Al trance por los opiáceos que golpea Estados Unidos, sin que se atisbe su final, se le ha puesto nombres a menudo. Casi siempre identifican a supervivientes, a familias que sufren el impacto o, más triste aún, a fallecidos por esta epidemia que sólo pueden hablar desde las lápidas.
Esta vez, no. En diversos informes gubernamentales se reconoce que, en buena medida, el recrudecimiento de esta lacra surge, no en las montañas de Sinaloa, sino en unos laboratorios farmacéuticos. Aprovechando la poca resistencia al dolor de los estadounidenses, sustancias como el analgésico OxyContin, distribuidos sin complejos éticos, emergen como factores clave en la creación de la que califican como “la peor crisis por drogas en la historia de este país”.
“La peor crisis por drogas en la historia de este país”
De manera que un grupo de más de quinientas ciudades, condados y tribus de nativos americanos han presentado una demanda masiva en la que se acusa uno a uno a todos los miembros de la familia Sackler, propietarios y máximos responsables de Purdue Pharma, la empresa que elabora el OxyContin. A diferencia de otras demandas, en esta se trasciende de la empresa elaboradora, que está en otros juzgados, y se acusa de forma directa a los propietarios del negocio.
Esta iniciativa judicial abarca a 26 estados y ocho tribus de nativos y acusa a los Sackler de vulnerar la legislación, a sabiendas, para enriquecerse mientras miles de personas mueren.
Los estadounidenses mueren ahora más por sobredosis que por accidentes de coche
“Esta nación encara una adicción sin precedentes a los opiáceos que fue iniciada y perpetuada por esta familia”, reitera la denuncia. Los acusados replicaron en un comunicado que las alegaciones carecen de sustento y que sólo se persigue crear un estado de opinión, que no de justicia, para imputarles por toda esta crisis.