Cuando en abril último la Casa Blanca etiquetó como grupo terrorista a la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán, fue la primera vez que EE.UU. colocaba a las fuerzas armadas de un país en semejantes orillas de la ilegalidad.
Fue el paso mayor de una ofensiva, que ya venía agudizándose con la ruptura del histórico acuerdo nuclear de Viena de 2015 que había detenido, en épocas de Barack Obama, el desarrollo atómico persa. Luego llegó la escalada del acoso económico, con penalidades para buscar impedir que Irán venda su petróleo a clientes naturales como China, Turquía o India. Este último país, aliado de Washington, ya anunció que reemplazará el crudo iraní por el norteamericano, hoy el mayor productor mundial del carburante.
Según un reciente comunicado del Pentágono. el impresionante despliegue militar norteamericano, que incluye el despacho de un portaaviones, bombarderos ya estacionados en Qatar, y cruceros con misiles Patriot, responde a una “posible amenaza” contra intereses estadounidenses no precisada. Tampoco hay datos desde otras fuentes sobre movimientos de alguna índole por parte de la potencia persa que puedan justificar este aire guerrero.
El sistema defensivo con misiles Patriot. (AFP)
Todo, entonces, parece remedar la doctrina de guerra preventiva que inauguró George W. Bush en su discurso de West Point en 2001 después de los ataques a las torres. Esa visión desbarató siglos de legalidad desde la paz de Westfalia en 1648 y el concepto de Estado Nación, asumiendo que es válido avanzar sobre otro país si apenas se sospecha, que en algún momento podría configurar un peligro. Así, con esa barbarie dialéctica, se justificó en 2003 la invasión a Irak sostenida en datos falsos sobre armas de destrucción masiva y conexiones inexistentes de la dictadura de Saddam Hussein, un antiguo aliado de EE.UU., con grupos terroristas como el de Osama bin Laden.
¿Irán es el Irak de hoy? Esta semana el canciller norteamericano, Mike Pompeo, desairó al gobierno alemán cancelando a último momento una visita acordada a Berlín para dirigirse sorpresivamente a Irak donde su país tiene asentados a 5.200 marines. El eje de ese viaje fue presionar a Bagdad para que rompa sus vínculos históricos con Teherán. Cuestión que no se ha verificado pero que puede ser esencial para un plan de gran envergadura.