poco más de tiempo.