Con la llegada del nuevo año, lo harán también los primeros televisores certificados como ‘8K Ultra HD’; un sello que busca identificar las pantallas capaces de reproducir imágenes con calidad 8K real. Pero, ¿eso significa que los modelos que hasta ahora se han comercializado como 8K no lo son? No exactamente.
Para la Consumer Technology Association (CTA), la misma asociación que organiza cada año el CES de Las Vegas, para que un televisor sea capaz de reproducir imágenes con esta calidad es necesario que, además de la resolución (7.680 x 4.320 píxeles para lograr un total de 33 millones), cumplan con otra serie de características. Por ejemplo, deben contar con procesadores de vídeo capaces de mover toda la información y ser capaces de convertir los vídeos con calidad inferior: todavía es complicado disfrutar de contenidos 8K nativos, por lo que en el televisor se verán mayoritariamente series, películas y programas con resolución 4K en el mejor de los casos.
También requiere que sea capaz de reproducir a 50 fotogramas por segundo y a 10 bits (una variable que mide la profundidad del color), así como que ofrezca una modulación de contraste (CM) superior al 50%: esta característica se puede definir como la precisión con la que son distinguibles los píxeles. Cuando más alta sea la cifra, mejor.
“La definición 8K UHD es producto de la dedicación y el duro trabajo de nuestra división de vídeo. Gracias a ella, fabricantes y consumidores sabrán que los productos que cuentan con este logotipo ofrecen calidad y rendimiento 8K UHD”, afirmaba Gary Shapiro, presidente y director ejecutivo de la CTA, en el comunicado en el que anunciaban el sello.
Pocos modelos
Pero se trata de un conjunto de prestaciones que, por el momento, cumplen muy pocos modelos y fabricantes. “Conseguir los 33 millones de píxeles es la parte más sencilla, pero el formato de vídeo 8K no son solo imágenes fijas, sino también en movimiento. Por eso, si mantenemos la resolución pero en lugar de mostrar 50 fotogramas por segundo los reducimos a 25, y además tomamos menos muestras y utilizamos menos bits en cada una de ellas, trabajamos con la misma cantidad de información que un 4K”, explica Luis Navarrete, especialista de producto de electrónica de consumo de LG Electronics España. La firma ha publicado a bombo y platillo que sus televisores —tanto OLED como NanoCell— serán los primeros en mostrar este logo.
Sin embargo, grandes fabricantes como Samsung, que comercializan modelos con resolución 8K desde hace algo más de un año, no mostrarán esta identificación de momento, ya que sus televisores no cumplen con las características establecidas por la CTA en lo que a modulación de contraste se refiere. “Con la llegada de una nueva tecnología debe haber una homogeneización de criterios. Y la certificación de la CTA tiene una medición de modulación de contraste que no está estandarizada, por lo que los resultados no son concluyentes”, razona Nacho Monge, director de Marketing de AV de Samsung Iberia.
De hecho, desde la firma coreana remiten a la 8K Association, una asociación sin ánimo de lucro impulsada por varios fabricantes entre los que se encuentra la propia marca, pero también Panasonic o Hisense. Este ente ha creado su propio sello, con requerimientos técnicos similares, aunque deja de lado la modulación de contraste y, sin embargo, sí pide que se superen los 600 nits de luminancia.
¿Es necesario el 8K?
Dicho todo esto, ¿el usuario va a notar la diferencia entre un televisor 8K y un 4K? Si se trata de imágenes fijas, los expertos coinciden al decir que sí. Pero en el caso de los vídeos, la respuesta no es tan sencilla. “El ojo humano no es capaz de apreciar más nitidez que la que ya ofrece el 4K debido a los límites de la agudeza visual. Además, tomando como referencia un televisor de 65 pulgadas, tendríamos que situarnos a menos de 1,2 metros de distancia para poder distinguirlos”, explica Navarrete. Otras variables como el número de fotogramas por segundo sí resulta perceptible e influye directamente en la fluidez de las imágenes.