Nueva Delhi – Me crié en una de las ciudades más contaminadas del mundo, así que pensé que podría sortear con facilidad el invierno en Nueva Delhi, donde esa estación se conoce como la temporada de la polución. Creí que estaba preparado. Me equivoqué: resulta que no es algo para lo que puedas prepararte.
Durante mi infancia en Daca, la capital de Bangladés, la contaminación era algo con lo que podíamos lidiar. Jugábamos afuera, seguíamos la rutina con normalidad. ¿Qué tan distinto podría ser Nueva Delhi?, pensé antes de mudarme allí. Pues mucho.
Por ya varias semanas, hemos vivido en una especie de prisión interior. Cuando sales, tus ojos arden, empiezas a toser, te quedas sin aire. Los niños pequeños son los más afectados, por lo que mi esposa y yo intentamos que nuestras hijas de 5 y 9 años salgan lo menos posible.
Llevábamos tres meses asentados en esta ciudad cuando llegó la temporada de la contaminación. Desde entonces, vivimos en una tierra de purificadores de aire. Hay cuatro en mi apartamento. Hay uno en el auto. Hay varios en el trabajo. En la escuela de mis hijas incluso hay un sistema de purificación exterior, zumbando al lado del patio de juegos. Y es casi el único momento en el que pueden estar al aire libre.
La estación de la contaminación dura lo que dura el invierno, unos tres meses. Hay muchos factores que contribuyen. Es justo después de la cosecha anual, cuando los granjeros de la metrópoli queman el rastrojo sobrante.
La ciudad tiene además una enorme cantidad de autos, muchos con motores diésel.
Estoy más preocupado por mis hijas. Los niños corren los mayores riesgos, pues pueden desarrollar asma bajo estas condiciones. Por eso están bastante confinadas a la casa. Vigilamos de cerca los niveles de contaminación y cuando éstos se despejan un poco, las llevamos al parque. Pero la mayoría del tiempo, están atrapadas dentro.
Por supuesto que esto implica que, eventualmente, su entretenimiento pasa por las pantallas, ya sea televisión o Ipad. Algo que no queremos darles, pero en un punto no tenemos alternativa. Es tiempo delante de pantallas o exponerlas a un peligro para su salud. Es duro para ellas. Como todo niño, quieren salir. Puedo ver su frustración.
Por suerte su escuela es muy buena con este tema. Hacen que los niños entiendan que hay contaminación en el aire, que es peligroso y que deben usar máscaras cuando están afuera. El instituto cuenta con un medidor de contaminación del aire. Verde significa que está bien, amarillo que es peligroso, rojo es malo y púrpura es lo peor. Una de mis hijas ama el color púrpura, por lo que esto podría arruinárselo.
Este año, la escuela instaló un sistema de purificación de aire industrial en su patio exterior, para que los niños al menos puedan salir y jugar. El sistema es bastante bueno. Una enorme tubería, de unos dos metros y medio de largo y casi dos de alto, instalada en cuatro esquinas del patio de recreo. Supuestamente puede purificar el aire hasta a tres metros del suelo. Es como una cubierta invisible de aire limpio (o algo más limpio) alrededor.
A mi esposa también le cuesta lidiar con esto. Ella no trabaja y en Estados Unidos, donde vivíamos antes, sus días estaban colmados de diligencias durante el tiempo que las niñas estaban en la escuela. Normalmente, los primeros meses aquí habría estado explorando, descubriendo los mejores lugares para comprar lo que necesitamos, o para llevar a las niñas fuera de la escuela. Pero no ha podido hacer eso. Así que ha leído mucho.
Es difícil para todos nosotros. Estás en un país nuevo, así que naturalmente quieres explorar. Esa es una de las mejores cosas de estar en un país extranjero: conocer un nuevo lugar, una nueva cultura. En cambio, estamos bajo arresto domiciliario, esperando que termine el invierno y se levante la niebla contaminante.
Soy el que pasa más tiempo al aire libre. Tengo que hacerlo: mi es trabajo tomar fotos, y para tomar fotos necesitas estar afuera. No me gusta usar máscara. Cuando me la pongo, siento que no puedo respirar. Sé que suena ridículo, pero es así.
Así que lo abordo de la misma manera que cuando cubro cualquier desastre. Simplemente me meto, hago mi trabajo y lidio con eso. Enciendo mi mentalidad de desastre.
Un día, quise tomar fotos para ilustrar la contaminación y pasé una o dos horas caminando, buscando buenas imágenes. No la sentí mucho mientras caminaba, pero cuando volví a la oficina me dolió la cabeza, empecé a toser, tenía dificultad para respirar y estaba mareado.