La lluvia y el silencio fueron el viernes testigos mudos de la inusual bendición “Urbi et Orbi” que impartió el papa Francisco en la Plaza de San Pedro del Vaticano, que estaba completamente vacía debido a la prohibición de entrar en el reciento hasta el próximo 3 de abril.
Habitualmente, esta bendición tiene lugar en Pascua y en Navidad (también cada vez que se elige un nuevo papa), pero Jorge Mario Bergoglio ha querido utilizarla para dar consuelo a los fieles en un momento de “tinieblas por culpa del coronavirus”.
La ceremonia fue retransmitida en directo por los medios de comunicación para que la pudieran seguir católicos de todo el mundo, y en ella el papa otorgó indulgencias a todos los enfermos coronavirus, a sus familiares, a quienes les cuidan y a todo el que reza “para pedir el cese de esta pandemia, el alivio de los que sufren y la salvación eterna de los fallecidos”.