Harvey Weinstein era uno de los hombres que movía los hilos en Hollywood, el productor que podía cambiar la carrera de una actriz y elevarla a la categoría de estrella o hundirla en el anonimato. Todo el mundo en la industria cinematográfica conocía su poder pero no tantos, por no decir casi ninguno, hablaba de lo que ocurría con él detrás de bambalinas. De su afición a relacionar trabajo con relaciones personales, de mujeres que acudían a él como profesionales y se encontraban con sus instintos sexuales más básicos. Al menos no lo hacían en público. Porque el rumor de que su autoridad en el cine le permitía mandar también en la cama, con o sin autorización expresa de las afectadas, se supo después que era un secreto a voces.
El 7 de febrero comenzó el juicio de quien fue amo de Hollywood hasta que las investigaciones que publicaron The New York Times y The New Yorker le convirtieron en la personalización del abuso de poder utilizado como arma para conseguir sexo. Un juicio que no va sobre las acusaciones de las 90 mujeres que se han atrevido a hablar de su comportamiento depredador, sino que se centra únicamente en dos casos concretos: la acusación por abuso sexual en 2006 de la ayudante de producción Mimi Haleyi y la de violación interpuesta por la actriz Annabella Sciorra en 2013. El mismo día de la apertura del juicio, la Fiscalía de los Ángeles anunció que el productor se enfrenta a dos nuevos cargos, por una violación y una agresión sexual a dos mujeres en 2013.
En el estrado, frente a frente, para defender y acusar a Weinstein se enfrentarán dos abogadas que ya tienen experiencia en casos mediáticos: Donna Rotunno, en la defensa, y Gloria Allred, en la acusación.
Donna Rotunno tiene 44 años y una carrera como letrada con experiencia en defender a hombres acusados de delitos de tipo sexual y conseguir condenas que asombra por lo beneficiados que salen en ellas muchos de sus clientes. Nacida en Chicago, tiene orígenes latinos y según ha manifestado en un largo perfil publicado por Vanity Fair Francia, trabaja con Weinstein desde el pasado mayo cuando una llamada de teléfono la puso al tanto de que el productor quería sus servicios. Nada extraño para una mujer que se ha ocupado de más de 40 casos de este tipo, hace alarde de una seguridad apabullante, presume de un físico poderoso y de la que ya se habla como personaje inspirador para una serie o una película del mismo mundo que ahora examina cada una de sus palabras.
En los primeros movimientos de su estrategia de defensa dos líneas claras. La primera presentar al productor como un hombre abatido. Así se le pudo ver en Nueva York entrando en el juicio, encorvado, apoyado en un andador y con una barba premeditadamente descuidada. La segunda, convertirse ella misma en foco de atención con declaraciones que generen controversia social, siembren dudas sobre los prejuicios que puedan perjudicar a su defendido y conseguir, así, disminuir el impacto, y la condena, por sus acciones.
Rotunno ha sido calificada de bulldog y ha recibido críticas de muchas mujeres que no están de acuerdo con sus métodos, pero a ella no le importa reconocer sus ventajas: “Cuando interrogo a una mujer, tengo ventaja respecto a un hombre. Puedes ser un abogado excelente, pero si atacas a una mujer con la misma beligerancia que yo, eres un matón. Si lo hago yo, nadie pestañea…”, ha declarado.
Así se ha atrevido a decir que Weinstein “no es un violador” sino que es un “cabeza de turco” y centra su crítica en las propias mujeres a las que presuntamente ha acorralado el productor: “Arrepentirte de haber tenido sexo con alguien no es lo mismo que una violación”. En la misma línea se ha lanzado contra el movimiento MeToo que surgió en 2017, cuando se destapó el caso Weinstein, para denunciar la agresión y el acoso sexual: “Los hombres ya no pueden ser hombres y las mujeres ya no pueden ser mujeres. Creo que las mujeres lamentarán el día en el que todo esto empezó”.
Frente a ella, defendiendo a muchas de esas mujeres a las que cuestiona Donna Rotunno, está otra abogada experta en estas lides. Se trata de Gloria Allred, de 78 años, toda una institución en Estados Unidos a la que algunos califican como la mejor abogada del país, y que entre otros casos llevó la acusación contra el actor Bill Cosby, de 82 años, conocido como El padre de América, que finalmente fue condenado en septiembre de 2018 a entre tres y diez años de cárcel por agresión sexual.
De ella se resalta que tiene una afición desmedida a las cámaras y que es excesiva e histriónicamente combativa, hasta el punto de haber sido caricaturizada en programas tan conocidos como Los Simpson, South Park o Saturday Night Live. Lo que nadie pone en duda es su papel en la batalla por los derechos de las mujeres. Menuda –mide 1,58 centímetros–, y no tan fotogénica como su contrincante, los que la han visto actuar en sala aseguran que su poder reside en su elocuencia y la capacidad de dejar mudos a sus contrarios, por muy icónicos que sean los clientes a los que acusa o defiende.
Se casó con 19 años con Peyton Huddleston, a quien ella misma ha definido como un “guapísimo chico que estudiaba en la Universidad de Pensilvania”. Con él tuvo a su única hija, Lisa Bloom —abogada, como ella— un año después. El matrimonio solo duró dos años debido al trastorno bipolar que padecía su marido y sus frecuentes pérdidas de control. Madre soltera y con su recién finalizada carrera de Lengua y Literatura como único activo, empezó a trabajar como maestra. Poco después, decidió irse de vacaciones de verano a Acapulco con una amiga y allí un médico con el que salió a cenar la violó a punta de pistola. “Fue espantoso. Ni siquiera hoy puedo hablar de ello. Me quedé embarazada y tuve que recurrir a un aborto ilegal. Sufrí una hemorragia. Pero lo peor fue lo que me dijo la enfermera: ‘Que te sirva de lección en el futuro”, recordó en un documental sobre su vida.
Después conoció a quien sería su segundo marido durante 19 años, William Allred, y se licenció en Derecho. Afirma que todas sus experiencias vitales han sido la energía que ha dado combustible a su lucha contra los hombres que no conocen límites a su poder: “Madre soltera sin apoyo económico, acoso sexual, discriminación salarial y otras cosas que jamás mencionaré”, han sido a su entender la fuerza que hay tras su lucha por los derechos de las mujeres.