Europa vota estos días bajo la bandera del Apocalipsis.
Concretamente, bajo el versículo 1 del capítulo 12 del último y más enigmático libro de la Biblia: “Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza”.
Es la apocalíptica imagen que un discreto funcionario del servicio postal en el primer Consejo de Europa –su nombre era Arsène Heitz– sentía con profundidad.
A principios de los años cincuenta, el Consejo de Europa pensó en crear una bandera para el Continente autodevastado y empezó a recibir ideas llenas de cruces, estrellas, soles y otros símbolos, con el azul ya dominando en el fondo.
La unidad de Europa empezó por eliminación –esencialmente, eliminar la posibilidad de otra guerra apocalíptica– y el diseño de su bandera también empezó por eliminación: turcos y socialistas se opusieron a la cruz, símbolo del cristianismo.
En 1953 se aprobó una primera versión con 15 estrellas doradas –el número de países del Consejo– dibujadas en círculo –símbolo de la unión– sobre un fondo azul. Y con esta imagen tan interestelar empezó la guerra de las estrellas.
La República Federal de Alemania se opuso al número 15 porque incluía el Sarre, territorio que los alemanes se negaban a considerar como una entidad política soberana. Por razones estrictamente inversas, el Sarre y Francia rechazaron una corona de sólo 14 estrellas. El número 13 fue descartado de inmediato. El 10 podía simbolizar los países fundadores del Consejo de Europa, pero excluía a los nuevos miembros.
Al final quedaron sobre la mesa dos propuestas con fondo azul, una hermosa (y poco práctica) constelación de estrellas diseñada por Salvador de Madariaga y 12 estrellas doradas dibujadas por Arsène Heitz, el discreto funcionario de correos.
El 8 de diciembre de 1955 –casualmente, festividad de la Inmaculada Concepción– se aprobó de manera definitiva la bandera de las 12 estrellas (desde el 1 de enero de 1986, bandera oficial y símbolo de todas las instituciones europeas).
Aquí acabó la guerra de las estrellas y empezó el enigma.
¿Quién tuvo la idea de las 12 estrellas y qué significan? ¿Arsène Heitz? ¿Paul Lévy, director de Información y Prensa del Consejo de Europa? ¿Léon Marchal, secretario general del Consejo? Nadie lo aclaró entonces, ni nadie concretó el significado, más allá de vaguedades del número 12: símbolo de la perfección, la armonía, los meses del año, los signos del zodíaco…
Las estrellas quedaron en silencio hasta 1987, cuando Heitz –creyente y miembro de la Orden de la Medalla Milagrosa– reveló a una revista confidencial católica belga que había dibujado 12 por las 12 estrellas de ese versículo del Apocalipsis, que cada agosto se lee en la liturgia de la Asunción de María: la bandera de Europa es la corona de la Virgen. Heitz confesó que lo mantuvo en secreto porque no toda Europa era católica. Ni creyente. Murió dos años después, y su viuda confirmó la motivos y el silencio: “Había que guardar el secreto”.
¿Decía Heitz la verdad? Tras su revelación, Lévy lo negó y aseguró que el número 12 lo eligió él mismo por ser una cifra armónica y que el Consejo de Europa nunca le dio un significado religioso.
No hay nada concluyente. Al final, es la palabra del ex jefe de Información contra la del ex funcionario de correos. Pero hay indicios suficientes que nos llevan al código de Heitz. Fue el primero –en unas propuestas previas– en dibujar un círculo de 12 estrellas doradas con otra gran estrella en su interior. Fue él –pintor aficionado– quien plasmó en papel el diseño definitivo. Y la web oficial del Consejo de Europa –sin hablar de la Virgen, sólo de los meses del año y el zodíaco– dice que fue el creador.
El primer edificio público en el que se desplegaron las 12 estrellas sobre fondo azul fue una catedral, en forma de vitral coronando a la Virgen: Estrasburgo. Un vitral ofrecido por el Consejo de Europa para sustituir al reventado por los bombardeos de 1944. Y antes de morir, en el 2002, al negar la versión mariana, al propio Lévy –judío convertido al catolicismo– se le escapó que el número 12, además de armonía, “evoca el número de apóstoles y el número de hijos de Jacob”.
Paradójicamente, ha sido la izquierda radical la última en validar el código de Arsène Heitz. “¿Tenemos que aguantar esto?”, exclamó Jean-Luc Mélenchon, líder de Francia Insumisa, al entrar hace dos años en la Asamblea Nacional y ver dentro la bandera de Europa: “Esto es la República Francesa, no es… la Virgen María”.
Ya nunca sabremos la verdad de las 12 estrellas. Que cada uno vea en ellas su propio enigma. O que cada uno intente ver en esas estrellas el enigma del otro: quizá la verdad esté ahí.