Noté mi primera cana durante mi residencia médica. Se asomó de sorpresa al final de un largo y frenético turno, una de esas noches en las que la ley de Murphy parece más poderosa que la ley de gravedad. (Aunque dos de mis pacientes sí se resbalaron y cayeron ese día, así que Newton también hizo una gran demostración).

Al día siguiente, encontré otra cana. Luego otra y otra, hasta que dejé de contarlas.

Tenía veintitantos años y fue la primera vez que me di cuenta de que mi cuerpo envejecía: no se hacía más fuerte, rápido ni sabio, sino que empezaba su decadencia. El cuerpo humano desempeña muchísimas funciones impresionantes: sana heridas, se deshace de sus desechos, digiere Doritos. “¿Acaso no puede encontrar un poco de pigmento para mantener el color de mi cabello?”, pensé.

Cada julio un nuevo grupo de graduados de la facultad de Medicina comienza su residencia. No es ningún secreto que la capacitación en Medicina es un proceso intenso y en ocasiones extenuante; sin embargo, un nuevo estudio, uno de los primeros de su tipo, demuestra cómo los turnos largos, las alteraciones del sueño y el estrés constante pueden cobrarles una factura biológica a los médicos recién egresados. Incluso a nivel genético.

Investigadores de la Universidad de Michigan hicieron pruebas al ADN de 250 médicos que cumplían su primer año de residencia en todo Estados Unidos. Tomaron muestras de saliva para analizar la longitud de sus telómeros (las tapas protectoras en los extremos de los cromosomas que evitan el daño al ADN) antes y después de su primer año de residencia.

Los telómeros se acortan cada vez que nuestras células se multiplican; son como una mecha al final del ADN. Cuando quedan demasiado cortos, las células saben que es tiempo de retirarse o autodestruirse. El desgaste del telómero también representa un papel importante en el proceso de envejecimiento y está ligado a muchas enfermedades relacionadas con la edad, incluyendo la diabetes, el cáncer y las enfermedades cardiacas.

Los investigadores descubrieron que el ADN de los residentes de primer año envejeció seis veces más rápido de lo normal. Por lo general, los telómeros se encogen a una velocidad de aproximadamente 25 pares de base de ADN por año, pero los médicos residentes de primer año presentaron un declive de más de 140 pares de base, en promedio. Los residentes que trabajaron turnos más largos o más horas en general estuvieron en un riesgo aún mayor: el encogimiento del telómero aumentó de forma constante con la cantidad de horas trabajadas, pero se disparó en quienes trabajaban más de 75 horas a la semana: se encogieron en más de 700 pares de base por año.

“La mayoría de los estudios previos sobre el bienestar durante la residencia han utilizado cuestionarios de autoevaluación”, dijo Srijan Sen, autor principal del estudio y profesor asociado de Psiquiatría en la Universidad de Michigan. “Esperamos que mostrar los efectos psicológicos medibles, a nivel celular, sea un catalizador de reformas que en realidad produzcan un cambio en las residencias”.

La cantidad de tiempo y la carga de trabajo que los médicos en capacitación deben sobrellevar es un tema de debate eterno en la medicina, pero ha cobrado urgencia en medio de una creciente consciencia respecto a la ansiedad, depresión y agotamiento generalizados entre médicos tratantes y que están en capacitación.

El estudio surgió poco después de otra investigación que demuestra que los médicos en capacitación pierden de tres a siete horas de sueño a la semana y son mucho menos activos físicamente en comparación con sus vidas previas a la residencia. Para algunos surge un círculo vicioso: pocas horas de sueño provocan mal humor al día siguiente, lo cual a su vez provoca dificultades para conciliar el sueño por la noche, lo que termina en un estado depresivo crónico.

La solución no consiste solo en reducir las horas laborales, aunque evitar horarios extremadamente largos sería de ayuda. Convertirse en médico requiere de una inmersión intensa, repetida y constante, de modo que el diagnóstico y el tratamiento se vuelvan casi memoria muscular. La mayoría de los residentes, algunos de los cuales terminan su capacitación cuando tienen casi 40 años, probablemente se opondrían a la oferta de intercambiar un horario más corto por más años de entrenamiento, aun si eso implica perder poco telómero.

No obstante, hay oportunidades para mejorar el bienestar durante la capacitación médica, muchas de las cuales son un lugar común en otras industrias. Por ejemplo, algo tan básico como la comida saludable, que puede ser sorprendentemente escasa para los médicos que trabajan turnos nocturnos o de fin de semana en el hospital. Mientras que los veinteañeros que trabajan para Google y Facebook gozan de agua mineral y verduras orgánicas, la mayoría de los residentes de medicina viven de pizza grasosa, sobras de comida tailandesa y refrescos azucarados… lo contrario de lo que suelen recomendarles a sus pacientes.

También es importante cómo trabajan los residentes todas esas horas. Los programas de capacitación deben reducir la cantidad de transiciones del día a la noche que deben hacer los residentes, pues esto puede provocar interrupciones de los ritmos circadianos y problemas con el estado de ánimo. Todas las residencias incluyen conferencias y charlas educativas, pero los médicos en capacitación por lo general están demasiado ocupados con las alertas de pacientes, ensayos, trabajo administrativo u otras exigencias. Garantizar que los residentes realmente puedan asistir a estas actividades educativas daría la impresión de que el aprendizaje es una verdadera prioridad. Tener mayor flexibilidad y autonomía sobre el horario de trabajo propio es fundamental. Trabajar horarios extensos es difícil, pero tener que perderse la boda de un amigo cercano por esos horarios es verdaderamente triste.

Por último, están surgiendo los programas de bienestar estructurados. El programa Balance in Life de Stanford, que comenzó en 2011 después del suicidio de un egresado de la residencia de cirugía, ofrece a los residentes un conjunto integral de recursos para contribuir a su bienestar profesional y personal. Un programa de mentorías permite a los residentes de segundo año convivir regularmente con residentes de último año y miembros del profesorado para hablar de sus dudas y metas. (Investigaciones anteriores han demostrado que la calidad de las interacciones entre los residentes y el profesorado está relacionada con indicadores de si hay o no depresión).

Cada seis semanas, los residentes con Balance in Life también asisten con un psicólogo clínico para hablar de sus experiencias desafiantes y problemas personales. Cuando están de servicio, tienen acceso a un refrigerador lleno de bocadillos y bebidas saludables. Se les recomienda a todos los residentes hacerse revisiones regulares con sus propios médicos y dentistas, lo cual, irónicamente, es un lujo durante su capacitación.

La capacitación médica es, y debe ser, intensa. Desarrollar las habilidades y la intuición necesarias para cuidar de pacientes de forma independiente requiere de cierta inmersión exhaustiva, pero también, a menudo, nuestro sistema actual ejerce presión en lugar de apoyar a los residentes a lo largo de su camino. Eso no es bueno para los médicos ni para los pacientes.